Demoledora narración de Sveja Leiber sobre la Alemania que va de los albores del nazismo hasta su ocaso; recorriendo, por medio de un personaje sin par —el violinista Ruven Preuk—, el devenir histórico y personal de su protagonista. Éste recorre su vida al tiempo que atraviesa las vidas ajenas, ofreciendo al lector un mosaico de arquetipos cuyos patrones, sin embargo, no se adscriben del todo al principal. Los tres violines de Ruven Preuk, de Leiber, se centra en las decisiones, es toda ella una profunda reflexión acerca de con qué propósito se ha realizado una vida. Sin pretensiones, nuestro protagonista cautiva al lector desde su misma condición como humilde campesino con habilidad para aprehender el mundo, hasta su fascinante viaje a través de un espacio casi fantasmal.
ASPECTOS FORMALES
La obra de Leiber permite encontrar arte entre sus páginas, una renovación formal, un modo y procedimientos nuevos para asuntos que ya fueron tratados con anterioridad: El tren llegó puntual (Heinrich Böll, 1949), El molino de Levin (Bobrowski, 1964) o La pianista (Elfriede Jelinek, 1983) entre otras. No obstante, nos hallamos, también, ante un texto histórico, una novela que nos muestra la realidad, si bien desde una perspectiva que se aleja de la acostumbrada.
El procedimiento elegido para iniciar esta novela es el presente, lo cual ayuda al lector a introducirse en la historia y a identificarse, en cierto modo, con los hechos y el protagonista sobre el que recaen las circunstancias. A medida que avanzamos en el relato, —y que la tensión se acentúa— llega el desasosiego. Uno desea escapar, pero la angustia lo abarca todo.Por otro lado, y pese a esa aparente renovación formal, hay aspectos de la forma de narrar de Svenja Leiber que la emparentan con la tradición, reflejando que la ha asimilado y que conoce sus raíces. En primer lugar, el texto es profundamente oral, algo a lo que contribuyen tanto la forma en que introduce los diálogos como la constante utilización de frases hechas y refranes, en una búsqueda por aproximar la narración al habla popular de la época. En segundo lugar, la narración es un encuentro constante con la concisión; los tramos poéticos son escuetos y directos, con metáforas e imágenes sorprendentes, pero que suponen sólo una breve muestra en relación a una prosa que, por lo general, no se detiene mucho en las descripciones —las cuales resuelve con rápidas, pero precisas pinceladas— y que nos va haciendo partícipes de paisajes y caracteres con el avance de la acción. Esta concisión acerca la novela de Leiber a las narraciones populares ya conocidas, por haber sido recuperadas por la tradición romántica, como Hoffmann o Hörderlin, y también a obras como Rosshalde, de Hesse: novela con la que, por cierto, guarda algunas similitudes, como por ejemplo el hecho de que el protagonista sea un hombre obsesionado por el arte y capaz de abandonarlo todo —incluido el amor del que tan falto está— por desarrollar el don que lo esclaviza.Hay que señalar también que la distribución de la trama en épocas —dando por hecho que los lectores conocen los grandes asuntos de cada época y, por ello, no deteniéndose en los mismos— busca, creemos, hacer más vivo el desarrollo de la acción. No obstante, a veces, en su búsqueda de concisión y del eludir cualquier asunto accesorio la cubre de abruptos saltos, obligando al lector a rellenar con su imaginación o memoria histórica los huecos que han quedado entre medias; un procedimiento, éste sí, que de nuevo acerca el texto a las posiciones contemporáneas que buscan la participación del lector en la construcción de la novela.
Hasta aquí el análisis formal. Vayamos ahora con la trama. Estamos a comienzos del siglo XX, en un pequeño pueblo alemán cercano a Hamburgo (lugar de procedencia de la autora). La civilización es, en cierta medida, todavía pretecnológica. El padre del protagonista, por ejemplo, se gana la vida arreglando y fabricando carros de madera. El pueblo funciona, aún, como una familia: para lo bueno y para lo malo. Todos se ayudan, pero a la vez, todos rumorean sobre los otros y conocen y murmuran hasta sobre lo que a cada uno le gustaría no haber dado nunca a conocer.
LOS TRES VIOLINES DE RUVEN PREUK
I
En el pueblo encontramos a Ruven, un joven capaz de ver la música —sinestésico— y decidido a convertirse en músico. Algo que cree tener más cerca cuando un viejo músico ambulante le regala su violín. Con Ruven vive su madre, una mujer que dice poseer un bastón mágico que l habla y le adelanta los acontecimientos futuros; también su hermano, que regresará traumatizado de la Primera Guerra Mundial y Gosche, la criada, quien comenzará a sentir por Ruven un amor que éste jamás sabrá devolver.En el pueblo también viven personas como Fritz, que con su ira y su incapacidad para aceptar los cambios que traen los años representa el cimiento sobre el que Hitler edificará y apuntalará sus atrocidades. O Emma, una lesbiana comunista que trata de unir la lucha de clases con la reivindicación de igualdad para las mujeres y que representa a quienes tratan de convertir el amor a la humanidad en arma y eje de su papel político.
II
En este pequeño pueblo, lo histórico, lo social, aparece como un telón: a veces más presente, otras sólo como un rumor de fondo. Influye en las vidas, pero no las monopoliza —tal y como ocurre en el día a día de cualquier trabajador—, pues deja espacio para la lucha por la supervivencia, para la rutina, para la búsqueda del amor, para las ambiciones y para los rencores. De ese pueblo sale Ruven para tratar de triunfar como violinista, aunque nunca consigue separarse mucho de su infancia y de los rencores y traiciones que deja en el pueblo. Siempre en presente, Svenja Leiber sigue sus tribulaciones, sus fracasos, su viaje al frente para luchar en la Segunda Guerra Mundial y, finalmente, su regreso a casa.Durante esas páginas, Ruven —cargado con los tres violines, que son otros tantos regalos— se presenta como un alma sublime amenazada por su propia grandeza. Citando un ensayo de Anne Carsson perfectamente aplicable a este personaje: “es un ser humano perdido en su propio arte, arrojado fuera de sí mismo, descuidado, imprudente, equivocado”. Toda la obsesión de Ruven es ser, cada vez, un poco mejor violinista y, sin embargo, la ausencia de cierta suerte, pero también de ciertas aptitudes sociales impiden, una y otra vez, su éxito como violinista y como esposo. Como ya dijimos arriba: su don lo esclaviza. Cuando Ruven regresa de la guerra es un ser destrozado, vacío ya de ambiciones. Es en ese momento cuando la novela gira la cabeza y se centra en la hija del músico, Marie, que es en ese momento quien —con esfuerzo y sacrificio— hace y padece los avatares de la historia. Mientras, Ruven trata de “institucionalizar su memoria” (citamos a Jan Assman) y, para ello, ordena sus recuerdos y se sumerge en ellos, no sin dolor. Pero su intención de “ordenar el pasado” choca con el enorme silencio que se ha hecho en la sociedad en torno al trauma que supuso la guerra y el holocausto. El progreso ha llegado de la mano de los estadounidenses, todos se han subido a él —en las casas hay coches, lavadoras, tractores,… y el bastón de la madre de Ruven ha dejado de hablar— y el demonio parece haber quedado encerrado para siempre. Entonces —parecen preguntarse todos— ¿para qué nombrarlo?
III
Estamos pues, ante una novela que versa sobre arte —Ruven—; el amor, la familia —Marie, Gosche—; y la actitud de la sociedad alemana frente al nazismo —Fritz, Hilde—. Vidas de gentes sencillas que tratan de sobrevivir en medio del horror. Editada en 2014, con el gusto y rigor que caracteriza a la polémica Ediciones Malpaso, el libro, de apenas trescientas páginas, con su tono de fábula, consigue interesar y deslumbrar al lector. Una novela que merece ser leída y una autora a la que conviene seguir de cerca desde este instante.________________
LEIBER, Svenja. Los tres violines de Ruven Preuk (Das Letze Land). Traducción del alemán: Richard Gross. Malpaso, Barcelona, 2014. Ruven Preuk se asoma a la vida entre las primeras llamas del siglo xx alemán. Es un muchacho taciturno y soñador que posee un talento inesperado en el hijo del carretero: sus ojos oyen y sus oídos ven. Percibe los colores del sonido. El encuentro con el violín de un músico errante marcará para siempre su rumbo. Empuñará el arco contra viento y marea, contra el estrépito de las banderas, contra los aullidos feroces, contra sí mismo. Las viejas razones, mientras tanto, se desmoronan a su alrededor. Y una vez perdida la batalla, el violinista conservará tenazmente la memoria y cuando por fin mire atrás como el ángel de la historia, no hallará cosa en que poner los ojos que no sea el recuerdo de la muerte. Con esta obra singular, Svenja Leiber trae al lector una de las visiones más crudas del pasado reciente de Alemania.
Svenja Leiber - (Hamburgo, 1975) se crió en el norte de Alemania, ha vivido en Arabia Saudí y actualmente reside en Berlín. En 2005 publicó el volumen de relatos Büchsenlicht (Luz de lata), y en 2010 la novela Schipino. En 2014 publicó una nueva obra, la novela Das Letze Land (Los tres violines de Ruven Preuk) con una buena acogida por parte de la crítica y que la consagró como una de las autoras más relevantes de la literatura en lengua alemana. Cuenta con diversos premios, entre ellos el Werner Bergengruen. Tal y como ella misma confiesa, lo importante de su labor, la escritura reside en que «mientras exista la capacidad de contar, podremos vivir un poco más».