Antología de fábulas españolas (o fabulario), de Sainz de Robles

Imagen | Juan Eugenio Hartzenbusch
¿QUÉ ES LA FÁBULA? 
Abre la lectura de esta antología de fábulas una breve introducción —a cargo de Federico C. Sainz de Robles—. A través del significado etimológico que cada término posee —en relación y cierta oposición entre ellos— aprendemos la distinción existente entre apólogo y fábula. El primero es una composición en prosabreve y severa; la segunda es esa misma composición pero en verso y risueña. Además, el apólogo tiene una tendencia moralizadora y la verdad se da siempre cubierta por la fantasía, mientras la fábula posee una tendencia costumbrista y en ella la verdad puede darse sin encubrimiento alguno
¿Por qué la acción de la fábula está confiada —al menos durante más de quince siglos— a los animales, a los vegetales, a los seres inanimados? ¿Por qué estos hacen 'de personas', y viven, y hablan, y sufren como nosotros y participan de nuestras sensaciones y se desviven con nuestros sentimientos?
Da Sainz de Robles respuesta a sus preguntas por boca del fabulista Antoine-Vincent Arnault, quien aseguraba que la fábula debe emocionar, y que el recurso a la animalidad nos enseña menos duramente que si lo hiciera un semejante [1]. Aristóteles quiso que sólo los animales pudieran protagonizar las fábulas, pues no podía admitir en los seres del mundo vegetal las cualidades de actores de este pequeño poema alegórico. «¿Por qué?», exclama el fabulista Arnault. Y añade: «Si Aristóteles consiente en que la ilusión y la verdad salgan de la boca de un león, de un buey, de un cordero, ¿por qué no se ha de consentir que la montaña, el río el árbol modulen en sus acentos la misma verdad y la idéntica ilusión? En esta concesión extensiva hallará el ingenio del fabulista no pocos recursos para emocionar, y para enseñar menos duramente. Porque siempre será para el hombre una lección más suave y más delicada la que le dé una rosa que la que le dé un león.»
Nada más terminar esta introducción —acerca de cuándo nació la fábula y cómo se llegó a convertir en género literario en la antigua India, para pasar luego a China y Japón— y a medida que avanzamos en esta antología, nos encontramos con la historia de la fábula en España y con un pequeño apartado titulado Su vida y su obra, donde Sainz de Robles nos presenta a cada autor y la serie de fábulas con las que dará comienzo el verdadero cuerpo de la obra. Una selecta bibliografía acompaña a este apartado y lo cierra.
[1] Sabiduría narrativa: la fábula, por Carlos Javier González Serrano. 10.º párrafo [en El vuelo de la lechuza. Categoría: Literatura] Donde se dice de manera más breve lo que Arnault pensaba acerca de la fábula. 
FABULARIO ESPAÑOL DE SAINZ DE ROBLES
Tomás de Iriarte (1750-1791) Es sumamente curioso leer cómo hablan las bestias en sus fábulas. Un gusto delicado, una severa corrección y un lenguaje siempre elegante, distinguen cada una de ellas. Poseen además el ritmo y la métrica perfectos. Haga la comprobación: lea usted alguna de ellas en alto y pruebe a realizar la lectura, de nuevo, una vez más. En La campana y el esquilón, fábula que abre la selección de este volumen, no puede apreciarse el modo en que hablan los animales porque no existe conversación ni pensamiento alguno que así lo exprese, se trata de una enseñanza descriptiva. Pero en la fabula que sigue de inmediato a ésta: El oso, la mona y el cerdo. En ésta, como en otras de sus numerosas fábulas —que no se citan a continuación para no caer en la enumeración simplista— los animales actúan con total humanidad y en situaciones comúnmente graciosas que se tornan trágicas o justas al entender el lector la lección que las acompaña. Para no cansar al lector de esta reseña con la enumeración de la simple enumeración de las fábulas de cada autor, que se recogen en el volumen, y tampoco comentar una por una e incluso por grupos las casi cien que contiene, se hará un breve comentario como éste por cada autor, destacando alguna fábula o curiosidad respecto de ella y se acompañará de la misma el comentario. En este caso se trata de la ya citada El oso la mona y el cerdo:
Félix María Samaniego (1475-1801) Las fábulas de Samaniego son sobre todo satíricas. Iriarte cuenta bien, pero Samaniego pinta; aquel era ingenioso y discreto, pero éste gracioso y natural. Si la fuente de la que bebía Iriarte era principalmente La Fontaine, las fuentes de Samaniego son aquella misma y además Esopo y Jolin Gay. Cuando es original —como en la fábula del joven filósofo y sus compañeros—, raya a mayor altura que cuando es un simple reformador o adaptador de las obras de otros. Las Fábulas en verso castellano para uso del Real Seminario Vascongado, la obra cumbre de Samaniego, a la que debe su fama y pervivencia literaria, fueron publicadas en Valencia en el año 1781. En menos de cien años se reimprimieron en España doce veces, siendo editadas en París en 1843 (traducidas en 1855). Samaniego fue un escritor más desaliñado, menos culto, de inventiva menor que Iriarte, pero le aventajó en la gracia, en la naturalidad, en la poesía del estilo, en la flexibilidad. Algunas de sus grandes obras son: El joven filósofo y sus compañeros; El ciudadano pastor; La lechera; La mujer, el raposo y el gallo; La zorra y la cigüeña; El labrador y la providencia; La zorra y las uvas; La hermosa y el espejo; El hacha y el mango; El charlatán; La zorra y el busto; El león y la zorra; El asno sesudo; El amo y el perro; El muchacho y la fortuna...
Miguel Agustín Príncipe (1811-1863) Publicó el autor sus Fábulas en verso castellano y en variedad de rimas en el año 1861. La colección comprende  más de ciento cincuenta fábulas, divididas en seis libros, precedidas de una introducción y seguidas de un tratado acerca de la versificación española. La introducción es un estudio muy discreto de la historia del apólogo y una apreciación exacta y muy sincera de cuantos fabulistas tuvo conocimiento. Sino que en la parte relativa a la fábula flojea bastante, ya que sus noticias son de segunda mano. Por ejemplo, la menta Príncipe la pérdida de parte de las fábulas de Babrio... veintitantos años después de haber sido encontradas las dadas por perdidas en un convento del Monte Athos por el erudito M. Minoide Minas. Más de la mitad de las fábulas de Príncipe son originales, facilísimas de versificación, ingeniosas, con el grado de moral suficiente y una amenidad absoluta. No fue Príncipe de los fabulistas partidarios de hacer hablar a los animales; prefirió tomar como personajes de sus fábulas los vegetales y los símbolos, las virtudes abstractas, las alegorías. A continuación una fábula muy breve del autor.
LA CICATRIZ

A don Juan, don Diego hirió,
y aunque arrepentido luego
curó al don Juan el don Diego,
la cicatriz le quedó:
de esto a inferir vengo yo
que nadie, si es cuerdo y sabio,
debe herir ni aun con el labio,
pues aunque curarse pueda,
siempre al ultraje le queda
la cicatriz del agravio.
Juan Eugenio Hartzenbusch (1806-1880) publicó sus Fábulas entre 1848 y 1865. El gran dramaturgo cuenta con un total de doscientas en su haber, no todas ellas originales. Modestamente el propio escritor declaraba: Remendaba con sigilo / sus calzones un mancebo. / Yo, que le acechaba, vilo, / y pregunté: —¿Qué ha de nuevo? / Y él respondió: —Sólo el hilo. Y enseguida, y en prosa: «Los lectores que hagan el cotejo del original y la copia echarán de ver que unas veces he traducido, otras he imitado, refundido o desfigurado el original, según me pareció conveniente y según hicieron otros antes que yo.» Sin embargo, también sabe el autor ser original en muchas ocasiones. Recuérdese una de sus más hermosas fábulas por su hondura dramática, por su concisión, su sencilla versificación y su formidable moral de época, la titulada El águila y el caracol, cuyo último verso sirvió a José Echegaray para título —y para tema— de una de sus mejores tragedias: A fuerza de arrastrarse. No obstante reproducimos otra, igual de concisa y que guarda relación con cierto tipo de escritor y de lector.
EL CABALLO DE CALÍGULA

 A su caballo nombró
cónsul Calígula fiero,
y el cuadrúpedo, altanero,
ya la paja rechazó;
dorada se le llevó
y la comió sin desdén.

Echan al pueblo
paja escritores distintos;
pero adulan sus instintos:
la doran, y pasa bien.
Ramón de Campoamor (1817-1901) publicó sus Fábulas en 1842. Diría refiriéndose a ellas Menéndez Pelayo que eran «las más notables, con las de Hartzenbusch, de las letras castellanas modernas, que se distinguen, no sólo por su tendencia moralizadora —como las de los otros autores antiguos—sino también por su malicia e intención irónica». Campoamor imita menos que Hartzenbusch, pero le es muy inferior en naturalidad y en inspiración poética. Campoamor impregna sus fábulas de la misma filosofía, un tanto ramplona, que sus Doloras y Humoradas. Algunos de sus títulos más conocidos son: Lisonjas viles; La dicha es un acaso; Dios es causa de las causas; Acusar delitos propios; Leyes fundamentales; Insuficiencia de las leyes; Deseos locos; No siempre el bien es fortuna; Partida de ruines; Oficios mutuos; Percances; No hay dicha cumplida; A un gran mal otro mayor; Los lindes del bien y del mal; Si eres débil, sé prudente; La carambola; La justicia es un cuento; Amar por las apariencias; Descubrir la hilaza; La curiosidad; Placeres falsos; La piedad bien entendida; La inocentada; Virtud y orgullo; La muerte todo lo iguala; El busto de nieve; Los dos espejos; Los padres y los hijos; El amor y el interés.
LOS LINDES DEL BIEN Y DEL MAL
EL POETA Y SUS LECTORES

Si escucháis esos míseros lamentos,
son del difunto rey los funerales;
y esos vivas que ruedan por los vientos, 
del rey nuevo los cantos inmortales.
Mas diréis entre penas y contentos:
 «¿Se cantan bienes, o se lloran males?»

Nadie el linde a marcar se atrevería
que separa el pesar de la alegría.
SAINZ DE ROBLES, F.C. Antología de fábulas. Editorial Círculo de amigos de la Historia (Colección Clásicos españoles de la Literatura), Barcelona, 1974. Antología de fábulas de diversos autores españoles: Tomás de Iriarte; Félix María Samaniego; Miguel Agustín Príncipe, Juan Eugenio Hartzenbusch y Ramón de Campoamor. Una pequeña introducción a cargo de Federico C. Sainz de Robles instruye al lector acerca de lo que se entiende por fábula y ofrece algunos apuntes sobre la historia de esta pequeña composición en España destacando, además, a los cincos grandes fabulistas que incluye la presente obra así como al conocido escritor del siglo XIV, Arcipreste de Hita, cuya obra El conde Lucanor reúne no pocas fábulas. Las fábulas se distinguen por su tendencia moralizadora y, a veces, por su malicia e intención irónica. En ocasiones, la moraleja de las fábulas no se ve tan fácilmente. Una pequeña biografía acompaña a cada serie de fábulas, presentando al autor y su obra, y un dibujo ilustra cada apartado con un retrato del autor o una imagen de una fábula.