Una vela solitaria, de Valentín P. Katáev

Cubierta del libro Una vela solitaria, de Valentín P. Katáev (Alborada, 1988)
Valentín P. Katáev (1897-1986) nació en una familia intelectual, de la llamada «inteliguentsia» progresista rusa, cuyo ideal era contribuir a la cultura del pueblo, donde se conocía y se amaba a los clásicos rusos del siglo XIX y donde se educó en los mejores ejemplos del realismo, bajo el poderoso influjo de sus mejores representantes. Estudió en el Liceo y también en su propia casa, dirigido por su padre, ya que los acontecimientos descritos precisamente en Una vela solitaria alteraron la vida de la ciudad
Valentín P. Katáev empezó a publicar muy temprano: su poesía Otoño apareció en 1910, cuando el escritor tenía trece años y, desde entonces, no cesó de publicar poesías en revistas de Odessa y algunas de San Petersburgo. Sus primeros relatos en prosa aparecieron recopilados en 1912. Así comenzaron los años de búsquedas creativas y de lucha por adquirir la maestría literaria.
Una novela solitaria fue escrita por Katáev en 1936 y, como hemos señalado, describe los acontecimientos relacionados con la revolución de 1905, tratando solamente de lo ocurrido en Odessa. Aunque no se la puede calificar de autobiográfica, la novela recoge muchos momentos de la infancia y la juventud del escritor, que residió en Odessa hasta 1919.
Imagen del interior del libro Una vela solitaria, de V.P. Katáev (Alborada, 1988) 
Una vela solitaria es, indudablemente, el libro más poético de Katáev. Está tejido de policromos detalles extraordinariamente expresivos y casi palpables. Los paisajes y las pinceladas líricas desempeñan valiosas funciones. Con gran lirismo pinta el proceso de formación de la conciencia y revela poéticamente el mundo interno de sus pequeños héroes, mostrando que, al lado de los actos y los pensamientos pueriles y divertidos, nacen en estos jóvenes personajes sentimientos hondos y serios que, como los adultos, son capaces de acometer acciones nobles y valerosas. 
Aquel día memorable, Gávrik llegó antes que de costumbre y los chicos se encaminaron inmediatamente a la ciudad. Gávrik tenía una cara gris, quieta, extraordinariamente concentrada, y los labios, amoratados del frío, muy prietos. Gávrik caminaba aprisa, contoneándose un poco, pequeño, encorvado, resuelto, con las manos hundidas en los bolsillos de su ancho pantalón de paño barato. Sólo en sus ojos quietos, transparentes como los del abuelo, brillaba a veces una chispa de mal augurio. Petia apenas podía seguir el ritmo de su amigo. Los chicos corrían casi por una calle desierta como en un sueño. En el aire gris flotaba el tenso barrunto de algo. Los pasos retumbaban sonoramente en las losas del pavimento. A veces se partía bajo un tacón el cristalito de hielo que recubría un charco vacío (Cap. XXXVII, p. 226)
En 1914, con el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Iván Bunin, el Premio Nobel a quien Katáev eligió como maestro, regresó a Moscú tras la declaración. Bunin era uno de los pocos literatos que seguían escribiendo a la manera realista («el mágico realismo de Bunin», que dijo Katáev) y se interesó por la poesía del joven Katáev, que le llevaba sus versos, aquel verano cerca de Odessa donde el Premio Nobel veraneaba. Quedó definida, por aquella época, la línea realista de Katáev, que seguiría ya siempre en su actividad literaria, y también entonces queda definida para siempre su orientación socio-política: Valentín P. Katáev es un escritor soviético profundo, veraz, siempre lírico, con una gran variedad y belleza de las imágenes en un estilo realista que engaña por su aparente sencillez, que atrae y convence al lector
Imagen del interior del libro Una vela solitaria, de V.P. Katáev (Alborada, 1988)  
En 1915, siendo todavía estudiante del Liceo, marchó al frente voluntariamente como soldado de artillería. Regresó a Odessa en 1917, con el grado de teniente, condecorado y herido en una pierna. No tuvo ocasión de volver al frente, y en Odessa se encontraba cuando estalló la Revolución de Octubre. Durante todo ese tiempo no cesó su actividad literaria. En el frente escribió varios relatos y continuó escribiendo poesía. A partir de 1919, ya instaurado el poder soviético, se fundó en Odessa el Buró de Prensa Ucraniano, que publicaba periódicos murales y carteles de propaganda, llamados «Ventanas de la sátira». Con Katáev formaron el «colectivo de poetas» Eduard Bagritski, Yuri Olesha, Ilyá Ilf y Semión Kirsánov, entre otros. En el verano de ese mismo año de 1919, cuando el ejército de Denikin emprendió una gran ofensiva, Katáev fue llamado a filas del Ejército Rojo y participó en los combates contra los guardias blancos mandando una batería de artillería. Bagritski, amigo y compañero de Katáev, también marchó al frente, pero con un tren de propaganda. Sin estos detalles sería imposible comprender el lugar que Katáev se hizo en la literatura soviética, siguiendo las etapas de desarrollo del país, siempre con lirismo.
En 1921 se trasladó a Járkov, donde trabajó en la Dirección General de Educación Política de Ucrania, leyendo poesías satíricas y de agitación en unidades militares, fábricas, clubes, escuelas... En marzo de 1922, Katáev se trasladó a Moscú, donde residió ya siempre. Inmediatamente empezó a trabajar en periódicos y revistas moscovitas. Por aquellos años, la tendencia satírica y fustigadora fue la que dominó en la obra de Katáev. A partir de entonces, el trabajo continuo al lado de Mayakovski y su amistad con el gran poeta constituyen para Katáev una importante escuela ideológica.
El título Una vela solitaria está tomado de unos versos del gran poeta Mijaíl Lérmontov (1814-1841), a los que también se alude en varias ocasiones y, sobre todo, al final de la obra. Escritos en época muy anterior y distinta, llevan igualmente una tremenda carga emotiva, de esperanza, de cambios y de gran angustia, aunque tampoco ellos ofrecen una salida, si bien llaman a la acción (Cap. XXVIII, p. 172):
Una vela solitaria,
Blanca en la bruma azul...
¿Qué buscará en tierras lejanas?
¿Por qué dejó el país natal? 
El viento silba, ondula el mar,
El mástil cruje y se queja...
¡Ay! Lo que busca no es la dicha
Ni de la dicha quiere escapar.
Nota. Acerca de las ilustraciones que acompañan al texto (en el interior del libro) y la imagen de cubierta que ilustra la obra, los créditos nos informan de que Iglesias-Gallego está a cargo del diseño de la portada (el diseño, que no la ilustración) y Batlle-Martí, a cargo del diseño de la cubierta (es responsable de todas las cubiertas de la colección y ninguna parece ser de su autoría); José Cubero, Pilar Rubio y Javier Villalba, por el proyecto y la dirección editorial. Esto no explica, en absoluto, quién es el autor de las ilustraciones. Tras una búsqueda, poco rigurosa, por Internet, nos decantamos por las siguientes opciones (fundamentalmente, porque éste es el ilustrador oficial de la obra).


KATÁEV, Valentín. Una vela solitaria. Ed. Alborada S.A. (Colección La Locomotora, nº 30), Madrid, 1988. 296 pp. ISBN: 84-7772-068-1 [Trad.: Isabel Vicente / Diseño de cubierta de Batlle-Martí] Aquel día memorable, Gávrik llegó antes que de costumbre y los chicos se encaminaron inmediatamente a la ciudad. Gávrik tenía una cara gris, quieta, extraordinaramente concentrada, y ls labios, amoratados del frío, muy prietos. Gávrik caminaba aprisa, contoneándose un poco, pequeño, encorvado, resuelto.
Imagen de cubierta de Una vela solitaria, de V.P. Katáev (Alborada, 1988)