El escenario donde se desarrollan las siguientes narraciones —que tuvieron por testigos y a veces por protagonistas a mujeres extraordinarias— se encuentra en el Próximo Oriente, que es un conjunto extenso de tierras del Asia Occidental: entre el Mar Egeo y el Golfo Pérsico, cabo Caso al norte hasta Cáucaso al sur, el desierto Arábigo y el Sáhara. Dentro de este vasto territorio existieron regiones muy importantes, como Mesopotamia que quiere decir “tierra entre dos ríos” (Tigris y Eúfrates) y abarca actualmente Irak y el este de Siria. En el valle del Nilo también floreció una importante cultura, la egipcia, hasta la quinta catarata, lo que hoy es Egipto y parte de Sudán (Nubia). Otras regiones importantes fueron Anatolia o Asia Menor (actual Turquía), en la que se extendió la cultura Hitita. La región del Levante Mediterráneo comprendía Siria y la actual Palestina hasta la Península del Sinaí, donde existían entre otros pueblos civilizaciones fenicias. Y Media (actual Irán), que era una extensa meseta la cual fue ocupada por medos y persas (Vázquez Hoys, 2009).
ÍNDICE
1. Período dinástico arcaico1.1. Enheduanna, la princesa de Acad (2340 - 2230 a.C.)2. Semíramis (finales IX-VIII a. C.)2.1. El reinado babilónico de una esclava
3. Lilit / Lilith: su mito en la epopeya de Gilgamesh3.1. Su mito en la epopeya de Gilgamesh3.2. Referencias de Lilith en Terracota3.3. Lilith en los textos bíblicos: Génesis I y II
3.4. Lilith (...y Dios creó a la mujer)3.5. Influencia cultural de Lilith en la actualidad3.6. Notas y aclaraciones4. Fuentes y Bibliografía
PERÍODO DINÁSTICO ARCAICO
ENHEDUANNA, PRINCESA DE ACAD
(2340 – 2230 a.C.)
La Historia escrita de Sumer empieza con una lista de reyes y dinastías sumerias (Vázquez Hoys, 2009). Recientes investigaciones, además, nos informan también de la existencia de poesías de la mano de una princesa acadia, Enheduanna (ca. 2.310 a.C.), hija de Sargón de Acad y perteneciente al siglo XXIV a.C. Esto no ha de extrañarnos, pues antes de Acad y de Ur hubo imperios y ciudades; antes de la escritura sumeria cuneiforme hubo lenguaje, y antes del lenguaje sumerio hubo alguna forma de ideograma. Antes de que en las llanuras de Mesopotamia crecieran los templos de barro y piedra hubo arte, entendido como formas de comunicación que movían sentimientos. Lo que no conocemos antes de Enheduanna, ‘Gran Sacerdotisa adorno de An’ y su obra, es la existencia de ningún autor. Sabemos que buena parte de los bisontes de Altamira fueron trazados por la misma mano; una mano genial capaz de dibujar el perfil de un animal de un solo trazo, provocando emociones más de 150 siglos después de su pintura. Pero nunca sabremos su nombre. Conocemos eximias pinturas, esculturas y obras arquitectónicas del remoto pasado mesopotámico o egipcio, pero no sabemos quién las hizo. El primer autor conocido de una obra de arte era poeta, y era una mujer, aristócrata y alto cargo de su gobierno. Antes de ella hubo creadores, pero ella es la primera autora de que tenemos noticia: la más remota asociación que conocemos entre una obra y una persona concreta, de existencia probada, con una vida y una historia propias: Enheduanna, la primera autora (Cervera, 2013).
Esta fase está llena de luchas violentas para alcanzar la hegemonía hegemonía de Mesopotamia. Comienza con Sumer y Acad, luego desde Bagdad, en la alta Mesopotamia, junto a Subaru (Asiria) y por último Amurru (en la llanura fértil y aluvial). Sumer fue la primera ciudad–estado del mundo antiguo. La última parte del Período dinástico arcaico se conoce como “Época de las Hegemonías”, últimos tres siglos del período arcaico, 2.600-2.340 a.C. porque se produjeron las hegemonías de tres ciudades rivales: Uruk, Ur, y Eridu. En el año 2.600 a.C., estas tres ciudades mantenían conflictos armados. Este imperio de Sargón se desarrollaría entre los años 2.340–2.230 a.C. teniendo Sargón varios sucesores, creando así una dinastía de reyes acadios. No se ha localizado aún la capital imperial, Acad. A partir de este momento se da una secularización de los reyes sumerios. En las épocas más antiguas, el rey poseía el poder religioso y el poder civil, a estos reyes se les denominaba EN, de ahí que su templo principal fuera un templo-palacio (Vázquez Hoys, 2009).
La Princesa Enheduanna
del Imperio semita de Acad
(2.340 – 2.230 a.C.)
El EN va desapareciendo y aparece un nuevo título real que detenta sólo el poder civil. Los datos que poseemos sobre el Imperio semita acadio son documentación indirecta o periférica (información proveniente de los pueblos vecinos o sometidos). Sabemos que el Imperio consiguió la unificación de toda Mesopotamia, este Imperio rompió así el equilibrio entre semitas y sumerios, comenzando a mezclarse entre sí, y de este modo, la etnia semita se irá extendiendo y se convertirá en el elemento étnico más importante en Mesopotamia, llegando a la desaparición de los sumerios en torno al III Milenio a.C. Sargón y su imperio culminaron un proceso por el cual una ciudad-estado trataba de imponerse a las demás, consiguiendo que todas las ciudades funcionasen conjuntadas como un solo estado, esto fue posible gracias a la “vocación imperialista” del Imperio Acadio. Sargón se adjudicó el título de Gran rey de Sumer y Acad. Este estado consigue dominar todas las tierras: Acad, Sumer, Amur (Siria), el sur de Anatolia, la alta Mesopotamia (Armenia), Elam y una gran parte de la Meseta Iraní. Sargón no se consideraba un dios, sino un intermediario entre las divinidades y el Hombre (Vázquez Hoys, 2009).
El Nuevo Imperio Semita
de Sargón de Acad
(2.340 – 2.230 a.C.)
Los sumerios no sabían que al escribir sus signos cuneiformes en tablillas de arcilla estaban siendo protagonistas del tránsito de la humanidad desde la Prehistoria a la Historia. Las suyas son las más antiguas inscripciones cuyo significado hemos logrado develar. Entre ellas se encuentran los relatos del primer autor conocido de la Historia: los himnos y poemas de la princesa Enheduanna, la Alta Sacerdotisa de la Ciudad de Ur (Vázquez Hoys, 2009) Es probable, sin embargo, que los sumerios sí fueran conscientes de otro tránsito histórico que se procesaba en ese tiempo: la progresiva pérdida de poder de las mujeres en la sociedad ante el avance de la lógica de la guerra conducida por los hombres. La degradación de las Divinidades Femeninas del Amor y la Fertilidad ante los Dioses Masculinos Guerreros. El declive inexorable de la figura Materna, de la Madre Naturaleza y, por tanto, del matriarcado. Desde el inicio de la Historia nos llega la angustia de Enheduanna, destilada a través de la belleza poética en la que da testimonio de aquellos tiempos infaustos: Adiós a la Diosa Madre (Itahisa, 2013)
Yo, la que alguna vez se sentó triunfante, fui arrojada del santuario.
Como una golondrina me hizo volar por la ventana, y mi vida se ha consumido.
Él me hizo caminar entre las breñas de la montaña.
Él me arrancó la corona apropiada de la alta sacerdotisa,
Y me dio daga y espada — “esto es más para ti” — me dijo.
Enheduanna, Alta Sacerdotisa de Ur, Sumeria, 2280 a.de C.
(Interludio entre la Parte Cuatro y la Parte Intermedia / Itahisa, 2013)
Enheduanna fue nombrada por su padre, el rey Sargón de Acad, suma sacerdotisa del dios de la luna, Nanna, y de la diosa-madre Inanna, cuyo Descenso a los Infiernos es el tema principal de este Himno (V. Hoys, 2009).
Considerada la primera autora de la historia de la literatura, su existencia como personaje histórico está bien documentada. Los escritos de Enheduanna, seguramente, son los más antiguos de la Historia. Fue a finales del IV milenio a.C., cuando los sumerios comenzaron a dejar por escrito no sólo documentos comerciales, de registro y económicos, sino también sus propios pensamientos, mediante ideogramas que representaban sus palabras y objetos. Hacia 2600 a.C., los símbolos pictográficos ya se diferenciaban claramente del ideograma original. En el templo de E-anna en Uruk, donde se adoraba a la diosa Inanna, fueron hallados los primeros vestigios de escritura. A medida que cientos de miles de tablillas se fueron desenterrando y traduciendo fue surgiendo un nuevo mundo intelectual. En estas tablillas se reflejaba todo el quehacer, sentir y pensar de los pueblos que habitaron Mesopotamia. Enheduanna, la primera autora conocida de la historia de la literatura, vivió tan sólo 350 años después de que se desarrollara la escritura en Sumer. Fue nombrada por su padre, el rey Sargón de Acad, suma sacerdotisa del dios de la luna, Nanna, y de la diosa-madre Inanna, cuyo Descenso a los Infiernos es el tema principal del Himno que le dedicó, y que nos ha llegado a nosotros, 4.300 años más tarde. La princesa fue educada en la corte con refinamiento y, posiblemente, iniciada en los Misterios en las escuelas sacerdotales que existían en torno a los zigurats, las torres de Babel. Investigadores de Historia Antigua y especialistas en el idioma sumerio tradujeron los poemas compuestos por la poeta. Himnos sagrados, cantados o recitados, se convertirían en puente para elevar el alma hasta ponerla en contacto con el más allá, con lo superior. En ellos expresaba su admiración e irritación hacia la diosa Inanna. Asumió el papel activo en cultos, mitos y ceremonias vinculados con fiestas consagradas a la diosa-madre, vinculando los atributos femeninos con otros que hacen propicia la abundancia y la prosperidad por medio de la exaltación erótica. A través de sus escritos se convierte también en la primera cronista, narrando el derrocamiento de Lugalzagesi por su padre y el destierro de la familia real. Enheduanna presenció otros acontecimientos no menos terribles, como el asesinato de su hermano y su tío, sucesores de su padre en el trono; así como un terremoto que sepultó el reino. Es poco lo que se sabe de ella pero, a través de sus himnos y poemas, podemos vislumbrar una mujer con gran personalidad (Vázquez Hoys, 2009).
Estos poemas fueron escritos sobre tablillas de arcilla. Lo que se conserva son las trascripciones de algún original, realizadas unos 2000 años antes de nuestra Era. Se encontraron en las excavaciones realizadas en diversos templos, principalmente en Nippur (Mesopotamia), sede del culto a Inanna. Muchas tablillas se fragmentaron, y sus partes tomaron rumbos distintos: algunas fueron rescatadas por arqueólogos profesionales, otras entraron en el mercado de antigüedades. Las colecciones principales quedaron en Estambul y en Filadelfia. Casi un siglo entero de estudios debió transcurrir, para reflotar el asirio, el acadio y luego la lengua sumeria, e intentar en seguida la trascripción de esos fragmentos dispersos, procediendo a su unión. Los poemas o cantos a Inanna son la culminación de un trabajo arqueológico y lingüístico muy refinado y de enorme dedicación, en el cual destacan los nombres de Chiera y Kramer. Desde los años 40 se han venido facilitando escasas trascripciones y traducciones al inglés de estas obras, en la medida en que se han podido ir realizando. Son poemas en verso ritmado y rimado. El ritmo se construye en el manejo de consonantes o vocales muy marcadas, en el compás silabeante de esta lengua; la rima se reparte en ciertas zonas del verso, marcando un rimado al interior y al final del verso, en donde la repetición juega un papel armonizador y enfatizador. Las rimas tienden a independizarse, a conformar islotes de resonancia y sentido propios e invocan inevitablemente construcciones paradigmáticas en el imaginario mitológico (Vázquez Hoys, 2009).
Inana’s descent to the nether world: composite text
Poema o canto a Inanna: los cinco primeros versos del Descenso al Mundo de los Muertos
an gal-ta ki gal-ce jetug-ga-ni na-an /gub)
dijir an gal-ta ki gal-ce jectug-ga-ni na-an-/gub)
inana an gal-/ta ki gal-ce jectug-ga-ni na-an/gub)
nin-ju an mu-un-cub ki mu.un-cub kur-ra ba-e-a-ed
inana an mu-un-cub-ki mu-un-cub kur-ra ba-e-a-ed
El énfasis muy sonoro de algunas terminaciones hace suponer una presencia colectiva. Hay insistencias, repeticiones que hacen suponer la presencia de un coro. Nos hallamos ante una forma poética que contiene de forma manifiesta muchos de los elementos que en la antigüedad habrían de culminar en la tragedia griega. No se descarta en estos recitales medio orientales, un comentario actuado, con algún acompañamiento instrumental. Algo de eso ocurría en las representaciones rituales egipcias vinculadas al ciclo de Osiris-Horus. Las obras a que aludimos, “El Descenso de Inanna al mundo de los muertos” y “La Exaltación de Inanna” tienen además otra doble importancia: son posiblemente, y hay fuertes probabilidades de que lo sea en el último caso, la primera obra de autor conocido, sin duda, de la primera escritora que dejó su nombre (Enheduanna). Y no sólo son poemas: contienen estos textos mucha información de valor histórico, biográfico y religioso (Vázquez Hoys, 2009).
Montaje audiovisual sobre la figura de la princesa Enheduanna, Alta Sacerdotisa en Ur.
Versos 1-33 del Himno a la diosa Inanna NIN-ME-SCHARA. Cantado en sumerio (Machuca, 2013).
Sargón I de Acad, conocido por ‘el grande’, fue el primer rey de un imperio unificado. Reunía bajo su gobierno las ciudades-estado de la alta y de la baja Mesopotamia. En la batalla de Uruk, hacia 2271 a.C., venció la última resistencia y controló desde entonces una vasta región, desde el Mediterráneo hasta el Mar Rojo, hasta el día de su muerte, acaecida hacia 2215 a.C. Sargon se casó con Tashlultum, de la que tuvo varios hijos; entre ellos a Enheduanna, a la que instaló como Gran Sacerdotisa del Dios-Luna Nanna (también conocido como Sin) en la ciudad de Ur. Era una inteligente decisión estratégica puesto que Ur era una de las ciudades más importantes de la recién conquistada región de Sumeria, al sur de Mesopotamia, y uno de los más importantes santuarios de Nanna-Sin, el dios principal del panteón de la época. Sus funciones eran por tanto religiosas y políticas, y debió cumplirlas meticulosamente porque su puesto se institucionalizó y perduró tras su muerte. Su existencia histórica está demostrada por un disco de alabastro hallado en la zona más secreta del templo de Nanna en Ur (mostrado abajo), y por otras piezas de joyería. Pero, aunque su advocación oficial era Nanna la pasión de Enheduanna, claramente era su hija en el panteón mesopotámico: Inanna, diosa de la guerra y del amor, reina de la primavera/verano (los sumerios sólo conocían el verano y el invierno, la primavera estaría representada, por tanto, por el verano), resucitada de entre los muertos tras bajar al Inframundo a enfrentarse con su némesis y casada con Dumuzi, rey del otoño/invierno. Asociada con el planeta Venus, es la posterior Ishtar, y se la identifica con la Afrodita griega y la Astarté fenicia, y a través de ellas con la Venus romana la Diosa Madre por excelencia, cuya mitología es clave en la creación de la virgen María cristiana. Inanna no sólo reinaba sobre la guerra y el amor (que no el matrimonio), sino que mediante un subterfugio (emborrachándolo) había conseguido robar al poderoso dios Enki los ‘Me’, las invariables reglas de conducta necesarias para la civilización humana; los algoritmos del comportamiento más avanzado, como los oficios del pastor, el herrero o el escriba, las dignidades de los sacerdotes, las historias del descenso y ascenso del Inframundo o la narración del diluvio. Adoptaba así las características de Prometeo, robando aspectos vitales de la civilización a los mismos dioses para dárselos a los humanos. Simbólicamente la igualdad o incluso preeminencia de Inanna frente a su padre Nanna-Sin representaba el derecho de los Acadios a gobernar a los Sumerios en pie de igualdad (Vázquez Hoys, 2009).
Adorno sumerio
destinado a cubrir
la cabeza de la mujer
Enheduanna compuso numerosos poemas o cantos de temática religiosa, algunos en forma de himnos, otros directamente dirigidos a Inanna. De los himnos se conservan 42 que exaltan diversos templos en ciudades de Sumeria y Acad como Eridu, Sipar y Esnunna, recuperados de 37 tabletas procedentes de Ur y Nippur, lo que demuestra que se usaron durante siglos en las devociones. Constituyen uno de los primeros intentos conocidos de sistematizar una teología; explícitamente Enheduanna escribe que ‘algo se ha creado que nadie creó antes’. Además escribió la ‘Exaltación de Inanna’ o ‘Nin-Me-Sar-Ra’, 153 líneas dedicadas a la diosa en las que Enheduanna narra también su propia expulsión de Ur (¿a qué fue debida?) y su posterior retorno a la ciudad. También se conserva un ‘Himno a Nanna’ y fragmentos de otros trabajos, así como un himno dedicado a ella por un autor posterior que narra su apoteosis (su deificación tras su muerte). Especialistas en la literatura mesopotámica creen que otros textos podrían ser también obra suya (Vázquez Hoys, 2009).
De modo que puede afirmarse que el primer autor conocido de la historia, con nombre, circunstancias personales y su propia entidad como persona, era una mujer. Antes de ella no nos consta que las personas que creaban o inventaban algo quedaran asociadas a sus creaciones; de hecho sabemos que en la cultura mesopotámica la actividad de la construcción de templos y edificios era casi sagrada, y sin embargo no había un personaje equivalente a nuestro arquitecto, en el sentido de un creador. Mucho menos lo había en las representaciones de las pinturas rupestres, o entre las narraciones y poemas de la literatura oral anterior a la escritura. Enheduanna no es sólo la más antigua autora literaria que conocemos, sino la prueba de un cambio en la relación entre la gente y la cultura; el nacimiento de una idea antes desconocida, la de que una obra tiene un autor, que una creación cultural deriva de una persona particular. Que la primera obra literaria con autor conocido provenga de una mujer también nos hace reflexionar sobre el papel que en la cultura y en la historia ha tenido este sexo. Tal vez las sociedades del remoto pasado, de hace casi 4500 años, no fueran tan primitivas como tendemos a imaginarlas (Vázquez Hoys, 2009).
Que la primera obra literaria con autor conocido provenga de una mujer en un mundo como el sumerio podría sorprendernos. Sin embargo, si tenemos en cuenta que en la ciudad-estado de Sumer las mujeres disfrutaron de derechos que no volverían a recuperar hasta bien entrado el siglo XX la sorpresa es menor. Eran dueñas de su dote, de las riquezas obtenidas con la dote, podían testar y heredar, podían estudiar y trabajar al margen del esposo… Sólo en una sociedad así pudo surgir una mujer como Enheduanna. Resulta, además, muy significativo que la escritura y el oficio de escriba tuvieran a diosas por patronas. Y es más significativo que el 80% de la poesía sumeria encontrada parezca escrita por mujeres, según los últimos estudios de estilo realizados (Vázquez Hoys, 2009).
Encontrado en el área de Giparu, santuario del templo de Ur, en 1927, cuando la Universidad de Pensilvania realizaba unas excavaciones, el disco se encontró en pedazos y hubo de realizarse una ardua labor de reconstrucción. Afortunadamente, una copia del mismo disco, realizada en 1900 a.C. en Babilonia, facilitó la tarea. Actualmente se exhibe como parte de la colección del Museo de la Universidad de Filadelfia. En él aparecen representadas cuatro figuras que realizan un ritual de ofrendas a la deidad lunar (Nanna), entre ellas destaca la sacerdotisa Enheduanna (la segunda figura). En el reverso del disco aparece una inscripción que informa sobre la princesa como sacerdotisa e hija de Sargón de Acad. Érase una vez una princesa que permaneció dormida más de 4.000 años bajo el peso de la arena del desierto. Hasta que, en 1927, el británico Sir Leonard Woolley la descubrió. Con ocasión de unas excavaciones, a cargo del Museo Británico y de la Universidad de Pensilvania, en el templo de Ur, al sur del actual Irak, este arqueólogo encontró un disco de alabastro de 25,6 cm de diámetro que desvelaría la existencia de una poetisa mil setecientos años antes de Safo. El disco pertenece a un periodo de la historia antigua de Sumer, en Mesopotamia. Se considera que esta región de Oriente Medio fue la cuna de la civilización y a ella se atribuye la aparición de la escritura, además de numerosos conocimientos matemáticos y astronómicos. El disco corresponde al imperio acadio, fundado por el rey Sargón de Acad: el primero de la historia. Hasta su descubrimiento no se sabía si el legendario Sargón era un mito o un personaje histórico real. Tampoco se tenía constancia de su hija, Enheduanna, descendiente de la reina Tashlultum. Nació en Acad hacia 2300 a.C., fue educada en la corte y nombrada Suma Sacerdotisa del dios de la Luna, Nanna. La importancia del disco no radica sólo en ser una prueba histórica de la existencia de Enheduanna, sino que también ofrece un retrato suyo tallado, realizando un ritual para su amada Inanna. Tras el hallazgo, las excavaciones arqueológicas continuaron y se encontraron tablillas de arcilla con 48 poemas de la Suma Sacerdotisa, alcanzando 4.200 líneas, todos ellos firmados por ella misma, con lo que fue la primera autora de la historia. Empezó a escribir apenas 350 años después de que la escritura estuviera constituida por completo. Dado el mal estado de estos descubrimientos y la dificultad añadida de que estaban escritos en sumerio y acadio, lenguas entonces todavía por descifrar, se tardó bastantes años en conocer su contenido. No fue hasta la década de los sesenta (del siglo XX), gracias a William W. Hallo y J.J. A Van Dijk, que pudimos conocer la obra literaria de esta autora compuesta por 42 himnos a templos, 3 al dios Nanna y 3 a la diosa Inanna. Leyendo estos documentos, se escucha la voz de Enheduanna hablándonos a través de los siglos y dejando testimonio del derrocamiento, el destierro y la posterior recuperación del trono usurpado. También dejó constancia del asesinato de su hermano y de su tío, ambos sucesores al trono, y de un terrible terremoto que asoló el reino. Por lo tanto, fue también la primera cronista de la que se tiene constancia. Los poemas dedicados a Inanna son de alto interés por sus aportaciones en el campo de la teología y la psicología. En ellos trata cuestiones tan variadas como la existencia de una deidad única, la facultad de las emociones para arruinar relaciones, el poder de destrucción de la naturaleza, cómo superar la pérdida de forma integra o cómo vencer la dependencia. En sus escritos encontramos historias muy parecidas a las que bastantes años después se recogerían en la Biblia, como el Jardín del Edén o el Génesis. Destaca su devoción hacia la diosa Inanna. El padre de Enheduanna respetó la tradición al destinarla al dios Nanna y ella se decantó por la hija de éste, diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. La situó en lo más alto de la jerarquía divina y llegó incluso a designarla como la única deidad existente. La influencia de Enheduanna abarcaba todo el imperio y usó su situación para crear y promover su visión del mundo. Si tenemos en cuenta que los templos eran el centro no sólo de la vida religiosa, sino también de la económica y social, podemos imaginar el poder e impacto que tuvo su obra. Sus textos la sobrevivieron, dado que se han encontrado copias hechas en escuelas de escribas de hasta casi quinientos años después de su muerte. Roberta Binkley, profesora en la Universidad del Estado de Arizona y especialista en su obra afirma que el proceso creativo de Enheduanna parece resultar de la intima interacción con la diosa (Garzón, 2012).
Disco de alabastro
donde aparece la princesa
Enheduanna en una procesión
Nombre de Enheduanna en cuneiforme acadio
Enheduanna es un título acadio que significa “La Alta Sacerdotisa
[llamada] Ornamento del Cielo” (Wolkstein & Kramer, 1983).
‘en’ = alta sacerdotisa / ‘hedu’ = ornamento / ‘anna’ = del cielo
Nanna era el dios-Luna sumerio, una de las mayores divinidades del panteón mesopotámico en Ur. Otras hijas de los reyes que dominaron Mesopotamia tomaron el mismo título, como Enmenanna, hija de Naram-Sin de Acad, e incluso la hija de Nabonid, rey de Babilonia ya en el siglo VII a.C. (Vázquez Hoys, 2009).
La princesa Enheduanna vivió en un templo cercano al actual Golfo Pérsico. Recientes excavaciones demuestran que se trataba de una comunidad dedicada a actividades como la panadería, carnicería y elaboración de cerveza. Enheduanna tenía encomendada, entre otras, la tarea de dirigir la actividad agrícola en el templo y la pesca local. Como Suma Sacerdotisa ostentaba un puesto sumamente poderoso ya que era la única que podía nombrar a cualquiera de los mandatarios de la ciudad. Enheduanna vivió un momento en el que se desarrollaba en Sumeria y Babilonia la astronomía y las matemáticas. Estas disciplinas fueron controladas por los sacerdotes y sacerdotisas de las ciudades. Junto a otros sacerdotes, creó varios observatorios dentro de templos religiosos para poder ver las estrellas y la luna. Se hicieron mapas de los movimientos de cuerpos celestes. También ayudó a crear uno de los primeros calendarios religiosos, que hasta hoy son usados por algunas religiones para la celebración de Pascuas cristianas y hebreas, y otros eventos religiosos. Los sucesos de esa época convulsa, inevitablemente, influyeron en su obra y a través de sus escritos podemos vislumbrar su personalidad fuerte, decidida, capaz de encarnar los distintos aspectos de Inanna como Diosa Madre y Dadora de Vida, benévola, pero también terrible como Diosa Guerrera, capaz de enfrentarse al caos y restablecer el orden. Enheduanna, que presenció acontecimientos terribles durante su juventud, se convirtió también en la primera cronista de la historia al narrar los asesinatos de su hermano Rimush y de su tío Manishtusu, sucesores de su padre en el trono; así como un terremoto que sepultó el reino, al comienzo del reinado de su sobrino, Naram-Sin, segundo rey de la dinastía de Acad. A su muerte, bajo el reinado de Naram-Sin, la sucedió en su alto cargo la hija de éste Enmenanna. Las funciones de princesa y Suma sacerdotisa sentaron precedentes en la historia sumeria, imitada durante los 500 años. Según estudios de Willian W. Hola, Enheduanna fue una personalidad ”que marca la pauta en sus tres roles para muchos siglos posteriores”. Otras hijas de los reyes que dominaron Mesopotamia ocuparon aquella misma función. De hecho los nombres de las sacerdotisas aparecen en las listas históricas, así como las de los reyes. Durante cinco siglos, reyes y sacerdotisas formaron el gobierno sumerio, ejemplos de ello fueron, como hemos dicho, Enmenanna, o la hija de Nabonid, rey de Babilonia en el siglo VII a.C. Para el conocimiento de su obra literaria contamos con las tablillas que desarrollan los himnos y poemas de esta princesa, en versiones sumerias y acadias. Cuando escribió el Himno a Inanna no sólo ejercía de poetisa, sino que compuso el poema para ser cantado en un determinado ritual, consciente del efecto de la repetición de palabras y de sonidos concretos, probablemente asociados a notas musicales. Estos himnos, palabras sagradas, cantadas o recitadas servirían para elevar el espíritu hasta poner a la autora en contacto con los dioses (Machuca, 2013).
Inanna. Reina del Cielo y de la Tierra
Sus Historias e Himnos de Sumer
(Traducido al español por la poeta mexicana Elsa Cross)
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La historia de la diosa Inanna, uno de los mitos más importantes de la Antigüedad, puede conocerse a través de Inanna. Reina del cielo y de la tierra. Libro cuyo resultado se debe a la ardua investigación que realizaron durante décadas Diane Wolkstein y Samuel Noah Kramer, especialistas en la cultura sumeria. La importancia de Inanna recae en que es la primera diosa de la que se tiene registro en el mundo, siendo, además, la amada divinidad de los antiguos sumerios, a quien la civilización acadia le rendía culto. Dichos registros, acerca del culto a la diosa Inanna, anteceden en dos milenios a los escritos bíblicos y su importancia es enorme para los estudiosos de la Antigüedad. Inanna es un personaje mítico, una diosa del cielo y de la tierra, que en Sumeria fue adorada como diosa de la fertilidad, del amor y de la guerra… Fue una diosa poderosa que cumplía eficazmente con todo cuanto se le proponía y fue, además, un verdadero paradigma. El culto que los sumerios rendían a la diosa Inanna servía para propiciar los poderes de esta deidad femenina. El libro de Wolkstein y Kramer Inanna. Queen of Heaven and Earth: Her Stories and Hymns from Sumer (1983) configura un retablo biográfico de la primera diosa de la que se tiene registro en el mundo, desde su adolescencia hasta su madurez y transformación en divinidad. Se trata de una historia de amor en la que una mujer completa un viaje a fin de sufrir una transformación y encontrarse con su pareja: Dumuzi, para finalmente renovarse como diosa. Inanna protagoniza este mito cosmogónico que originó una civilización En los templos de Inanna había sacerdotisas que eventualmente la representaban. Había incluso unión sexual entre el rey y alguna sacerdotisa porque se pensaba que de esa manera Inanna traería todos los poderes de fertilidad, el poder de la diosa Inanna sobre el reino. Había una serie de ritos sumerios que culminaban con esa una unión sagrada. Además, el culto a esa amada deidad comprendía también la escritura de himnos y poemas. De tal manera que la importancia de Inanna para la civilización sumeria radica en que era una de las diosas principales de los sumerios. Después se convierte en una diosa de Babilonia, pero Inanna sigue siendo la misma. Fue una diosa con una gran influencia a lo largo de mucho tiempo (Cross, 2011).
Samuel Noah Kramer (1897-1990), experto en la historia y cultura sumeria, y Diane Wolkstein (1942-2013), narradora y experta en folclore, fueron los encargados de traducir, ordenar y combinar las tablillas cuneiformes que comprenden el ciclo de esta diosa. El resultado fue la publicación en 1983 de Inanna. Queen of Heaven and Earth: Her Stories and Hymns from Sumer, editado por Harper & Row. En esa edición, Diane Wolkstein escribió hace casi tres décadas que esa primera historia de amor de la que se tiene registro en la historia de la humanidad, “tierna, erótica, impactante y compasiva, es más que un entretenimiento momentáneo. Es una historia sacra que tiene la intención de conducir a su audiencia a un nuevo sitio espiritual. Con Inanna entramos a un lugar de exploración: el lugar donde no todas las energías han sido dominadas o puestas en orden”. Resulta, pues, imprescindible acercarse a Inanna en relación con el desarrollo de la lengua acadia, su poesía, su contexto histórico mesopotámico y las funciones que desempeñaba como diosa de los sumerios. La única manera posible es a través de los textos que la princesa Enheduanna nos legó hace ya más de cinco mil años (Hernández, 2011).
Himnos, poemas y otros registros sobre el culto a la diosa sumeria son los que emplearon Diane Wolstein y Samuel Noah Kramer para crear Inanna. Reina del cielo y de la tierra. El experto en Sumeria, S.N. Kramer (1897-1990), y la narradora D. Wolkstein tradujeron, ordenaron y combinaron las fragmentarias tabletas cuneiformes que comprenden el ciclo de Inanna para crear un retablo biográfico de la diosas, desde su adolescencia hasta su madurez y transformación en divinidad. De la labor de estos expertos en la cultura sumeria, Elsa Cross destacó que “el doctor Kramerfue uno de los principales traductores del sumerio, una autoridad sobre la cultura y la traducción del sumerio”. El trabajo de Wolkstein para la conformación de este libro fue “darle a todos los poemas de Inanna la forma en que aparecen en esta edición. Ella los estructuró. Puso primero el poema en que Inanna aparece como un jovencita, una adolescente, luego, el poema en el que se casa, luego, el poema en que es reina, etcétera; estructuró todo para que pudiera apreciarse como un ciclo completo”. Pero el mérito de ambos “fue volver más asequibles algunos términos. Volver, en general, más asequible el texto a un público no especializado de lectores”. Cross recordó la importancia de la civilización sumeria para la humanidad. “Tiene muchísima importancia porque ha sido una de las civilizaciones más antiguas. Sentó muchas de las bases para todas las civilizaciones posteriores. En Sumeria ya había escritura, lo cual, en muchas otras culturas no existía en esa época”. Además, agregó, “en Sumeria había leyes, registros donde aparecía el código de leyes. La vida de la gente estaba estructurada de la manera en la que la conocemos: con centros, monumentos, etcétera. Ellos tenían una vida urbana muy desarrollada, aunque desde luego, tuvieron también el durísimo trabajo de campo” (Hernández, 2011)
Continuamos en el mismo escenario, donde se desarrollaron otras narraciones que también implicaron a mujeres extraordinarias: el Próximo Oriente, un conjunto extenso de tierras del Asia Occidental: entre el Mar Egeo y el Golfo Pérsico, cabo Caso al norte hasta Cáucaso al sur, el desierto Arábigo y el Sáhara. Dentro de este vasto territorio existieron regiones muy importantes, como Mesopotamia que quiere decir “tierra entre dos ríos” (Tigris y Eúfrates) y abarca actualmente Irak y el este de Siria (Vázquez Hoys, 2009).
(SIGLO XII – IX a.C.)
Hacia 1250 a.C. en las montañas del Cáucaso se desarrolló un nuevo tipo de metalurgia, la del hierro. Durante ese período la región había sido controlada por los hititas, pero con su caída, el manejo del nuevo metal pasa a los asirios. Es posible que el dominio de esta nueva técnica contribuyese a las posteriores victorias militares de los asirios, al dotarles de armas más resistentes que las de sus pueblos vecinos y proporcionarles un bien valioso con el que comerciar. Siendo o no así, lo que es cierto es que en 1115 a.C. llegó al trono asirio Teglatfalasar I, quien emprendió una campaña de conquistas hasta recuperar el territorio poseído durante el reinado de Tukulti-Ninurta I. En 1103 a.C. atacó y venció a Nabucodonosor I de Babilonia. Ya hacia el siglo X a.C. un nuevo pueblo semita emergió del desierto de Arabia, fueron los arameos. Durante el reinado de Teglatfalasar I, Asiria consiguió mantenerlos fuera de sus fronteras, pero tras su muerte, los arameos comienzan a penetrar en el país, debilitándolo durante el siglo y medio siguiente. Esta situación fue aprovechada por los pueblos cercanos para fortalecerse. Es el período de auge de los reinos de Israel –reinado del rey David– y de Damasco. En 911 a.C. Adad-nirari II ascendió al trono de Asiria, quien tras reorganizar el ejército consiguió derrotar a los principados que los arameos habían fundado. A este rey le sucedió Tukulti-Ninurta II, quien sólo reinó cinco años. Durante este período se incrementó la explotación y los suministros de hierro disponibles, lo cual permitió equipar completamente al ejército con armas de este metal. Otro factor decisivo fue el desarrollo de maquinaria de asedio, como el ariete, que permitió el derribo de murallas y por tanto acabó con la necesidad de organizar largos asedios para tomar las ciudades. Todos estos avances los aprovechó Asurnasirpal II quien consiguió derrotar definitivamente a los principados arameos, llegando hasta el Mediterráneo. Su sucesor, Salmanasar III, también contó con esta ventaja, pero sus fuerzas estuvieron divididas en tantos frentes que no consiguió infligir ninguna derrota definitiva a sus enemigos. Sus principales oponentes fueron el reino de Urartu –situado al norte del Imperio asirio, en torno a la actual Armenia–, la tribu semítica de los caldeos –proveniente de Arabia– y los medos, de origen indoeuropeo. Estos últimos introdujeron en la región un tipo de caballo, posiblemente conseguido mediante crianza, de mayor tamaño y fuerza, de forma que podían ser cabalgados por una persona. Este avance se expandió rápidamente, llegando a Asiria al tiempo que los nuevos pueblos (Vázquez Hoys, 2009).
Babilonia durante el dominio asirio
(siglo XII – IX a.C.)
Antes de la muerte de Salmanasar III su hijo mayor se rebeló tratando de tomar el trono, llegando esta revuelta hasta la muerte del rey, tras la cual será su hijo menor –Shamshi-Adad V– el que heredará el trono y derrotará a su hermano. Tras su muerte su hijo Adadnarari III, aún un niño, recibe el título, pero debido a su edad será la mujer del rey, Semíramis, la que gobierne como regente (Vázquez Hoys, 2009)
SEMÍRAMIS
(FINALES IX – VIII a.C.)
Según una antigua leyenda griega, Semíramis fue reina de la antigua Asiria durante años. Se le atribuye la fundación de numerosas ciudades y la construcción de maravillosos edificios en Babilonia, con sus palacios y hermosos jardines colgantes. Conquistó Egipto y, según las narraciones griegas, ascendió al cielo en forma de paloma. Algunos historiadores la identifican con Sammuramat, reina histórica de Asiria, esposa de Shamshi-Adad V y regente de su hijo Adadnarari III. En ese caso habría nacido en el siglo IX a.C., reinado entre 810 y 805 a.C. y muerto en el siglo VIII a.C. Cuenta la leyenda griega que hace unos 2800 años, Derceto, una diosa asiria, tuvo un devaneo deshonroso con un sacerdote, resultas del cual quedó en cinta. Abrumada y arrepentida, mató al padre y abandonó a la criatura en el desierto. Después, se arrojó al agua, donde sus pies se transformaron en aletas, como símbolo de su falta. Pero aquel recién nacido abandonado en el desierto sobrevivió, gracias a un pastor de nombre Simas que, al hallarla huérfana, la adoptó y decidió llamarla Semíramis, que en idioma asirio significa “paloma”. Creció Semíramis en belleza y lozanía, al punto que llamó la atención de Oannes, general del ejército asirio y gobernador de Siria. Nos advierte la narración que no se conformó la bella Semíramis con acompañar a su nuevo esposo en la toma de la ciudad de Bactres, sino que participó activamente en la contienda, destacándose por su valor y sagacidad. En efecto, varios autores literarios destacan el carácter guerrero y decidido de la joven Semíramis, habiendo quienes afirmaron incluso de su propensión a participar activamente en la batalla vestida de hombre. Así, Johan Boccaccio, en su obra “De las mujeres illustres” en romance, de 1494, afirmaba que: “se vistió como hombre y fizo y exerció muy ásperamente la arte militar y del campo. Y no solamente conservó el reyno de su marido, mas ahun fizo el adarbe de Babilonia y acrescentó su reyno fasta la India”. Pero Semíramis aún no era reina, sino mujer de un general. Sin embargo, su actuación en Bactres llamó la atención del mismo Shamshi-Adad V, rey de los asirios. El monarca, extasiado por la joven guerrera, y atendiendo a los deseos de la propia Semíramis, obligó a su general a renunciar a su esposa a cambio de su propia hermana, la princesa Sosana, advirtiéndole de que si no aceptaba el trato le arrancaría los ojos. Oannes optó, sin embargo por quitarse la vida. Y es así que Semíramis se convirtió en reina, y acompañó a Shamshi-Adad V en su triunfal campaña contra Mesopotamia. Engendró un hijo de nombre Adadnarari III, y se solazó en sus sueños de grandeza: iba a trasladar la corte a la famosa Babilonia, la joya del mundo. Pero su regio esposo no compartía esos sueños de grandeza; a él le gustaba Assur, ciudad más modesta y sobria, acorde con su talante batallador. Comenzaron entonces las disputas conyugales en palacio, que terminarían finalmente con la muerte de Shamshi-Adad V a manos de unos generales, en una clara conspiración urdida por su ambiciosa mujer. Con apenas veinte años Semíramis, conocida bajo el nombre histórico de Sammuramat, gobernó el imperio asirio durante cinco largos años… De inmediato trasladó la corte a Babilonia, donde dio comienzo un proyecto urbanístico impresionante. Rodeó la ciudad con murallas de 12 metros, que se adornaron con 150 Torres. Construyó un puente sobre el río Eúfrates y un muelle para el comercio de 30 kilómetros, amén de muchos templos, palacios, caminos y acueductos. Fue bajo su mandato que se construyeron los famosos jardines colgantes, una de las ocho maravillas del mundo antiguo. Su impulso guerrero le granjeó tan grande fama que su leyenda ha sido narrada en la literatura durante siglos. Todo comenzó con una revuelta en Media. Después de sofocarla, y ya lanzada a la guerra, inició un plan de conquistas que le llevó a someter a Persas, Libaneses, Etíopes, Armenios, árabes o Egipcios, prácticamente la totalidad de su mundo; e incluso se atrevió a invadir la India, siendo capaz de llegar, además, hasta el río Indo. Pero fue derrotada por los elefantes, y resultó herida. Finalmente, regresó a palacio con los agotados restos de su ejército… Fue sin duda Semíramis la soberana más poderosa de la historia de su tiempo, una mujer de fuerte carácter, de quien se cuenta que una mañana de otoño, mientras tomaba un baño, al comunicársele unos conatos de rebelión en la ciudad, salió a la calle mojada y a medio vestir y en su enfado se enfrentó ante la multitud, a la que convenció con su elocuencia. Nada más terminar, regresó para retomar su aseo vespertino. Tuvo fama de casquivana y licenciosa, achacándosela siempre desproporcionados relatos de perversiones (vid. Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, f. 6 r y ss.) A este respecto, aparece Semíramis nombrada en la Divina comedia de Dante como “poderosa emperatriz y (de nuevo) desenfrenada en el vicio de la lujuria”. Para dejar constancia de sus hazañas, esta extraordinaria mujer puso estelas por donde pasaba y, según cuentan las narraciones griegas, Alejandro Magno encontró algunas 500 años más tarde, cuando retomó el camino de la reina asiria. En una de ellas, se vanagloriaba Semíramis de “haber contemplado los cuatro océanos”. Un oráculo había predicho que esta valiente mujer habría de reinar hasta que su hijo conspirase contra ella, y, en efecto, a su regreso se enfrentó a la traición de su vástago. Sofocó la revuelta de su hijo, pero abdicó en él y se exilió.
Semíramis
(finales IX – VIII a.C.)
LILITH [1]
EL MITO DE LILITH EN LA EPOPEYA DE GILGAMESH
Recogidas, aunque escasamente en los textos bíblicos, unas antiguas narraciones nos cuentan que existió en Mesopotamia, 3000 años antes de nuestra era, una mujer de belleza extraordinaria, indómita, inteligente, enigmática, perversa, vital, inquieta, inquisitiva y segura de sí misma, llamada Lilitu (en acadio). Su nombre en sumerio proviene de Lil “Aire” o Lili “aliento”, “viento” o “espíritu”. Su plural sería Lilitu. Se la relacionaba con un demonio capaz de desencadenar tempestades, el cual habitaría en el desierto y debilitaría la salud de las tribus nómadas que lo recorrían. Algunos han supuesto que el nombre proviene del hebreo Laylah (ליל) o “layil” “noche”, pero es una confusión debida a una mala traducción de (לילית) “Aire” o “Espíritu” (Kahan, 1996).
A menudo aparece como un monstruo melenudo de la noche, de la misma forma que en el folklore árabe. Salomón sospechó que la reina de Saba podía ser Lilith, porque tenía las piernas cubiertas de vello. Se emparenta a Lilith con los demonios Lilu, Ardat Lili e Idlu Lili. Pero también se le identifica con la cara oscura de Ishtar o la mano derecha de Inanna, la diosa sumeria del amor y la guerra, y con Lamashtu el demonio babilónico que asesinaba niños, quien a su vez puede estar relacionada con el mito griego de la reina de Libia, Lamia. En particular es un demonio nocturno que acostumbraba asesinar niños, por lo que los babilonios acostumbraban a invocar a Marduk para que la alejara de sus bebes:
“Gran señor del país, que dominas todas las regiones, genio protector, bienhechor, que das vida al muerto, invoco tu nombre y declaro tu grandeza, que salga el mal del enfermo, espíritu malo, espectro malo, dios malo, Lilu, Lilit, y las siervas de Lilit, enfermedad maligna, trabajos malos, suciedad, lengua mala, salgan de mi casa…”
Y a Ishtar, la diosa madre de la naturaleza:
“(…) ¡Oh, Isthar, sacrifiqué una cabrita y extraje su piel, pues todo es mal, toda cosa no buena… Lilu, Lilit, las siervas de Lilit, brujerías, escupidas mágicas, suciedad, malas artimañas, que se aparten de él y se distancien, que él pueda vivir en su cuerpo, procúrale salud (…)!”
Lilith vivía, según los antiguos relatos, entre las ramas del árbol Huluppu (probablemente un sauce), aquél que después de la creación del universo había crecido a orillas del Éufrates y que, más tarde, fue desarraigado por el viento del sur. Inanna, tras haberlo sacado de la corriente, lo plantó en el jardín sagrado de la ciudad de Uruk. Su intención no era otra que hacer con su leña una cama y un trono. En la base habitaría un dragón y un pájaro Ku en la parte más alta.
La historia de Lilith se relata en la antigua epopeya sumero-babilónica de Gilgamesh. El héroe cortó el árbol Huluppu, mató al dragón y obligó a Lilith a huir al desierto.
“La serpiente ‘que no descansa nunca’ había anidado entre las raíces; el pájaro de la tempestad había colocado a su cría en la copa; y en el medio, Lilith construyó su casa…Gilgamesh empuñó su hacha y golpeó con ella a la serpiente ‘que no descansa nunca’, el ave de la tempestad que anidaba en la copa del árbol huyó a la montaña con su pequeñuelo. Gilgamesh destruyó la casa de Lilith y dispersó los escombros. Taló el árbol por las raíces, golpeó su copa y luego la gente de la ciudad vino a cortarla. Dio el tronco a la brillante Inanna, para que con la madera se hiciese un lecho y un trono, y con las raíces se construyó un pukku y con la copa un mikku”
[El pukku sería un tambor, que Gilgamesh construiría con el tocón y el mikku sería un palo con el que poder tocarlo (Kahan, 1996)].
REFERENCIAS A LILITH EN TERRACOTA
“LA REINA DE LA NOCHE”
(PLACA BURNEY. RELIEVE)
La mayor adquisición con motivo del 250 aniversario del British Museum
Babilónico Antiguo, 1950-1750 a.C. / Procedente del sur de Iraq
La mayor adquisición con motivo del 250 aniversario del British Museum
Babilónico Antiguo, 1950-1750 a.C. / Procedente del sur de Iraq
Esta gran placa está realizada en arcilla cocida y la figura modelada en altorrelieve. Representa a una mujer desnuda, originalmente pintada de rojo, con alas, indicando que se trata de una divinidad del Otro Mundo. Lleva en la cabeza la corona de cuernos propia de las divinidades de Mesopotamia y, en las manos, la cuerda y el círculo, símbolos de la justicia, propias también de la divinidad. Sus piernas terminan en garras de ave de presa, como las de las lechuzas que la acompañan. La parte trasera estaba originariamente pintada en color negro, sugiriendo este detalle que esta divinidad estaba asociada a las tinieblas o la noche, por lo que se le da el nombre de “Reina de la noche”, además de Placa Burney, por el nombre de sus primeros propietarios. La figura está sobre la espalda de dos leones, y los dibujos bajo ellos parecen indicar que se encuentran sobre montañas (Vázquez Hoys, 2009).
Sobre qué divinidad podría ser la aquí representada existen varias hipótesis:
1. Isthar, la divinidad mesopotámica del amor sexual y la guerra, en uno de sus aspectos.
2. Ereshkigal, la diosa del Infierno, hermana y rival de Ishtar.
3. Lilitu, la criatura demoníaca conocida en la Biblia como Lilit y en el Talmud bajo el nombre de Lilith.
Hipótesis acerca de la figura representada en la Placa de Burney: enlace
La placa estuvo posiblemente en un altar, pues la misma divinidad aparece en pequeñas placas hechas a molde de arcilla cruda de época paleobabilónica, desde 1850 a 1750 a.C. Un examen por termoluminescencia confirmó que la “Reina de la Noche” había sido realizada entre 1950 y 1750 a.C. (bajo el reinado de Hammurabi). La placa llegó a Inglaterra hacia 1924 y fue llevada al Museo Británico en 1933 para un estudio científico y una autentificación. Se la conoce desde su publicación en 1936 en el Illustrated London News como la Placa Burney. Hasta 2003 había permanecido en manos privadas. Pero con ocasión del 250 aniversario del Museo Británico, el Director y los Trustees of the British Museum, decidieron hacer de esta espectacular terracota la principal adquisición, siendo adquirida gracias a las generosas donaciones de Heritage Lottery Fund, the National Art Collections Fund (Art Fund), the Seven Pillars of Wisdom Fund, the Friends of the British Museum, Sir Joseph Hotung and the Friends of the Ancient Near East (Vázquez Hoys, 2009).
La Placa Burney muestra a la “Reina de la Noche” desnuda, con alas plegadas y muy hermosa. Está de pie, mirándonos, erguida sobre dos temibles leones, dos búhos nocturnos descansan a ambos lados de la diosa. Usa turbante, al modo acadio, exhibiéndolo sobre su cabeza. Los objetos que sostiene en sus manos son ephahs, símbolos de poder. Algunos estudiosos creen que la figura representa a Ishtar, dada su gran hermosa, su natural desnudez y su posición erguida sobre leones. Sin embargo, Ishtar no tenía alas, ni se le asocia a los búhos. Éste sí es, sin embargo, uno de los animales característicos de Lilith y no sólo la acompañan, también la representan. Los pies de Lilith son los de un búho o los de un pájaro Ku (petrel de la tormenta), con las garras de un pájaro de presa (como los que luce la figura alada). Lilith, además, como Señora de las bestias y de la noche, muestra en este relieve de Terracota una superioridad y desparpajo propias de una mujer independiente y libre. Una serpiente repta bajo sus garras y las bestias, a sus pies, se muestran sumisas. En la actualidad la figura de Lilith parece haber perdido su misterio, al comenzar a venderse réplicas en pequeño tamaño de su figura a modo de souvenir, desposeyéndola de toda significación y simbolismo. En el Medio Oriente se fabrican y venden estas figurillas modernas manufacturadas en diversos materiales, desde arcilla hasta latón, bronce, plata, oro e incluso plástico… (Kahan, 1996).
En el siglo XIX en Siria se encontró un relieve de terracota que mostraba una figura femenina alada. Las proporciones eran perfectas hasta las piernas, de ahí surgían unas garras de águila que se posaban sobre un león bicéfalo. El cuerpo desnudo y voluptuoso. Los brazos de tal forma que la altura de las manos coincide con la de los hombros. En una de las manos sostiene un ephah, especie de balanza para medir los granos. Se encuentra flanqueada por dos búhos que a su vez descansan sobre lo que parece ser una serpiente. Era la primera representación de la figura mítica literaria que se hallaba. Actualmente el relieve se encuentra en el Museo Británico de Londres. Como tantas otras tradiciones asirias, la de Lilith era muy conocida por los antiguos hebreos. Sin embargo, los primeros rabinos la incluyeron de una manera velada, no siendo mencionada directamente en el Pentateuco y existiendo solamente algunas breves referencias a su figura en Isaías y en Job. No ocurre lo mismo con el Talmud y la Kabbalah —la “Qabalah” en hebreo significa “recepción”, o “doctrina recibida oralmente” en la cual se encuentran las doctrinas filosóficas y teosóficas de Israel, las cuales estarían contenidas originalmente en los libros Sepher Yetzirah y Zohar, respectivamente— en donde aparece la información que ha llegado hasta nuestros días. A Lilith (nombre hebreo para designar a esta mujer) la podemos encontrar en el Antiguo Testamento en Isaías 34:14-15. Aparece como una lechuza o ardilla blanca (según la traducción), criatura nocturna o demonio del desierto (lamia), acompañada de sátiros y animales. Isaías refiere la manera en que Dios, con su espada, mata a todos los habitantes de Edom, enemigos de los judíos, quedando en el lugar los animales y Lilith:
גשו ציים את־איים ושעיר על־רעהו יקרא אך־שם הרגיעה לילית ומצאה לה מנוח
La versión de la Biblia de Jerusalén lo traduce como: “Los gatos salvajes se juntarán con hienas y un sátiro llamará al otro; también allí reposará Lilith y en él encontrará descanso”. En la versión griega de la Biblia, conocida como Septuaginta y Nácar-Colunga, se traduce Lilith por Lamia: “Y las bestias monteses se encontrarán con los gatos cervales, y el peludo gritará a su compañero: la lamia también tendrá allí asiento, y hallará para sí reposo”. Lilith mora entre las ruinas solitarias en el desierto de Edomite donde los sátiros (“se’ir”), los reems (especie de unicornios), los pelícanos, los búhos, los chacales, los avestruces, las serpientes-flecha y las cometas guardan su compañía. Lamia es la diosa adorada en Libia. Fue hija de Belus y tuvo hijos con Júpiter, los cuales fueron raptados por la celosa Juno (Hera). En venganza Lamia devoraría a los niños pequeños de otras mujeres. Su nombre puede significar “rapaz nocturna que se retuerce”, “noche”, “criatura de la noche”, etc (según las traducciones). Encontramos diosas similares en Siria (Anath) y en Egipto (Neith), las cuales se comían a sus amantes. Fue el comentarista Hieronymous, del siglo IV a.n.e., quien identificó a Lilith con la Lamia griega. Algunos analistas, sin embargo, han afirmado encontrar otras referencias distintas, ocultas en los textos antiguos. En Job 18:15, Lilith mora en la tienda de los malvados: “En su tienda morará como si no fuese suya: piedra azufre será esparcida sobre su morada”. Y en Job 18:16 el texto se refiere claramente a la leyenda de Gilgamesh y el árbol Huluppu: “Abajo se secarán sus raíces, / Y arriba serán cortadas sus ramas”. Y explica (Job 18:17) la forma en que se trató de borrar su recuerdo: “Su memoria perecerá de la tierra, / Y no tendrá nombre por las calles” (Kahan, 1996).
REFERENCIAS A LILITH EN LOS TEXTOS BÍBLICOS
GÉNESIS I / GÉNESIS II
Aunque esta interpretación pudiera parecer forzada, lo cierto es que existen dos versiones para la creación de la primera mujer. La primera de ellas (Génesis 1:27) nos dice: “Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra lo creó” [2]. La segunda versión aparece relatada en el capítulo dos, donde se nos informa que Dios se da cuenta de que no es bueno que Adán esté sólo, y entonces creó los animales. Luego hizo que Adán cayera en un sueño profundo, le extrajo una costilla —una antigua narración hebrea relata cómo Dios, sin embargo, creó a la mujer antes que al hombre— e “hizo una mujer, y la trajo al hombre”. “El hombre exclamó: ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre” (Kahan, 1996).
Actualmente sabemos que existen dos versiones distintas del Génesis: los llamados Génesis I y II. El primero es una versión más moderna creada por la escuela Deuteronómica hacia 700 a.n.e., mientras el Génesis II derivaría directamente de la mitología Sumeria. Se da una evidente contradicción entre las dos versiones y los rabinos y cabalistas han intentado a lo largo de los siglos muchas y muy distintas interpretaciones al respecto. Una de ellas sugeriría que Adán fue creado inicialmente como un ser hermafrodita (“varón y hembra lo creó”). De un lado el cuerpo era femenino, y del otro masculino, ambos unidos por la espalda. Luego Dios los dividió. Siguiendo la misma línea, existiría también otra versión en este sentido, en la que Rabbi Abba relata —en su Ha-Zobar, o Libro del Esplendor (escritos místicos del medioevo judío español que recopilan tradiciones anteriores a la era cristiana)—, que Dios creó a Adán mezclando polvo, sangre y saliva y lo puso en el Jardín del Edén. En el principio Adán reunía la condición de macho y hembra… Lo anterior implicaría, de un lado la existencia de un ser hermafrodita, y del otro, que el propio Dios poseería dicha naturaleza dual, y lo habría creado “a imagen” suya. Algunos traductores cristianos se incomodaron con esa ambigüedad y agregaron el plural “los creo”, resolviendo el problema de raíz. Algunos relatos (Bereshid Erubin 18a) decían que la idea original de Dios fue crear dos seres humanos, hombre y mujer, pero en lugar de eso diseñó un solo cuerpo con dos caras mirando hacia distintas direcciones. En el Haggadah —el libro del ritual judío que compendia las leyendas judías del Midrash y las primeras Kabbalahs— se explica que la cara femenina estaba en la nuca. Para crear a Eva, Dios separaría esas caras… Otros relatos, como Bereshid Rabba (Génesis 55 y Levítico 14.1) aceptan en su narración que Adán fue creado como un hermafrodita “con los cuerpos unidos por la espalda, por lo que la conversación era difícil y el andar imposible, entonces Dios no tuvo más remedio que separarlos, los colocó en el jardín del Edén y les prohibió ser pareja. Este ser fue serrado por la mitad, y luego se hicieron las partes posteriores con cada una de estas mitades. Adamah sería el nombre de Lilith en esta tradición, palabra hebrea empleada para “tierra de siembra”. A este respecto, en su “Banquete” Platón escribió: “Originalmente había un tercer sexo junto al masculino y el femenino. Tenía cuatro manos y cuatro pies…” (No olvidemos la clásica dualidad platónica: el mundo insensible en el que participan las ideas y el sensible de percepciones y sentidos, en donde lo que parece verdad es una mentira…; entonces ¿a qué se refería Platón? ¿Qué simboliza el “tercer sexo”?)
Lilith, excluida de los relatos del Antiguo Testamento, ha sobrevivido, sin embargo, en otras narraciones de la misma época, llegando hasta nosotros a través de no pocas y diversas fuentes de la literatura judaica, como los textos midráshicos (explicaciones judías acerca de la Biblia), o Enuma Elish y Sephir Hadar Zeqenim. En todos los textos hebreos que siguen se trata la figura de Lilith: varios sephers como el Sepher Raziel, un trabajo cabalístico sobre los secretos del cielo, la creación, los ángeles y los amuletos; el Imre Noam, el Mishna, el Massekhet Soferim, el Megilla, el Mekhilta, el Zohar escrito por Moses de León, en arameo, en el siglo XIII y que es considerado la Biblia de los cabalistas; el Midrash Alphabetot atribuido a Rabbi Akiba (siglo II después de nuestra era, pero realmente compilado muchos años después); el trabajo cabalístico de Eleazar ben Judah de Worms, llamado Sode Raza; y el Talmud (Kahan, 1996).
Y DIOS CREÓ A LA MUJER…
La primera “biografía” completamente desarrollada de Lilith se encuentra en el Alphabet de Ben Sirá (Midrash publicado en el siglo X, que recoge escritos de los siglos VII al X). De acuerdo con dicha versión de la Creación, Dios habría creado a Adán en el sexto día y Eva aún no existiría. Adán se habría dirigido a su creador implorándole (Génesis Bereshid Rabba 17-4; y B. Yebamot 63A): “¡Toda criatura tiene su pareja, yo aún no!” a fin de lograr que su creador le proporcionase una. Dios escuchó los ruegos de Adán y decidió crear a Lilith, la primera mujer, siguiendo el mismo procedimiento que había utilizado para crear al primer hombre: pero en lugar de utilizar polvo, esta vez utilizó inmundicia y sedimentos. Después crearía a una segunda mujer, Naamah (hermana de Caín). De la unión de Adán con Lilith nacería Asmodeus, rey de los demonios y también otros muchos demonios más. Algunas generaciones más tarde Lilith y Naamah se presentarían ante el trono de Salomón (Yalqut Reubeni Génesis II 21: IV 8), disfrazadas como prostitutas de Jerusalén, pidiendo justicia al rey en un caso de maternidad. El juicio de las dos prostitutas se registraría en Reyes 1 3:16. Adán no sería feliz junto a Lilith, pues cuando él deseaba yacer con ella, la mujer no estaba dispuesta a adoptar la posición recostada y sumisa que él le sugería: “¿Por qué debería yo yacer debajo de ti y abrirme para tu cuerpo? Yo también fui hecha de polvo, y por lo tanto soy tu igual, dentro y fuera, fuera y dentro”. Adán trató de forzarla y Lilith, furiosa, invocó el nombre mágico de Dios, se elevó en el aire y lo abandonó (esta escena nos recuerda al Eurípides de Medea). La discusión entre Adán y Lilith y la rebelión de esta última contra Dios hubo de ocurrir en la noche del viernes hacia el sábado, en la primera semana de la Creación y ello se tornó terrible para Adán quien se presentó ante Dios con el siguiente lamento: “Aquella que creaste para que me ayudara me ha abandonado”(Kahan, 1996)
***
Dios reunió a sus ángeles fieles Senoy, Sansenoy y Semangeloph y los envió con la orden de traer a la primera mujer, Lilith, ante su presencia. Los ángeles buscaron por todos los confines de la Tierra, por cada rincón de cada hueco hasta encontrarla, finalmente, en una tierra inhóspita, estéril, llena de oscuridad y cavidades, donde abundan los desiertos más calurosos, aledaños al Mar Rojo, y las noches más frías. En una región habitada por cientos de inimaginables demonios, se encontraba Lilith, la primera mujer, cuya lascivia causó horror a ojos de los ángeles, pues hallaron a ésta entretenida apareándose con todas aquellas bestias. Cuentan las lenguas antiguas, que de aquellas uniones nacieron los Lillim (criaturas hechas a su imagen y semejanza, según Ben Shiva, el rabino), en una proporción de sesenta cada día. Los ángeles, en obediencia a Dios, le ordenaron regresar: “Regresa con Adán sin demora, o de otra forma nosotros te llevaremos”. “¿Cómo podría regresar yo, después de mi estadía en el Mar Rojo, con Adán, mi honrado esposo y cohabitar con él, como su honrada esposa?” —replicó Lilith. “¡Morirás si rehúsas desobedecer a Dios!” —replicaron a su vez ellos. “¿Y cómo habría de morir si Dios ha ordenado que me haga cargo de todo recién nacido y que lo estrangule? Los varones hasta el octavo día, antes de su circuncisión, y las hembras hasta el vigésimo día morirán por mi mano. Si veo, sin embargo, su nombre escrito en un cordel sobre su cuello inmaculado, prometo apartarme de la criatura” —advirtió Lilith, la primera mujer. Sorprendidos los ángeles por tal acuerdo con Dios, del cual nada sabían, aceptaron las condiciones de Lilith y, sin cumplir con su misión, regresaron al Empireum. Como única represalia en favor del insatisfecho Adán, Dios determinó que castigaría a Lilith matando diariamente a cincuenta de sus vástagos (Kahan, 1996).
Algunas creencias populares de tradición reciente aconsejan grabar en un trozo de madera el nombre de los tres querubines (Senoy, Sansenoy y Semangeloph), para proteger a los niños recién nacidos de una muerte prematura. Seguramente provengan de tradiciones antiguas hebreas, derivando en rituales conocidos actuales. Se creía por aquel entonces que Lilith, la primera mujer, visitaba de noche aquellas casas donde acababa de dar a luz una parturienta y estrangulaba en la madrugada a su criatura. Las madres se acurrucaban en la noche junto a sus criaturas, durante los primeros días de vida, tratando de protegerlos de la malvada noche. Esa tradición persistió y ha llegado nada menos que hasta el siglo XIX. Los amuletos protectores son aún colocados con frecuencia alrededor o sobre la cama de una mujer apunto de dar a luz (Recordemos a este respecto la oración a Marduk y el conjuro a Ishtar que los sumerios realizaban y que hemos visto ya en la Epopeya de Gilgamesh). El Bereshit Rabba aconsejaba esparcir cenizas de carbón de leña alrededor de la cuna del bebé, creando un círculo mágico (que impediría la entrada o el contacto directo con el demonio). A veces Lilith o sus hijas las lillim lograban pasar el círculo (que no se había cerrado) y a la mañana siguiente podía descubrirse su presencia, a través de pisadas de gallos salvajes… Si los demonios lograban cruzar, en el rostro del bebé aparecería una inquietante sonrisa. Probablemente fue esa negación del placer de la cultura judía, reflejada en la sonrisa del niño, la que relacionó a Lilith con los sueños eróticos de los hombres. En las noches, en especial las de los viernes, Lilith se introduciría en la cama de los hombres que no comparten su lecho, poseedores o no de principios morales, y los seduciría en sus sueños, robándoles su semen para dar nacimiento a más de sus vástagos demoníacos. Dicen las lenguas antiguas que algunos varones se sentían oprimidos y tenían erecciones (mismo efecto que se produce durante las alucinaciones hipnagógicas, es decir, en sueños), otros intentaban luchar, moverse o gritar, pero todo resultaba inútil: Lilith los atrapaba en un abrazo cálido y a veces mortal. Esa sensación los sumía muchas veces en terribles depresiones que en la mayor parte de las ocasiones les conducían a la muerte. Para ello también existiría un conjuro, que ahuyentaría a los perversos demonios: “Conjúrote espectro, que no tienes a nadie para sepultarte, ni tienes nombre, que puedes ser nombrada de formas mil: Lilu, Lilit o la sierva de Lilit, que me poseyó, me atormenta, está preso en mi cuerpo, en mi carne, no se desprende… se esconde en lugar secreto… que la luz haga que salga el portador de mi desgracia, ahuyentando al espectro, alcanzando el mal cuyo toque es mi muerte”. Los pacientes incurables eran llamados en estos textos “los amantes de Lilith”, y nos recuerdan los escritos vampíricos que relatan cómo, bajo el influjo de sus besos, las víctimas languidecen lentamente, hasta que se unen con su amante en el beso de la muerte… (Kahan, 1996).
En una conocida narración de Martín Buher, que nos ofrece un cuento jasídico, recopilado por él mismo, se relataría un “ataque” llevado a cabo por Lilith a través de un hombre a quien ésta habría poseído. Cuando, durante una tarde, se hubo desembarazado del diabólico espectro, pidió el hombre a un rabino, de nombre Mardoqueo, que lo liberase del demonio. Sin embargo, cuando regresó a su pueblo, encontró que todos habían cerrado las puertas de sus casas y se dispuso a buscar refugio en un montículo de heno, con intención de no volver a su casa, donde seguro lo hallaría Lilith. De repente el temido espectro apareció y el semblante del hombre palideció. Se acercó a él y le dijo: ‘Ven a mí, hijo de Adán, simple mortal’. Él respondió: ‘Acércate tú a mí, criatura de la noche’. ‘No puedo, pues en ese montículo sobre el que te yergues hay una hierba que me impide aproximarme y posicionarme a tu lado’ —contestó ella. ‘¿Dime, cuál es? así podré arrojarla lejos y podrás, criatura de la noche, venir a mí’ —dijo el hombre, con voz respetuosa, casi servil, mientras le mostraba diversas hierbas—. Lilith, furiosa, observaba al campesino, que parecía sumiso y proclive a sus encantos, respondió entonces: ‘¡Ésa!’. Entonces el campesino, con gran rapidez, prendió la hierba en su pecho y se liberó de Lilith, quien, sorprendida por el cariz de los acontecimientos, huyó despavorida… (Kahan, 1996).
En el Targum Yerushalmi (Nº 6:26), se menciona una peculiar bendición, referente a las hijas de Lilith: “¡El Dios bendice el fruto de todos los partos, y preserva los bebés de los Lilim!”. Y en el Zohar (3:76b-77a) leemos: “Y yo, el sabio, declaro la grandeza de su radiación para asustar y aterrorizar a todos los espíritus de los ángeles renegados y de los espíritus bastardos, demonios, Liliths, búhos y (chacales…) y esos que atacan inesperadamente para desviar el espíritu del conocimiento…”
Volviendo a la versión del Alphabet de Ben Sirá, en la que se relatan los acontecimientos de la vida de Lilith, nos encontramos con la narración que sigue: Cuando Dios vio que el haber creado a la mujer con el mismo barro que al hombre había causado tantos problemas, reconoció que algo había salido mal con Lilith, y decidió realizar un nuevo ser, pues aquella le había resultado tan sabia como el hombre: “No la crié de la cabeza, pero ella dominó; ni de ojo, pero ella es ansiosa por ver; ni de oído, pero ella es ansiosa por oír; ni de boca, pero ella es ansiosa por hablar; ni de mano, pero ella todo toca; ni de pie, pero ella es andarina”. Esta vez se aseguraría de que no hubiera futuros lamentos y, en presencia de Adán, comenzó a crear a otra mujer, si bien ésta inferior en pensares (Génesis Bereshid Rabba 161). Tal vez fue la forma de “prepararla” lo que le dio asco a Adán, pues se utilizó en su confección sangre, huesos, intestinos, músculos y otros órganos que luego fueron cubiertos con piel. Dios añadió algunos mechones de cabello en ciertas partes del cuerpo. Adán quedó a disgusto con esta nueva compañera y Dios reconoció que había fallado una vez más. Dios hizo entonces un intento por tercera vez. Adormeció a Adán y le extrajo una costilla a partir de la cual creó a una mujer, de nombre Eva. Luego la adornó con 24 piedras brillantes como soles y procedió entonces a despertar a Adán. Al escoger una costilla para crear a Eva, Dios eliminó cualquier pretensión de independencia, que se hubiera presentado de cualquier forma al haber sido utilizada parte de la cabeza de Adán. También eliminó de ella la condición de esclava, al descartarse el utilizar los pies de aquél. La parte media del cuerpo le daba el mismo estatus que Adán, pero Dios volvió a errar, pues la segunda mujer de Adán resolvió liberarse de nuevo de su “igual” mediante el denominado “pecado original”. Dios castigó a Eva relegándola a un puesto de inferioridad: “Tú serás la segunda” Quedando ésta, la segunda mujer, bajo la potestad de su esposo Adán (Kahan, 1996).
Otras tradiciones (Génesis Rabba 134 B. Erubin 18ª) mencionan que Dios creó a esta segunda (que sería la tercera, si contamos a Naamah, hermana de Caín) de la cola que, por aquel entonces, poseía Adán. Dios la habría cortado y el coxis habría permanecido en los hombres como recordatorio del origen de Eva. Probablemente la historia de la costilla de Adán provenga de Asiria. Un relieve babilónico muestra a la diosa Anath, de Ugarit, observando a Baal clavando un cuchillo bajo la quinta costilla de su hermano mellizo Mot. Baal sería el Dios de los judíos y Mot, Adán, ya que ambos eran mellizos (“a su imagen y semejanza”). En los textos apócrifos conocidos bajo el nombre de El libro de Enoch se menciona que Dios utilizó siete elementos para crear a Adán: tierra que hizo carne; rocío que convirtió en sangre; piedras para los huesos; pasto para las venas y cabellos; viento que transformó en alma; soles para sus ojos; y la inteligencia de los ángeles. Tuvo más cuidado en la creación de Eva, debido a lo complicado del aparato reproductor (Haggadah, tob. 3.1) Los primeros padres no habrían sido creados, según esta narración, en el Jardín del Edén. Es más, según el Libro de los Jubileos, de los Pseudepigrapha Judíos (Textos bíblicos como el Libro de Enoch o los Salmos de Salomón, cuyo autor se desconoce y no es el que se menciona en el título), Adán habría sido creado en las tierras de Elda, siendo llevado al Paraíso terrenal pasados cuarenta días de su creación y Eva habría sido llevada cuarenta días después de Adán (Kahan, 1996).
El nombre de “Eva” significaría “la que da la vida” y, según la Biblia, ese nombre le habría sido dado a la segunda mujer por su esposo Adán. En árabe sería “Hawa”, que es una variante del significado de su nombre: “una viviente”, al parecer relacionado con el verbo hebreo “ja-yáh”, “vivir”. Adán, además de asignarle un nombre a Eva, la llamó “isch-scháh”, que significa “varona”, otorgándole presumiblemente el estatus de igualdad (del que, sin embargo Dios ya la habría privado al hacerla menos sabia que a Lilith…)
NOTAS
[1] Esta serie de artículos, que lleva por título “LILITH”, forma parte de un folleto de 1996. Elías Kahan, el autor, le habría pedido a Luis Ruiz Noguez que colaborara con él para hacer dicho folleto, tras leer sobre Lilith en un artículo que versaba sobre el “chupacabras”. La calidad de la información se debería entonces a Elias Kahan, según nos advierte su colaborador Luis Ruiz Noguez, pues la contribución de este último se limitaría únicamente “a señalar la relación entre Lilith y las lechuzas, las notas a pie de página y poco más…”
[2] Voltaire escribe en su “Diccionario Filosófico” (ed. Akal) —divertídisimo libro donde este irreverente y libertino ilustrado da su peculiar explicación, socarrona e irónica, de las voces Alma, Apocalipsis, Babel, Cristianismo, Génesis, Filósofo, Locura, Patria o Teólogo entre otros muchas términos y conceptos— con respecto a Adán: “… La piadosa mademoiselle Bourignon estaba segura de que Adán había sido hermafrodita, como los primeros hombres del divino Platón. Dios le había revelado este gran secreto; pero como yo no he tenido las mismas revelaciones, me abstendré de hablar de ello. Los rabinos judíos han leído los “libros” de Adán; conocen el nombre de su preceptor y de su segunda mujer; pero como yo no he leído esos libros de nuestro primer padre, no diré de ellos una palabra. Algunos visionarios muy sabios se asombran cuando leen el “Veidam” de los antiguos brahmanes, al ver que el primer hombre fue engendrado en la India, que se llamaba Adimo –que significa engendrador- y que su mujer se llamaba Pocriti –que significa vida-. Dicen que la secta de los brahmanes es indiscutiblemente más antigua que la de los judíos; que los judíos no pudieron escribir hasta muy tarde en lengua cananea, ya que no se establecieron hasta muy tarde en la pequeña comarca de Canaan; dicen que los hindúes fueron siempre inventores, y los judíos siempre imitadores; los hindúes siempre ingeniosos, y los judíos siempre toscos; dicen que es muy difícil que Adán, que era pelirrojo y tenía cabello, sea el padre de los negros, que son como la tinta y que tienen lana negra sobre la cabeza. ¿Qué más no dirán?”
[3] Todas las referencias y citas bíblicas han sido consultadas y tomadas del libro “Sagrada Biblia. Versión crítica sobre los textos hebreo y griego (Por Jose Mª Bover y Francisco Cantera burgos” [Edición de la Biblioteca de Autores Cristianos (B.A.C.)], Editorial Católica, (6ª ed.) 1961.
ACLARACIONES
Lilit o Lilith (del hebreo: לילית) es una figura legendaria del folclore judío, de origen mesopotámico. En todas las tradiciones se la considera la primera esposa de Adán, anterior a Eva. Según la narración hebrea (no bíblica), abandonó el Edén por propia voluntad y se instaló en una región colindante al Mar Rojo, uniéndose allí con Samael, que se convirtió en su amante, y con otras criaturas diabólicas. Más tarde, se convertiría ella misma en un demonio que raptaría a los niños, secuestrándolos durante la noche. Se cuenta que su unión con los hombres habría sido en forma de súcubo, engendrando hijos (los lilim) con el semen derramado por los varones en sueños (polución nocturna). Se la representa con el aspecto de una mujer muy hermosa, con el pelo largo y rizado, generalmente pelirroja y, a veces, alada. Su origen se remonta a la civilización mesopotámica, hallándose en Lilitu y Ardat Lili, dos demonios femeninos de Mesopotamia relacionados, a su vez, con el espíritu maligno Lilu. En los nombres de esta familia de demonios aparece la palabra lil, que significa ‘viento’, ‘aire’ o ‘espíritu’. Los judíos exiliados en Babilonia llevaron a su tierra de origen la creencia en esta criatura maligna, cuyo nombre, adaptado a la fonética del hebreo como לילית (Lilith), se puso en relación con la palabra parónima hebrea ליל, laila, ‘noche’. En la mitología hebrea, apenas se la nombra. La única mención que se hace de ella en la Biblia aparece en Isaías 34:14. El origen de la leyenda que presenta a Lilit como primera mujer se encuentra en una interpretación rabínica del Génesis (1, 27), en la cual Lilith acabaría abandonando a su esposo Adán y también el jardín del Edén (pero eso no nos lo cuenta la Biblia). La leyenda de donde procede está vinculada a una tradición mágico-religiosa judía que explicaría su costumbre de poner un amuleto alrededor del cuello de los niños recién nacidos, con el nombre de tres ángeles (Senoy, Sansenoy y Semangeloph).
La figura y leyenda de Lilith, y sobre todo su modo de rebelarse contra Adán, ha llevado a algunas feministas a convertirla en todo un símbolo de la liberación sexual y de la lucha contra el patriarcado. Por su naturaleza nocturna, algunos han querido ver en Lilith a la primera vampiresa, por lo que constituye, además, un icono de la subcultura gótica, que exalta su belleza inquietante y siniestra. La figura de Lilith ha sido también llevada al cine en varias ocasiones. Una de ellas en una película de Robert Rossen producida en Estados Unidos en 1964, protagonizada por Jean Seberg (Lilith Arthur), Warren Beatty (Vincent Bruce) y Peter Fonda (Stephen Evshevsky). Lilith aparecía también en el capítulo “La Luna Negra” de “SABBATH” una miniserie antológica de terror producida en Europa a principios de los 90 compuesta por seis películas de terror basadas en antiguas leyendas europeas. Coproducida por distintas televisiones europeas (TVE, France 3, Rádio e Televisão de Portugal, Reteitalia y las productoras SFP y Beta Film), su primer capítulo, “La Luna Negra”, adaptaba el mito hebreo de Lilith, la primera mujer.
Pero las apariciones estelares de Lilith son, sin lugar a dudas, en el 9º arte: en Lucifer (Mike Carey, 2001-2007), un cómic de la editorial Vertigo, una sección de DC Comics, Lilith es uno de los personajes principales de la historia. En otro cómic Chrono Crusade, la madre de Chrono e Ion es Lilith. Ella es la primera humana convertida en Pandemonium, pues era la única que no se descomponía con el paso de los años. Al final de la historia, Ion la destruye cortándole la cabeza. Le pide además que jamás revele a Chrono que ambos son humanos convertidos en demonios. En el penúltimo capítulo, Asmaría tiene una visión de una mujer embarazada que camina por el campo cuando los demonios ancestrales llegaron a la Tierra, esta mujer resulta ser Lilith, una criatura más poderosa que los vampiros normales. Posee fuerza sobrehumana, y puede hipnotizar a otros con su mirada. Es capaz de transformarse completa o parcialmente en un murciélago o niebla. También puede controlar el clima, y controlar a animales nocturnos como ratas, ratones, murciélagos, lobos o incluso perros. Posee un factor de curación que la ayuda a recuperarse de la mayoría de las heridas, incluso de aquellas provocadas por desmembramientos. Diferente a la mayoría de los vampiros, Lilith es inmune a los efectos de la luz solar. No necesita descansar durante el día, ni recurrir a su tierra nativa para reponerse. Los talismanes religiosos no tienen efecto sobre ella, siendo incluso capaz de utilizarlos contra otros vampiros. También es inmune al ajo. Aunque puede ser asesinada por una estaca de madera. Lilith continuará regresando a la vida mientras Dracula exista.
En la narrativa, el novelista escocés George MacDonald le dedicó una novela al personaje: Lilith, publicada en 1895. En la novela Caín (2009) de José Saramago, Lilith aparece como la insaciable, posesiva y sensual señora de un pueblo donde va a buscar trabajo Caín. Es la esposa insatisfecha del señor del pueblo, Noah, condición que le lleva a elegir cada cierto tiempo algún esclavo como amante para mantener numerosas relaciones sexuales. En la primera parte de Fausto, durante la noche de Walpurgis, Mefistófeles enseña a Fausto a Lilith. Fausto pregunta: «¿Quién es?», y Mefistófeles contesta: «La primera mujer de Adán. Ponte en guardia contra sus hermosos cabellos, contra tal adorno, el único de que hace gala. Cuando con su cabellera logra atrapar a un joven, no lo suelta tan fácilmente».
ASCALONE, Enrico. Grandes Civilizaciones (Vol. 1). Mesopotamia. Ed. RBA Edipresse, S.L. Barcelona. 2008. p. 328. El presente volumen constituye la más atractiva obra dedicada al arte y a la cultura de Mesopotamia, “la tierra entre ríos”, como llamaron los griegos a la región comprendida entre el Tigris y el Éufrates. En ella se encuentra la cuna de nuestro mundo: allí surgieron la escritura —y la Historia—, las ciudades, el Estado, las matemáticas y la astronomía. Todos estos logros, junto con la apasionante crónica de los pueblos mesopotámicos que construyeron algunos de los mayores imperios del pasado (sumerios, babilonios, asirios), se explican en detalle a partir de textos breves y claros, y de cientos de imágenes comentadas que comprenden desde enseres cotidianos y representaciones de los monarcas hasta majestuosos relieves y delicadas joyas. La información se organiza en diversas secciones: “personajes” (con una galería de los más poderosos gobernantes de la historia mesopotámica), “poder y vida pública”, “dioses y religión”, “vida diaria”, “mundo de los muertos” y “ciudades”, este último con numerosos planos y recreaciones de los más importantes núcleos urbanos mesopotámicos. La descripción de los acontecimientos y de las principales evidencias arqueológicas de la Mesopotamia preclásica es el primer paso para restituir dignidad cultural a un período fundamental de la historia del hombre que tanta influencia tuvo en los itinerarios históricos y artísticos del mundo llamado general y genéricamente clásico.
FASSONE, Alessia; FERRARIS, Enrico. Grandes Civilizaciones (Vol. 2). Egipto. Ed. RBA Edipresse, S.L. Barcelona. 2008. Con más de 300 fotografías y numerosos planos de los más importantes monumentos, la presente obra constituye una original y completa panorámica de la civilización egipcia, desde el comienzo de la era faraónica hasta la última dinastía originaria del país del Nilo. Todos los aspectos de la vida en el Antiguo Egipto desfilan por estas páginas, organizados en siete grandes apartados: personajes, Estado y sociedad, religión y ciencia, vida cotidiana, el mundo de los muertos, y centros y monumentos, cerrándose la obra con una sección dedicada a la historia de la egiptología. La singular concepción de este libro lo hace especialmente atractivo: cada apartado consta de diversas voces, formadas por un texto explicativo breve y claro al que acompañan distintas imágenes comentadas con detalle como esculturas, edificios, relieves, papiros, joyas, útiles cotidianos o maquetas. Una espléndida introducción a la más fascinante y longeva civilización del Mediterráneo. La descripción de los acontecimientos y de las principales evidencias arqueológicas del Antiguo Egipto es el primer paso para restituir dignidad cultural a un período fundamental de la historia del hombre que tanta influencia tuvo en los itinerarios históricos y artísticos del mundo llamado general y genéricamente clásico.
AA.VV. Historia Universal, Madrid, Salvat Editores, S.A. 2004 (24 vol.) ISBN: 84-345-6229-4 (Obra Completa) Enciclopedia ilustrada en 24 volúmenes, que contienen 10.500 páginas, 350 mapas, 9.500 fotografías y numerosos gráficos y cronologías de cada época. Editados por Salvat, cada libro tiene más de 500 páginas. En cada uno de los 24 tomos aparece al inicio el índice temático del volumen. 1.-Orígenes / 2.-La Antigüedad: Egipto y Oriente Medio / 3.-La Antigüedad: Asia y África – Los primeros Griegos / 4.-Grecia I / 5.-Grecia II / 6.-Roma / 7.-El origen de las grandes religiones / 8.-El auge del cristianismo / 9.-La expansión musulmana / 10.-La Edad Media / 11.-Baja Edad Media y Renacimiento / 12.-Asia y África negra (siglos V al XV) / 13.-La Era de los descubrimientos europeos y Las luchas de religión / 14.-América Precolombina / Conquista de América / Formación de imperios español e inglés / 15.-Los cambios de la Edad Moderna / 16.-El impacto de la Revolución Francesa / 17.-El siglo XIX en Europa y Norteamérica / 18.-América Latina, África y Asia en los siglos XIX y XX / 19.-Las Guerras Mundiales / 20.-Fin de siglo y Las claves del siglo XXI / 21.-Atlas Histórico / 22.-Diccionario de Términos Históricos I / 23.-Diccionario de Términos Históricos II / 24.-Cronología Universal.
GOMÀ, D. ¿Qué aportó Babilonia a Occidente?Photografía de ACI & AGE. Historia y Vida. Agosto 2011, vol. 4, nº 521, pp. 48-55. La idea sumeria de la escritura, conocimientos de astronomía y matemáticas, leyes para todos y un concepto de estado central nos llegaron, tamizados por Grecia, de la gran Babilonia. El nombre de Babilonia expresa gran parte de la historia de la antigua Mesopotamia, pese a que no fue, ni de lejos, la única entidad política de la religión, ni tampoco la más antigua. Sí fue la nación que mantuvo la hegemonía por más tiempo y la que más perduró de todas ellas, casi dos mil años. Babilonia fue la ciudad-estado por excelencia de Mesopotamia, y su influencia trascendió sus fronteras políticas para extenderse por toda la región hasta el Mediterráneo. En la práctica, Babilonia recogió la rica herencia sumeria, la perfeccionó y le añadió sus propias creaciones.
LARA PEINADO, F. El Arte de Mesopotamia: Imperio Babilónico. Nº 3 Historia 16. Ed. Historia Viva. Madrid. 1989. pp. 100-130; 151-161. Federico Lara Peinado, especializado en las civilizaciones sumeria, acadia, mesopotámica y egipcia, ha escrito numerosos libros sobre el tema. Es doctor en Historia Antigua y profesor titular de dicha especialidad en la Universidad Complutense de Madrid, después de haber sido archivero de la Diputación Provincial de Lérida y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es también director de la cátedra de Egiptología «José Ramón Mélida» de la Fundación General de la Universidad Complutense. Entre sus libros cabe destacar Mitos sumerios y acadios (1984), Himnos sumerios (1988), La civilización sumeria (1989), Himnos babilónicos (1990), El arte de Mesopotamia (1990), Himno al Templo Eninnu (Trotta, 1996), Código de Hammurabi (1997), Diccionario biográfico del Mundo Antiguo (1998), Mesopotamia (2000), Leyendas de la Antigua Mesopotamia (2002) y Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma (2007). Asimismo, en el área egiptológica, ha publicado El Antiguo Egipto (1991), Lo mejor del arte egipcio (1997) y El Libro de los Muertos (2006).
NÄCK, Emil. Egipto y el Próximo Oriente en la Antigüedad. Ed. Labor. Barcelona, 1976. pp. 326-360. Con el subtítulo Las tierras y los hombres entre el Nilo y el Eufrates, este manual ya clásico que adjunta 58 figuras y 47 láminas fuera de texto nos aproxima a la cultura egipcia. En la vida religiosa de los egipcios, nos sale al encuentro una caótica multiplicidad de nombres y figuras de divinidades. Esto se debe a que antes de la unificación del reino, cada una de las etnias que poblaban los oasis del Nilo tenían su propio dios protector. Además, la religión egipcia descansa sobre una multiplicidad de potencias divinas, ya que los egipcios creían que el alma separada de la materia actúa como rectora de la existencia orgánica. Estas almas vivirían en todas las cosas y todos los seres vivos y serían la causa de los fenómenos naturales. “Los egipcios son los más religiosos de los hombres”, decía Heródoto. El mito cosmogónico egipcio no trata de la creación del mundo de la nada, sino de una separación y ordenación del caos. De este mito de la creación surgió la concepción de la enéada, un grupo de nueve divinidades, y de la tríada, formado por un padre, una madre y un hijo divinos. Sin embargo, la más importante enéada fue la de Ra y sus hijos y nietos. En Menfis el dios principal se llamaba Ptah; en Tebas, Amón; en Heliópolis, Ra; en Abydos, Osiris; en Denderah, el personaje principal era la diosa Hathor. Llegó un tiempo en que los egipcios dejaron de creer que el alma permanece en la tumba donde se ha colocado el cuerpo. Pensaron que todas las almas iban a reunirse bajo tierra, en el sitio donde se pone el sol. En aquel país subterráneo, el reino del Oeste, reinaba el dios Osiris, y en él no admitía las almas hasta después de haberlas juzgado. Al dejar el cuerpo, el alma se internaba en las galerías oscuras, para luego ser transportada en una barca por un río subterráneo.
ROUX, George. Mesopotamia: Historia política, económica y cultural. Ed. Akal. Madrid. 1990. Una obra general e imprescindible, tanto para los especialistas en Antiguo Oriente como para el público interesado en conocer los orígenes históricos y culturales de la civilización occidental. Nos hallamos ante la traducción del libro aparecido en lengua francesa en el año 1985, publicado por Editions du Seuil, París. El interés del autor por el tema radica en que a pesar de que la civilización mesopotámica se enmarca en el grupo de las cuatro o cinco culturas más importantes de época precristiana, siendo a la vez la más antigua y duradera, y de que es, sin duda, la más significativa no sólo por la influencia que ejercería sobre el conjunto de países del Próximo Oriente y sobre el mundo griego sino también por su contribución al desarrollo material y espiritual de la humarúdad, continúa siendo la gran desconocida para una gran parte de la población culta del Occidente europeo y de ahí la necesidad de hacerla más palpable y asequible. Este abandono obedece a varios factores: en primer lugar porque, al margen de los especialistas, un número reducidísimo de universitarios (y más aún en el caso de España y Portugal) se interesan vivamente por estas primeras fases de la historia mesopotámica, por lo que a duras penas figura telegráficamente en nuestros manuales universitarios o escolares.
VÁZQUEZ HOYS, Ana María. Historia Antigua Universal I. Próximo Oriente y Egipto Creta y Micenas. Editorial Sanz y Torres. Madrid, 2009. 804 pp. Con este libro el alumnado y el lector interesado va a disponer de una herramienta de estudio ágil, didáctica, claramente enfocada a conocer lo más sobresaliente de las civilizaciones que precedieron al devenir de nuestra civilización grecorromana. La claridad expositiva, la síntesis, los cuadros esquemáticos, las listas dinásticas y la más actualizada bibliografía son los puntuales básicos de la obra. Pero no menos son las magníficas ilustraciones comentadas y los numerosos mapas específicos. Para conocer el pasado del Próximo Oriente, Egipto y la Hélade anterior al I milenio, que aquí se estudia, es preciso analizar, comprender y estudiar las noticias de las culturas de estos ámbitos que han llegado hasta hoy día a través de las fuentes históricas: literarias, arqueológicas y epigráficas, testimonios directos o indirectos de estas antiguas civilizaciones. Las primeras noticias directas, arqueológicas y literarias que se estudian proceden de tablillas de barro mesopotámicas, redactadas primero en escritura cuneiforme y lengua sumeria, luego en acadio, eblateo u otras lenguas como hitita o persa, descifradas hace poco tiempo.Por ello sólo se las ha conocido indirectamente, a través del Antiguo Testamento o por los relatos de los historiadores griegos y latinos, cuyas noticias a veces son inexactas, ambiguas o claramente contradictorias entre sí. O las obras del legendario poeta griego Homero (siglo VIII a.C.), que la moderna crítica literaria y las fuentes arqueológicas se han encargado de matizar y a veces desmentir categóricamente su misma existencia.
BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS (B.A.C) La Sagrada Biblia, Editorial Católica, edición de 1966. Todas las citas bíblicas han sido tomadas de esta edición de la Biblioteca de Autores Cristianos (B.A.C.).
SHONG MEADOR, Betty. Inanna, Lady of Largest Heart: poems of the Sumerian High Priestess Enheduanna. University of Texas Press, United States, 2002.
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ENLACES RELACIONADOS
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