El nacimiento de la imprenta: de los libros miniados al libro impreso


ESCRITURA E ILUSTRACIÓN DE LIBROS
CUANDO EL LIBRO ERA UN OBJETO DE LUJO
Sir Lawence Alma-Tadema (1836 – 1912) fue un pintor holandés neoclasicista de la época victoriana, conocido por sus suntuosos cuadros inspirados en el mundo antiguo. No son pocos los que acogen la lectura. Este cuadro, realizado en el año 1872, muestra a dos mujeres jóvenes, vestidas al estilo romano, tal y como se las debió imaginar el pintor, con túnicas y el pelo recogido a la moda de la época. Sentadas en un banco de madera, dentro de una estancia que se adivina más amplia, las jóvenes se entregan a la lectura de un libro miniado. Acurrucada sobre el cojín, una de ellas sostiene el libro abierto entre las manos. Parecen contemplar atentamente una imagen del interior o leer un pasaje concreto; la joven que se halla sentada al lado de la lectora, sujeta detrás un libro que se interpone entre ambas y observa, con gran atención, el interior del libro que su amiga le muestra, sin apartar su mano de otro ejemplar, el que tiene sobre la mesa. Los dedos de su mano separan la parte escogida del libro que se halla entre ambos cuerpos, lo que sugiere que tal vez ya haya sido comentado por ellas. En la pintura, el instante capturado es el que entretiene a las jóvenes: una imagen determinada o un pasaje concreto dentro del libro. El libro, los libros son, sin duda, los protagonistas de la escena. Los libros miniados fueron creados a partir del siglo V, cuando aún no existía la imprenta. 

LIBROS MINIADOS
EL ARTE DE ILUSTRAR LIBROS
Al principio, el arte de escribir e ilustrar libros lo practicaban únicamente los clérigos, dándose, por tanto, exclusivamente en los monasterios. En la ilustración del manuscrito participaban varias manos, según las tareas asignadas. El miniaturista hacia las partes secundarias como las letras, adornos, bordes y decoración, y el pintor se encargaba del trabajo más importante, es decir, el dibujo de las figuras y viñetas que habían de acompañar al texto. El miniaturista ejecutaba las condiciones escritas con anterioridad en el códice o con esbozos que indicaban las líneas generales de la escena a representar. El manuscrito medieval de Occidente adoptó tres elementos diferentes de decoración la inicial, el borde y la ilustración miniada. Se perfilaba el cuerpo de las letras y, alrededor de ellas, se entrelazaban tallos y hojas con cabezas de animales estilizados y figuras fantásticas prevaleciendo el rojo y el verde. Los manuscritos franceses tenían una decoración rica en colorido que se desarrollo todavía mas con la difusión de la minúscula Carolina. A la miniatura carolingia sucedió la otoniana, producida por escuelas como las de Reichenau, Einsiedeln o Echternach, originarias de Inglaterra y más tarde pasó a Irlanda, dando vida a un estilo propio, gaélico. Como expresión de escuela miniaturista local de los siglos X – XII se pueden citar la miniatura mozárabe española, con intensos amarillos, rojos, azules y verdes, un intenso efecto decorativo en los bordes extravagantes y la vitalidad popular de figuras y animales en escenas alegóricas trascendentales.
La existencia de libros miniados, por ejemplo en Sefarad, pudo ser muy antigua pero sólo conservamos ejemplos bajomedievales, por lo que son muchas las incógnitas, al igual que nos sucede con la producción de libros miniados de al-Ándalus en su conjunto. Por lo que conocemos, no podemos hablar de un estilo inherente y distinto a la cultura hebrea, sencillamente las producciones sefardíes se incluirían dentro del panorama de la miniatura hispana del momento y podrían señalarse dos centros importantes de producción, uno en la zona aragonesa y otro en Castilla. Aunque se conocen obras miniadas del siglo XIII en el norte de Europa, los ejemplos más antiguos de Sefarad son algo más tardíos y demuestran el gran desarrollo de la iluminación de manuscritos alcanzado en el siglo XIV. A partir de 1391, con motivo de la persecución que sufren las aljamas judías se inicia la crisis de la iluminación de manuscritos, y tras la expulsión de 1492 muchas obras iniciadas debieron terminarse en otros lugares, los mismos a los que tuvieron que huir las comunidades sefardíes. Junto a las escenas figuradas podemos también observar letras miniadas, decoraciones vegetales, filigranas múltiples, animales, decoraciones alfombradas que ocupan todo un folio, etc. Entre los manuscritos miniados más importantes debemos recordar las biblias y las hagadot: narración del éxodo de Egipto, junto con oraciones, plegarias, himnos que se leen durante la importante fiesta de la cena (séder) de la Pascua judía (Pésah). Junto a ellos también se iluminaron otro tipo de libros, como la Misné Torá de Maimónides, obra que sistematizaba y ordenaba el sinfín de preceptos y normas contenidos en el Talmud. Igualmente se iluminaron textos de carácter filosófico y científico. Entre los primeros podemos señalar obras de primer orden como la Guía de perplejos (Moré nebujim) de Maimónides y entre las obras científicas sobresale el célebre Atlas catalán elaborado en Mallorca por el hebreo Cresques Abraham y su hijo. Entre las biblias sefardíes podríamos recordar la Biblia de Burgos de 1260 así como las posteriores de Lisboa, de Cervera o la Kennicott I, así como otra castellana conocida como el Keter de Damasco. Entre las Hagadot, sobresalen la Hagadá de Sarajevo, la Hagada de Oro, la Sister Hagada, o la Hagada de Barcelona entre otras. Hasta el siglo XII, la miniatura fue exclusivamente monástica pero ya en el siglo XIII, al parecer, las universidades lo abrieron al también al mundo laico, y se utilizo en estatutos, obras literarias y romances de caballería. La miniatura llegó a su apogeo en el siglo XV, y en Italia tuvo gran esplendor, pero la aparición del libro impreso significó el final de la laboriosa, lenta y costosa utilización de la miniatura para códices.
LA IMPRENTA EN INGLATERRA
ORIGEN DEL LIBRO IMPRESO
Fue en la Edad Moderna (Clair, 1998), en el centro de Europa, cuando se inventó el arte de imprimir, que permitiría, desde entonces y en los siglos sucesivos, divulgar los textos en todos los pueblos y países del mundo conocido. Este gran acontecimiento, cuyos orígenes han sido y todavía son muy discutidos, no llegó a Europa de forma repentina, sino que lo hizo progresivamente. Si bien es cierto que no sabemos cuándo se empezaron a estampar grabados al boj, también lo es que a mediados del siglo XV hacía ya casi un siglo que se manejaba la prensa y se imprimían hojas con estampas. En ocasiones, esas estampas se hacían con varios bloques de madera combinados; a alguien entonces se le debió ocurrir el hacer letras de madera y estampar con ellas textos cortos, como la Gramática de Donato, uno de los primeros textos impresos atribuidos a Johannes Gutenberg. Es probable que muchos de los libros impresos con grabados en madera sean anteriores a lo que nosotros consideramos como la verdadera invención de la imprenta, o sea de los impresos estampados con una composición hecha de letras sueltas fundidas en metal. Pero lo singular es que no tenemos certeza documental de esta precedencia; por ejemplo, la famosa Biblia pauperum (“Biblia de los pobres”), el más típico de los libros impresos con tipos de madera, que posee estampas rodeadas de abundante texto, es del año 1470, siendo posterior al primer libro datado e impreso con tipos movibles de metal. Desde los primeros experimentos de Gutenberg sobre el arte de imprimir, hacia 1440, hasta el posterior desarrollo y expansión de la imprenta en Europa, pasan al menos dos décadas, si tenemos en cuenta que los inicios de la imprenta en Inglaterra datan del año 1480, en Londres. El libro en su origen, en la Edad Media, era considerado un artículo de lujo, pues el pergamino, que era el material básico para su elaboración, era escaso y de elevado coste. La técnica exigida para su creación era lenta y minuciosa, cada ejemplar debía copiarse e ilustrarse a mano con gran riqueza. Esto, por supuesto, hacía que la reproducción del texto llevara un largo espacio de tiempo. La organización del trabajo se llevaba a cabo en pequeños talleres «scriptoria», en los que se concebía su labor como un arte. Cada libro era una pieza única, y cada copista, un artista. Su difusión se limitaba a los centros culturales: monasterios, universidades… Llegada la Edad Moderna, el libro se convierte en un objeto útil. El papel, material con el que será fabricado el nuevo libro, resulta más barato y abundante al ser fácil de fabricar. Al difundirse la imprenta, se hace posible la reproducción de muchos ejemplares de una sola vez y en un tiempo antes inimaginable. La organización del trabajo varía, ahora la edición se presenta como una empresa capitalista: división y especialización del trabajo, producción en serie y útiles mecánicos. Por primera vez en la historia el libro llegaría al gran público, llegando a fundarse incluso bibliotecas privadas. En Inglaterra, la imprenta y también el oficio de editor fueron introducidos por William Caxton, quien había ido a aprenderlo a Alemania y Holanda. Antes de regresar a su país, Caxton ya había impreso un libro inglés en Brujas. Tenía, pues, vocación bien profunda y era perfecto conocedor del arte cuando en 1467 volvió a su país, instalando sus prensas en Westminster. Allí publicó el primer libro impreso en Inglaterra: The dictes and sayings of philosophers, terminado el 18 de noviembre de 1478. Los impresos de Caxton son algo rudos; los caracteres son góticos, bastos y mal compuestos. De todos modos, su contribución a la cultura inglesa es formidable; editó noventa y seis títulos, sin cooperación ni asistencia de ningún protector.
BIBLIOGRAFÍA
AA.VV. Historia Universal, Madrid, Salvat Editores, S.A. 2004 Enciclopedia ilustrada en 24 volúmenes, que contienen 10.500 páginas, 350 mapas, 9.500 fotografías y numerosos gráficos y cronologías de cada época. Editados por Salvat, cada libro tiene más de 500 páginas. En cada uno de los 24 tomos aparece al inicio el índice temático del volumen. Además, el último tomo contendrá un gran índice general de nombres propios, lugares geográficos y conceptos más relevantes aparecidos en la obra, para facilitar su búsqueda en las más de 500 páginas que conforman cada volumen de este gran esfuerzo editorial. Para este trabajo: Vol. 13.- La era de los descubrimientos europeos. Las luchas de religión: Orígenes de la imprenta (pp. 194-251) / Vol. 22.- Diccionario de Términos Históricos I / Vol. 23.- Diccionario de Términos Históricos II / Vol. 24.- Cronología Universal.
BARBIER, Frédéric. Historia del Libro. Alianza Editorial, Madrid, 2005. Traducción de Patricia Quesada Ramírez. La historia del libro se inscribe en el tiempo largo de la historia de las culturas y es sin duda una de las vías de acceso más fructíferas para el conocimiento de aquellas. FRÉDÉRIC BARBIER entiende la HISTORIA DEL LIBRO como una «disciplina interdisciplinar» ya que si bien el libro, y su predecesor el rollo, han servido como soporte a la historia literaria, no es menos cierto que los aspectos económicos, sociales, políticos, tecnológicos y culturales han influido poderosamente en su evolución. La obra se articula en cuatro partes, remontándose la primera a la aparición y evolución de la escritura, para concluir en los tiempos que preceden la revolución gutenbergiana. La época de los incunables conforma la segunda parte de la obra, y concluye la tercera con la caída del «Ancien Régime». La cuarta parte analiza el libro desde el triunfo de la Revolución francesa hasta nuestros días, prestando especial atención a las nuevas tecnologías y a la revolución que la autoedición ha supuesto en el mundo del libro. Por primera vez en una obra de estas características, se analiza cómo la tecnología papelera, y la evolución de los sistemas de composición e impresión han influido en los aspectos formales del libro. El tratamiento que el autor hace de todos los aspectos que intervienen en el complejo campo de la edición hace de esta obra un elemento de consulta imprescindible no sólo para estudiantes, sino también para diseñadores, editores, libreros y toda persona que tenga alguna relación con el mundo del libro. 
CLAIR, C. Historia de la imprenta en Europa, Ollero y Ramos Editores, S.L., Madrid, 1998. 640 pp. La obra hace un minucioso y amplio recorrido por la historia del arte tipográfico en Europa. Es uno de los libros más importantes dedicados al estudio global del arte de la imprenta en nuestro continente. El lector conocerá a través de él la historia de las distintas etapas que ha atravesado la transmisión escrita de textos desde la Antigüedad hasta nuestros días y será capaz de identificar, distinguir, datar y describir (en sí mismos y en relación con el contexto histórico en el que se inscriben) los ejemplares -manuscritos o impresos- pertenecientes a cada uno de esos períodos. Es importante recordar que la transmisión de los textos desde la aparición de la escritura hasta la invención de la imprenta fue lenta pero progresiva; que existió una época conocida como la de los incunables, o sea desde la invención de la imprenta hasta las primeras décadas del siglo XVI, y que la historia del libro y de la imprenta en la Europa moderna hasta la caída del Antiguo Régimen marca el período inmediatamente posterior. Se conoce como segunda revolución del libro a la etapa protagonizada por el e-book, a su nacimiento y difusión como fenómeno de masas, que llega hasta la actualidad, en la que se enfrenta, de nuevo, a los retos de las nuevas tecnologías.
REFERENCIAS ELECTRÓNICAS
BIBLIOTECA DE LA UNED. Guía de uso de los servicios bibliotecarios para estudiantes (cómo se citan documentos electrónicos) [en línea]. [Consulta: 7 de diciembre de 2013]. Disponible en la web: http://www.uned.es/biblioteca/tutorial_uso_etico/citar.htm  
BLOG DE MARIANA EGUARAS. Libros sobre el sector editorial: Libros sobre libros [en línea] [Consulta: 7 de diciembre de 2013]. Disponible en la web http://marianaeguaras.com/libros-sobre-el-sector-editorial/ 
BLOG NEGRITAS Y CURSIVAS. Historia de la literatura e historia de la edición. Problemas muy comunes [en línea] [Consulta: 27 de junio de 2016]. Disponible en la web
https://negritasycursivas.wordpress.com/2016/06/27/historia-de-la-literatura-e-historia-de-la-edicion-problemas-muy-comunes/