Introducción a la Teoría Literaria

“–¡Quiero ser yo, ser yo!, ¡quiero vivir! —y le lloraba la voz.”
“–¿Conque no, eh? —me dijo—, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió…! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá, aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima…”
Miguel de Unamuno, Niebla (Cap. XXXI)
Esta serie de entradas tiene como única finalidad introducir a los estudiantes y curiosos en la Lengua y la Literatura en Español. No obstante, se centra únicamente en el Nivel Léxico-Semántico, es decir, la palabra, el texto escrito. Para ello se deja a un lado el Nivel Fónico y el Nivel Sintáctico, centrando su atención exclusivamente en las palabras o vocablos que aparecen en los escritos que leemos, porque lo que nos interesa averiguar es, sobre todo, su significación literaria.
* Nivel Fónico (Fonética: estudio de los fonemas; Fonología: sonido de las letras; Ortografía: empleo de la grafía, las letras, para representar los fonemas, esto es: a, b, c…)
* Nivel Sintáctico (Sintaxis: se ocupa de las combinaciones de las palabras para formar oraciones, velando porque sus reglas sólo den cuenta de oraciones gramaticales, y porque las relaciones sintácticas de estas oraciones sigan un orden jerárquico.)
ÍNDICE
I
GRAMÁTICA DEL TEXTO
LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
NIVELES DEL LENGUAJE

II
LINGÜÍSTICA DEL TEXTO
TEXTO
LENGUAJE DE TEXTOS CIENTÍFICOS Y TÉCNICOS
LENGUAJE DEL PERIODISMO Y LENGUAJE DE LA PUBLICIDAD

III
USO LITERARIO DEL TEXTO
USO DEL LENGUAJE EN LAS DISCIPLINAS HUMANÍSTICAS
USO LITERARIO DEL LENGUAJE
CLASES DE ESCRITOS
UNIDAD DEL TEXTO
NARRACIÓN
Nota: El Índice general te dirige a las distintas partes del trabajo. Al final de este post se ofrece un enlace para conocer la bibliografía utilizada. Asimismo se indican también algunos Audios sobre Literatura —pertenecientes todos a la UNED— que tratan temas muy variados y te servirán como complemento a tus estudios sobre la Lengua y la Literatura Españolas. Finalmente, se informa de la procedencia de la imagen de portada. Gracias por leer las aclaraciones. Espero que te sean útiles.
____________________TEXTOS____________________

PRIMERA PARTE
GRAMÁTICA DEL TEXTO

I
LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
COMUNICACIÓN POR SIGNOS
La comunicación consiste en el intercambio de mensajes entre individuos. Mensajes consistentes en contar cosas, preguntar, responder, instruir, expresar sentimientos, dar órdenes, etc.
Claro que la comunicación también puede establecerse entre animales (una abeja es capaz de comunicar a otras, con toda precisión, el lugar en que ha hallado polen), entre personas y animales o máquinas (cada vez que oprimo la tecla “Archivar” en el ordenador le «comunico» mi deseo de guardar un documento), e, incluso, entre máquinas (así, un termostato «ordena» al sistema de la calefacción que se ponga en marcha cuando baja la temperatura); pero se trata de una comunicación mucho más rudimentaria. Cuando el mensaje está construido según un código lingüístico se llama enunciado.
Todo acto comunicativo debe contar con el emisor (el que produce o cifra el mensaje), el receptor (el que lo recibe y descifra), un código (o conjunto de signos y reglas para combinarlos), el mensaje (cifrado por el emisor, ajustándose al código), el canal (o vía por la que circula el mensaje: el cable telefónico, el papel, el fax, las ondas de radio, internet, etc.) y el entorno o contexto (en que se emite el mensaje y lo condiciona: el mensaje Tira la toalla significa cosas muy diferentes en boca de un boxeador a punto de derrumbarse o de alguien que, simplemente, la considera fuera de uso). Así, el esquema que representa el circuito de la comunicación podría representarse del siguiente modo:
Decíamos que el código estaba constituido, en parte, por los signos. Éstos se definen como objetos perceptibles (es decir, que pueden verse, oírse, tocarse, olerse o gustarse) que representan a otro objeto: la palabra “libro” (audible, si se pronuncia, y visible, si está escrita) representa ese objeto, tres tenedores en la puerta de un restaurante representan la categoría del establecimiento, etc. De entre todas las clases de signos, los lingüísticos, es decir, los que constituyen el lenguaje oral (morfemas, palabras, entonaciones…) y escrito (letras, signos de puntuación) son los principales. Aunque frecuentemente utilizamos también multitud de signos no lingüísticos, como el luto, las campanadas, las señales de tráfico, las banderas, etc. Toda nuestra vida social se funda en el empleo de los signos. El estudio de los signos en la vida social es relativamente nuevo. Lo concibió a principios del siglo XX el lingüista suizo Ferdinand de Saussure, denominándolo Semiología (del griego semeion, ‘signo’). Las ciencias que centran su estudio en los signos lingüísticos, aunque son muy anteriores, quedan incluidas, pues, como partes de la Semiología; son la Lingüística (estudio del lenguaje en general) y la Gramática (estudio de una lengua en particular). Los signos, lingüísticos y no lingüísticos, pueden clasificarse en una de estas tres clases: iconos, si poseen alguna semejanza con el objeto que representan (la señal de badén en las carreteras); indicios, cuando, sin parecerse al objeto significado, mantienen con él alguna relación de dependencia (la fiebre es indicio de enfermedad); símbolos, que representan a los objetos sin tener parecido o relación con ellos; son puramente convencionales (como las palabras, las banderas, el color que distingue los taxis, etc.)
SISTEMAS SEMIOLÓGICOS. Los signos se ordenan en sistemas semiológicos, es decir, en conjuntos limitados de signos que se refieren a una misma realidad (así, los signos de Prohibido adelantar y Stop pertenecen al mismo sistema porque se refieren a la realidad ‘señales de tráfico’), y que se interrelacionan. Los signos de un mismo sistema significan porque se oponen entre sí. En un sistema tan sim­ple como el que, en los grifos de un lavabo, señala ‘agua caliente’ / ‘agua fría’, tal diferencia se marca por dos circulitos iguales, sólo caracterizados por el color (rojo/azul) que les permita oponerse y, por tanto, significar. Ya hemos dicho que hay dos tipos de sistemas semiológicos: el lingüístico y el no lingüístico: el primero lo estudiaremos con cierto detalle en este primer apartado del post; pero adelantamos ahora que el sig­no lingüístico es la unidad de que se compone la lengua, la cual es un sistema de signos orales o escritos, regulados por el código denominado Gramática. El signo lingüístico consiste en la asociación de un significante y un significado. El significante está formado por la sucesión in­mutable de las letras que lo constituyen dentro de la escritura. El significado es lo que el signo evoca en nuestra mente (el concepto) cuando lo leemos. Esa asociación es, por otra parte, arbitraria: nada hay en el significado de caballo que obligue a representarlo con el significante caballo; el signo lingüístico no es, pues, icónico, sino simbólico. Los sistemas semiológicos no lingüísticos son muy variados, y, normalmente, se clasifican por el sen­tido corporal que los percibe: así, por ejemplo, los sis­temas olfativos, que son los primeros que desarrolla el recién nacido, le permite distinguir la presencia / ausencia de la madre; los sistemas táctiles, con la es­critura Braylle por ejemplo, que hace posible la lectu­ra a los ciegos; los sistemas auditivos, entre los que destaca el lenguaje oral, pero también el de las voces animales, que permite identificarlos sin verlos, u otros sistemas convencionales como las sintonías (de radio y televisión), las señales horarias, etcétera; los sistemas vi­suales, como la escritura, y otros que son fundamen­tales en las artes plásticas (pintura, escultura, arqui­tectura), en los espectáculos (danza, teatro, cine, circo, televisión), y, por supuesto, en la infinidad de mensa­jes que recibimos a través de la vista en nuestra vida diaria.
NATURALEZA DE LOS MENSAJES. Los mensajes tienen una naturaleza distinta según las aplicaciones que les demos; o, dicho de otro modo, según los fines a que destinemos el lenguaje. Éste, según sus distintas aplicaciones, puede desempeñar las siguientes funciones: es representativa, cuando el emisor se limita a señalar un hecho objetivo, sin que se trasluzca su subjetividad (Ej.: Son las cuatro de la tarde); expresiva, si por el contrario, el mensaje refleja la actitud subjetiva del hablante (Ej.: El siguiente pueblo está muy cerquita); conativa, cuando el hablante llama la atención del oyente, o desea actuar sobre su conducta. El vocativo y el imperativo desempeñan normalmente esta función (Ej.: Ana, ¿me pasas el pan?, y dame una servilleta); poética o estética, cuando la finalidad del mensaje es llamar la atención sobre sí mismo, sobre la manera de decir las cosas. Se da especialmente en los textos literarios; fática, cuando empleamos el lenguaje para mantener la comunicación con el receptor, procurando que no se interrumpa (Ej.: ¿Me escuchas?, ¿Comprenden?, Fíjate en lo que te digo); metalingüística, que se da cuando utilizamos el lenguaje para hablar del lenguaje mismo. Eso ocurre en los diccionarios y gramática; pero también cuando decimos: No sé qué significa “inmarcesible”. Las tres primeras funciones pueden entremezclarse en un solo mensaje. Si digo a alguien que corre algún riesgo ¡Ojo!, intervienen las tres funciones: la representativa (al anunciarle un peligro), la expresiva (al manifestarle mi susto), y la conativa (al intentar actuar sobre él para que eluda el peligro).
LENGUAJE VERBAL E IMAGEN. El lenguaje verbal, ya lo hemos dicho, es el más perfecto de los sistemas semióticos; pero, a veces, exige un esfuerzo de desciframiento que una imagen no precisa. Eso sucede, normalmente, en la descripción de cosas visibles: un paisaje, un acontecimiento deportivo, etc. La imagen “entra por los ojos”, y puede revelar instantáneamente su significado al receptor. De ahí que la imagen fuera descubierta antes que la escritura en la Prehistoria. Pero los sistemas semióticos visuales carecen de la capacidad del lingüístico para representar lo que acontece hablando (diálogos, por ejemplo), o los procesos mentales complejos y la infinidad de cosas que no pueden “verse”. En un mensaje los signos visuales y los lingüísticos pueden combinarse. Entonces, las relaciones que se entablan entre ellos son de dos tipos: de complementariedad o de redundancia. La relación es complementaria cuando la ausencia de una u otra clase de signos deja incompleto el mensaje (una placa en un edificio, ante varias opciones, en la que se lea Salida, pero sin ninguna flecha orientativa); por el contrario, es redundante cuando repite lo mismo que ya comunica otro signo: cuando junto a una calavera (imagen), que significa riesgo, se coloca el letrero (lenguaje): “No tocar. Peligro de muerte”. Este tipo de relación está al servicio del refuerzo del mensaje, o para evitar que quede sin descifrar si el receptor no entiende uno de los dos signos. El lenguaje y la imagen se combinan decisivamente en el caso del cine (y el cómic), y, en menor grado, en el teatro. Porque mientras que en el arte cinematográfico son constantes los esfuerzos por hallar imágenes visuales que eviten el lenguaje, en el teatro la palabra se constituye en el eje central de la representación. El cine, para diferenciarse del teatro, debe preferir la imagen a las palabras.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN. Como su nombre indica, son los medios de que nos servimos para establecer la comunicación: el correo, los carteles, el teléfono, el fax, el correo electrónico, el prospecto, etc. Pero más específicamente, llamamos así a los medios de comunicación de masas (en inglés, mass media), que incluyen los periódicos, las revistas, la radio, la televisión, la publicidad, el cine, las redes sociales, etc. Más adelante nos ocuparemos en particular de dos medios de comunicación de masas importantes: el periodismo y la publicidad. Los medios de comunicación que emplean signos visuales y auditivos simultáneamente se denominan medios audiovisuales (televisión, vídeo y, por supuesto, Internet, los videojuegos, etc.)
FUENTE: LÁZARO CARRETER, F. Lengua Española COU, Anaya, S.A., Madrid, 1998 (pp. 5-8)

II
NIVELES DEL LENGUAJE
NIVEL LÉXICO-SEMÁNTICO: LA PALABRA
El lenguaje verbal, que es aquel cuyos signos son palabras, implica la consideración de, al menos, tres factores inherentes a ellas: sus sonidos constitutivos, sus significaciones, y las construcciones en que intervienen. Por eso, el estudio del lenguaje está repartido en los niveles fónico, léxico y sintáctico, respectivamente. Los elementos que integran cada uno de esos niveles están estructurados, es decir, se relacionan con los demás, oponiéndose entre sí. Esto significa que las unidades lingüísticas (fonemas, palabras, tipos de oraciones, etc.) no tienen valor propio, sino que lo reciben de la oposición que mantienen con las demás unidades de su nivel. Por ejemplo, el vocablo carretera significa porque se opone a camino, sendero, vereda, etc. Para que una oposición entre dos unidades pueda establecerse, no sólo deben compartir algunas características o rasgos (la carretera y el camino son dos ‘vías para transitar’); es preciso que haya uno propio de una unidad, que la otra no posea necesariamente, y que se llama marca: carretera aparece con la marca ‘pavimentada, asfaltada’ prescindible en camino.
El nivel del lenguaje que se refiere a las significaciones (nivel léxico-semántico) tiene por unidad el monema, término que designa a la más pequeña unidad del lenguaje dotada de significación. Existen dos tipos de monemas: los que se funden con otra unidad del lenguaje y los autónomos. Aquellos que necesariamente aparecen fundidos con otra unidad, y que poseen siempre una significación gramatical se denominan morfemas flexivos, y pueden ser de distintos tipos: morfemas del nombre (libro-s), morfemas del verbo (salt-a–ba), los prefijos (pre-historia), los sufijos (reloj-ero). Aquellos que son autónomos pero poseen también una significación gramatical son los ya conocidos determinantes, las preposiciones y las conjunciones; por otra parte, los que son autónomos pero poseen una significación léxica son los sustantivos, los adjetivos, los verbos y los adverbios. Los portadores de significación gramatical son siempre morfemas; los de significación léxica reciben el nombre de lexemas. Pues bien, llamamos palabra o vocablo a la unidad lingüística constituida por uno o más monemas, con significado gramatical o léxico, y que es autónoma; es decir, que, en la escritura, aparece entre dos espacios en blanco. Son, por tanto, palabras de un solo monema y con significado gramatical: mi, de, aunque… De un solo monema con significado léxico: pie, amarillo, bien, correr… Son palabras de más de un monema y todos con significado gramatical: porque, conque… De más de un monema y todos con significado léxico: puntapié, camposanto… De más de un monema y con combinaciones de significación léxica y gram.: blanc-ura, vej-ez, re-hacer…
ACRONIMIA. Hay distintos procedimientos con los que una lengua aumenta su vocabulario formando palabras. Los más usuales son: la composición, la derivación y la parasíntesis. La composición forma palabras mediante la reunión de dos o más lexemas: sacacorchos, matasuegras, guardia civil... (excepcionalmente, mediante la reunión de dos morfemas: porque). La palabra compuesta se opone a la palabra simple en que ésta se forma con un solo monema, ya sea gramatical (en, para, el, ese), ya léxico (raíz, tabaco, luna). La derivación permite formar palabras derivadas, constituidas por un lexema y uno o varios morfemas, como sub-mar-ino, zapat-ero, anti-grip-al, re-hacer. Puede haber palabras que sean, a la vez, compuestas y derivadas, como pica-pedr-ero, sordo-mud-ez. La parasíntesis da lugar a las palabras parasintéticas, formadas por prefijo+lexema+sufijo, cuando las combinaciones prefijo+lexema o lexema+sufijo no existen en el idioma: pordiosero (no existe ni pordios, ni diosero), dislocar (no existe ni disloc, ni locar). Ni submarino, ni antigripal, que aparecen más arriba, son pues parasintéticos, porque en la lengua existen marino y gripal. Otros parasintéticos son: adelgazar, alunizar, retrospectivo, ultrasónico, etc. En los últimos años, se ha desarrollado extraordinariamente un tipo de formación de palabras por el procedimiento de juntar letras o sílabas de otros vocablos, normalmente iniciales (o siglas); son los llamados acrónimos: talgo (tren articulado ligero Goicoechea-Oriol), sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), láser (light amplification by stimulating emission of radiation), RENFE, OTAN, UNESCO, www, jpg, url, etc.
PRÉSTAMOS LÉXICOS. Pero hay otro medio de aumentar las palabras de una lengua, consistente en adoptarlas de otro idioma. El vocablo que un idioma incorpora de otro se denomina préstamo léxico o, simplemente, préstamo. Todas las lenguas se enriquecen por este procedimiento. Cuando las palabras recibidas provienen (con modificaciones levísimas o sin ellas) del griego antiguo y, sobre todo, del latín se denominan cultismos. Así, son cultismos griegos: hipódromo, neumopatía, hidrógeno, poligamia; y latinos: fructífero, eclesiástico, acuático, etcétera. Una gran parte de la terminología científica está constituida por cultismos. Otras muchas palabras procedentes de otras lenguas se han incorporado a la nuestra a lo largo del tiempo, y las denominamos, según sea su origen: germanismos (del alemán: espía, espuela, guerra, etc.), arabismos (del árabe: alcalde, alcohol, aduana, etc.), galicismos (del francés: pincel, coraje, cobarde, etc.), italianismos (del italiano: campeón, piloto, novela, etc.), anglicismos (del inglés: cheque, pijama, champú, etc.), lusismos (del portugués: biombo, caramelo, buzo, etc.), indigenismos americanos (o americanismos: patata, chocolate, tiburón, etc.), galleguismos (macho, chubasco, arisco, etc.), catalanismos (esquirol, forastero, etc.), vasquismos (boina, pizarra, cencerro, etc.). Si los préstamos son recientes, los denominamos neologismos. Aunque también reservamos este término para las palabras de nueva creación en una lengua (como pasota, bocata) o que han recibido un significado distinto (como tronco por ‘amigo’). Los préstamos extranjeros pueden presentarse bajo la forma de calcos, es decir, traduciéndolos con términos españoles (así, del inglés week-end y honey-moon se han calcado fin de semana y luna de miel respectivamente); o bien, adaptándolos a nuestra pronunciación y a nuestra ortografía (como autodeterminación, barbacoa, desodorante, liberación, etc.). En ocasiones, los préstamos se mantienen en su forma original y se pronuncian de manera parecida a la de la lengua de procedencia; se denominan xenismos (del griego xénos, ‘extranjero’), y son vocablos como boutique o croissant (del francés); camping, chárter, autostop, sándwich, etc. (del inglés). La «avalancha» actual de palabras procedentes de otros idiomas hace que debamos ser prudentes a la hora de incorporar aquellas que sean necesarias. Lo son, por ejemplo en inglés, las que se refieren a géneros musicales: «jazz», «rock», «blues», «hip-hop», etc. En la imagen superior: Orchestra Of Four Instruments, de Ben Sahn.
EL VALOR DE LAS PALABRAS. Decíamos en un apartado anterior que ningún signo lingüístico tiene valor propio, sino que lo recibe de los otros signos con los cuales se relaciona. Eso sucede también en el nivel léxico: una palabra como verde no podría significar si no se opusiera a rojo, azul, amarillo, etc. Todos esos vocablos pertenecen al mismo subsistema léxico, y se relacionan paradigmáticamente (existe ese tipo de relación cuando palabras que comparten rasgos de significación pueden aparecer en el mismo contexto oracional; así, es posible incluir cualquiera de esos adjetivos en la oración En ese cuadro predomina el…) Sin embargo, ese valor opositivo está influido por algunas variables. Una de ellas es la connotación, concepto que, para ser definido, debe ponerse en relación con la denotación
Denotación de una palabra es su significación objetiva, definida en los diccionarios, y válida para todos los hablantes. Connotación, en cambio, es el conjunto de valores subjetivos (generalmente de estima o desestima) que se añaden a la palabra, variables según los hablantes, y que en nada modifican su denotación objetiva. 
Así, la denotación de un término como perro es el conjunto de notas, reconocibles por toda la comunidad, definidoras del concepto ‘perro’: mamífero, cánido, doméstico, etc. Su connotación, sin embargo, son los valores que el hablante añade, y que no forman parte de su definición. Esos valores pueden ser totalmente subjetivos, con sentimientos personales acerca de un perro en particular o de los perros en general; o pueden estar muy difundidos en la comunidad hablante; así, en el caso de perro las connotaciones que revelan frases acuñadas como ser un perro, tratar a uno como un perro, llevar una vida perra, etc.
LAS PALABRAS EN LA ORACIÓN /  EL CONTEXTO Y LA SITUACIÓN COMUNICATIVA. El valor de la palabra depende, también, de las relaciones sintagmáticas o sintácticas; es decir, de las relaciones que mantiene con las palabras que aparecen junto a ella en la oración. Véase, en efecto, cómo el valor del vocablo verde adquiere significados distintos en oraciones como En ese cuadro predomina el verde; Ese jugador está aún muy verde; En mi barrio hay pocos espacios verdes; Es un viejo verde. En el primer caso, el adjetivo se usa como perteneciente al paradigma de ‘los colores del espectro solar’; en el segundo, al de la ‘destreza’, etc. Como lo que rodea a la palabra en la oración es su contexto, podemos llamar a las relaciones sintagmáticas o sintácticas relaciones contextuales. Un ejemplo muy claro de la influencia de tales relaciones en el cambio de valor de los vocablos lo constituye la metáfora. Tal figura se produce cuando una palabra adquiere el significado de otra, porque las cosas que ambas designan poseen alguna semejanza (así, la araña de iluminar, por el parecido de ese objeto y el animal). Pues bien, sólo en la oración es posible percibir si un vocablo posee significado metafórico: La araña se escondió bajo una piedra no confiere a araña ese significado. Y sí, la oración Las arañas que colgaban del techo iluminaron la sala. La situación comunicativa influye también, muchas veces, en la alteración del significado que la palabra tiene en su paradigma y en la oración. Ello ocurre especialmente cuando en tal situación predomina el sentimiento (de afecto o desafecto); por ejemplo, en la antífrase, consistente en dar a un vocablo o a una oración un significado contrario a lo que se expresa. Así, cuando alguien pretende colarse en una fila decimos: Mira qué listo es ese. En otras ocasiones sólo son los valores connotativos de los vocablos los que experimentan ciertas alteraciones, en función de la situación comunicativa; son los distintos valores que colorean a términos como derecha, izquierda, dictadura, fascismo, autogestión, etc., según la adscripción ideológica de los hablantes que los usan.
CAMBIOS SEMÁNTICOS. Muchas palabras cambian de significación con el paso del tiempo, o adquieren significados nuevos que se suman a los anteriores o los desalojan. Tales mutaciones se denominan cambios semánticos. Y se deben a causas diversas.
Históricas: las cosas designadas por ciertos nombres cambiaron de forma o de empleo (la palabra retrete designaba, en el siglo XVII, simplemente un aposento pequeño y recogido, en el que se recibían las visitas más íntimas. En el XIX se instaló allí la letrina, y ese vocablo adquirió otra significación). Sociales: vocablos técnicos de ámbito restringido cambian de significado cuando son usados por la generalidad de los hablantes (semántica, voz de la Gramática, toma el significado de aquello que en el lenguaje no es cuestión de forma sino de contenido, y, así, podemos oír que lo que separa al partido X del partido Y es sólo una cuestión semántica); a la inversa, una palabra de uso general, puede especializar su significado cuando se adopta por un grupo social más restringido (por ejemplo, las palabras que el léxico taurino ha tomado del léxico general: faena, peón, picador, afición, capote, etc.). También por motivos sociales, a todo aquello que, por pudor o elegancia, no debe ser nombrado (es decir, el tabú, término polinesio que significa ‘sagrado, prohibido’) se le aplica otro término que pasa a significar lo que es tabú, y se denomina eufemismo: servicio por ‘retrete’, amigo o novio o compañero sentimental por ‘amante’, hacer de vientre, hacer el amor, etc.
Psicológicas: la repugnancia o las prevenciones que suscitan ciertos animales motivan su significado insultante cuando se aplican a personas: reptil, cerdo, hiena, buitre. Otras cualidades que se les atribuyen han causado cambios semánticos paralelos en burro, asno, lince, león, hormiga, etc. La ironía colectiva no cesa de inventar términos para designar la ‘embriaguez’: tablón, tajada, merluza, mona, moña, curda, melopea, pedal, etc. Existen muchos temas sobre los que recae el fenómeno del tabú. La enfermedad mental es uno de los más evidentes. Así, encontramos expresiones como “centro de salud mental” en sustitución del término “manicomio”, por una razón social. La ironía colectiva aporta constantes alusiones en este terreno; por ejemplo: “se le ha ido la olla”, “está para allá”, “está zumbado, pirado, grillado”, “le falta un tornillo”, “le patinan las neuronas”, etc. En la imagen: El loco de P. R. Picasso. El loco es una acuarela sobre papel en dos fragmentos realizada en Barcelona. Está firmada por «Picasso» y fechada en 1904 en el ángulo superior izquierdo. Contiene la dedicatoria A mí buen amigo Sebastian Junyent. Forma parte de la colección del Museo Picasso de Barcelona.
LA PALABRA COMO ELEMENTO DE CARACTERIZACIÓN DEL DISCURSO. El léxico que se emplea en el discurso lo caracteriza como perteneciente a un registro determinado (con este término designamos los distintos usos que se hacen de una lengua según la naturaleza del mensaje: culto, familiar, llano, desgarrado, elevado, etc.), a un determinado género de mensaje (relato, descripción, ensayo, poema lírico, novela, carta, conferencia, lección, anuncio, arenga, sermón, etc.); informa sobre la cultura del hablante (es más abundante y variado el léxico de una persona culta que el de otra poco instruida), sobre la cultura del oyente (al hablar a una persona culta, se trata de emplear un lenguaje esmerado; y, al contrario, para dirigirnos a un oyente poco instruido, procuramos hablarle con llanura y simplicidad), etc. Como ya adelantábamos en la introducción a estos apartados, el último de los tres niveles del lenguaje, el sintáctico, que se ocupa de las combinaciones de las palabras de una lengua para formar oraciones, no será contemplado aquí. Se verá en otra sección dedicada específicamente a la Gramática.
FUENTE: LÁZARO CARRETER, F. Lengua Española COU, Anaya, S.A., Madrid, 1998 (pp. 10, 19-22)

AUDIOS UNED
ANTROPOLOGÍA / FILOLOGÍA / HISTORIA / FILOSOFÍA… 
Cómo entender la literatura española: siglos XVIII y XIX comentario de texto
Doris Lessing: nació en Irán, vivió en Sudáfrica y UK
Filosofía y utopía: Jorge Velázquez Delgado (UAM, México) Prof. Filosofía
Fugitivas del Mar: poemas de Laura Olalla (Escritora) [+info]
La novela gótica inglesa: UK siglos XVIII y XIX (Frankenstein, 1818)
La utopía: A. Sánchez Fernández, Prof. Filosofía UNED [+info] [+info]
Literatura Española siglos XVIII y XIX: Romanticismo español [+info]
Literatura indígena: a través de la narración oral y escrita indígena
Locura y literatura en Italia: y Alda Merini, poetisa italiana [+info]
Maquiavelo, la lengua y el teatro: autor, su lengua y su relación con el teatro
Metodología de la periodización en Historia de la lengua: Lenguaje literario
Textos literarios y enseñanza del español: Libro homólogo [+info]
[+INFO]


IMAGEN DE PORTADA


(Pablo Gallo, 2009)
Colección particular, 81 x 72, acrílico sobre lienzo
Su pelo castaño, recogido y brillante, iluminado a medias por una luz que asoma desde una ventana lateral, su flequillo despeinado, su mirada atenta y concentrada sobre el libro; la firmeza con que una mano lo sujeta mientras la otra, delicada, sostiene su canto… A un extremo del sofá, con el libro en el regazo, apoya su brazo; ha colocado los demás libros sobre sus piernas, no pestañea, pues lo que lee parece cautivar por completo toda su atención…
Puede verse una selección de cerca de 60 dibujos y pinturas de este autor en la revista de poesía Zurgai, acompañando textos de algunos autores literarios. También en la página oficial del artista.
DOMINGUEZ CAPARROS, José. Introducción a la Teoría Literaria (3ª ed.). Editorial Universitaria Centro de Estudios Ramón Areces (CERA), S.A., Madrid. 2009. 280 pp. Este manual, dirigido principalmente a los alumnos de la asignatura Introducción a la teoría literaria, está estructurado en dos partes: la primera trata de la definición de la literatura y de las disciplinas que la tienen como objeto de estudio; en la segunda se describen detalladamente cuestiones propias de la literatura como son la lengua y los géneros literarios. La asignatura de Introducción a la Teoría Literaria es la encargada de proporcionar la base de los conceptos teóricos fundamentales relativos a la definición de la literatura, a las formas de las distintas manifestaciones genéricas, a los mecanismos del lenguaje literario, y al mismo tiempo plantea una reflexión sobre el carácter del estudio de la literatura, las relaciones de ésta con la psicología o su función en la sociedad. Enfocado todo ello desde los recientes estudios teóricos sobre la literatura, atiende también a la rica tradición teórica que arranca del pensamiento griego, principalmente el de Aristóteles en su Poética.
LÁZARO CARRETER, Fernando. Lengua Española (COU), Madrid, Grupo Anaya S.A., 1998. 240 pp. (Incluye un cuadernillo de trabajo, para aprender a comentar textos). Fue en una estancia de formación en Francia en la década de 1950 cuando Fernando Lázaro Carreter conoció el método docente del comentario de textos. Lo aplicó en Cómo se comenta un texto en el bachillerato (1957), escrito en colaboración con E. Correa Calderón (1899–1986). Dicho texto rompía con la tradición de un estudio exclusivamente memorístico de la literatura. Posteriormente, y ampliado con otros artículos, cambió su título a Cómo se comenta un texto literario (1974). Desde entonces y hasta sus últimos años, escribió distintos manuales de enseñanza secundaria de Lengua y Literatura españolas, bien con Correa Calderón, bien con Vicente Tusón (1934–1999), bien en solitario. Son los libros de texto de Bachillerato antiguo -BUP y COU- de Lengua y Literatura Españolas más utilizados en España en las décadas de entre 1960 a 2000, en ellos se combinan la exposición teórica con los ejercicios prácticos. Este libro consta de un Índice y de un Anexo. [1] Índice del libro: 1. Lenguaje y comunicación. 2. Estructura del lenguaje verbal (I). 3. Estructura del lenguaje verbal (II). 4. La oración gramatical. 5. El sintagma nominal. 6. El verbo, núcleo del sintagma verbal (I). 7. El verbo, núcleo del sintagma verbal (II). 8. Estructura del predicado. 9. Los pronombres. 10. Oración simple y oración compleja. 11. Subordinación sustantiva y adjetiva. 12. Subordinación adverbial (I). 13. Subordinación adverbial (II). 14. El texto. 15. El lenguaje en los textos científicos y técnicos. 16. El lenguaje jurídico y administrativo. 17. El lenguaje del periodismo y el de la publicidad. 18. El uso del lenguaje en las disciplinas humanísticas. 19. El uso literario del lenguaje. 20. Estratificación del uso lingüístico: sociolingüística. 21. La situación lingüística de España. 22. El español de América. [2] Anexo del libro (Arte de escribir): 1. Escribir bien. 2. La ortografía y presentación del escrito. 3. Clases de escritos. 4. Las oraciones en el parágrafo (I). 5. Las oraciones en el parágrafo (II). 6. Las palabras (I). 7. Las palabras (II). 8. Símil o comparación. 9. Los tropos (I). 10. Los tropos (II). 11. Unidad del escrito. 12. El estilo indirecto libre. 13. La narración (I). 14. La narración (II). 15. La descripción (I). 16. La descripción (II). 17. La argumentación (I). 18. La argumentación (II). 19. Cómo se organiza la argumentación. (Este “Anexo” forma parte del libro, es la segunda parte, no es el cuadernillo de trabajo para aprender a comentar textos que incluye la edición).