En la introducción de este libro se informa al lector acerca de la procedencia y la finalidad de los diferentes ensayos —son nueve— que conforman la obra. Se trata, en su mayor parte, de conferencias sobre diferentes temas que fueron escritos para diversas ocasiones, pero todos tienen que ver con la discrepancia que se da entre lo que le gusta o le disgusta a cada individuo. El problema de por qué las personas razonan de maneras diferentes corresponde a la historia de la antropología y es de lo que se ocupa este interesante libro.
De una manera amena y sencilla, la antropóloga británica Mary Douglas (1921-2007) nos introduce en el folklore, el pensamiento mágico, el misticismo y el pensamiento racional a través de la literatura y de muchos ejemplos tomados de la vida cotidiana. Sería reconfortante pensar que todo el que no esté de acuerdo con nosotros razona de manera defectuosa. El antropólogo escocés James Frazer justificaba la magia atribuyendo confusión al pensamiento subdesarrollado de los seres primitivos (1936). Un enfoque menos cómodo de esa idea sería considerar que las personas en realidad piensan de maneras tan radicalmente diferentes y sienten de maneras tan diversas en relación con las mismas cosas que no existe ninguna. La obra de Mary Douglas es una de las mejores muestras de hasta qué punto la antropología puede competir ventajosamente con otras ciencias sociales a la hora de explicar fenómenos actuales, y hacerlo a partir de presupuestos teóricos que la propia autora había ensayado en sociedades muy diferentes de la nuestra, tal y como reflejan sus dos obras más conocidas, Pureza y peligro (Siglo XXI) y Símbolos naturales (Alianza). ¿Por qué las personas hacen diferentes inferencias a partir de los mismos datos? La respuesta tiene que ver con el modo en que la tendencia cultural tiñe el pensamiento. En las principales encrucijadas de la vida la elección personal está restringida por adhesiones. Lealtades que tienen su peso.
Mary Douglas retratada por Mayotte Magnus
A menudo he oído expresar la idea de que un estilo de pensamiento distintivo corresponde a una tendencia históricamente única producida en una comunidad particular que también es única, tan única que ni el estilo de pensamiento ni la tendencia, ni la comunidad pueden compararse con otros. Pero yo sostengo que es posible clasificar, no los estilos de pensamiento en sí mismos, sino los tipos de unidades sociales a las cuales esos estilos de pensamiento les sirven como medio de comunicación. ¿Cómo se llegan a estandarizar todos los pensamientos? M. Douglas, How Institutions Think (1987).
La teoría cultural intenta cerrar las brechas de relativismo que se oponen a los argumentos sobre las significaciones únicas. Sin embargo, esa misma teoría necesita hallar una base mínima para el acuerdo. En el primer cuarto del siglo XXI aún resulta difícil alcanzar consenso sobre las relaciones sociales y la experiencia de poder y autoridad. En esta obra comienza Douglas por suponer que hay una dimensión que todas las comunidades reconocen y construyen: una escala que distingue grados de formalidad.
Illustration par Gustave Doré pour Le Petit Chaperon rouge dans Les Contes de Perrault (Detalle). Paris, Jules Hetzel, 1862. |
En el primer ensayo la autora propone que hay una distinción universal, que todos pueden reconocer, entre intimidad y distancia formal. Los miembros de una comunidad no pueden funcionar en ella si no comprenden la diferencia entre vulgaridad y refinamiento. Ya lo aprenden de niños. Hasta las personas que no pertenecen a esa comunidad reconocen esa diferencia. Este es el punto de partida mínimo que emplea en los dos primeros ensayos.Las versiones francesas del cuento familiar de Caperucita Roja revelan un rito verbal que alude a las etapas de la vida de una mujer. Aunque bastante procaz en sí mismo, se sitúa en el amable final de la escala que va de lo vulgar a lo refinado, comparado con los groseros juegos de los ritos equivalentes de los muchachos. Seguramente el folklore ya nunca pudo ser el mismo, una vez que los cuentos de la Oca se leyeron a la luz de las referencias a la sexualidad de la vida campesina francesa del siglo XIX. A través de estas líneas, la gama que va de lo vulgar a lo refinado proporciona una herramienta interpretativa que puede emplearse de manera más general. Illustration par Gustave Doré pour Le Petit Chaperon rouge dans Les Contes de Perrault (Fragment). Paris, Jules Hetzel, 1862.
El segundo ensayo, sobre los estilos de terapia, aplica a la medicina la misma escala, que va de lo vulgar a lo refinado. Este es un ejemplo de cómo las adhesiones culturales se clarifican y se fortalecen cuando se las extiende a una dimensión que, en su forma más general, va de lo formal a lo informal, pero que asimismo suministra minuciosas reglas de cortesía sobre cómo dirigirse a los superiores y a los pares, o sobre cómo elegir un médico o una medicina. Sobre esta base la vida social se encuentra amenazada y atacada por las discriminaciones. Estas son, no sólo señales de alineamiento político y moral, sino además armas utilizadas en una vigorosa lucha entre estilos de organización. Los miembros de una comunidad, o bien se inclinan por apoyar la cultura hegemónica, sea ésta cual fuere, o bien se alinean en contra de esa cultura; la tercera opción es mantenerse al margen, sin esperanza de influir o decidir. Elegir un médico significa no elegir a otro, elegir un remedio significa rechazar otro. Toda elección “a favor” es también una elección “en contra”.
Florence Nightingale
tending to wounded soldiers.
National Library of Medicine
Los siguientes tres capítulos, 3, 4 y 5, tienen que ver con las elecciones que hacemos del equipamiento doméstico. Las tiendas son el escenario tradicional de elección. Hasta ahora la tendencia de la investigación de mercado y de los sondeos de opinión se centró en las preferencias positivas. Se ha pasado por alto el consumo protesta. No comprar un determinado detergente es una forma tan significativa de protesta como no elegir un determinado médico. En estos tres ensayos despliega la autora el campo de fuerza en el cual se cristalizan los entornos sociales y por el cual puede situarse a la población según cuatro posiciones muy marcadas. Cuando un nuevo pensamiento privado nace, puede tener una oportunidad de no quedar encapsulado en una institución social. Pero también puede ocurrir que pague su originalidad con el olvido. Que una idea llegue a imponerse es como lograr que un proyecto de investigación obtenga los fondos necesarios para ser llevado a cabo. Las fuentes de apoyo son las instituciones que recaudan los fondos y se los otorgan a los seguidores leales. Los pensamientos que llegan a imponerse fueron subvencionados; aquellos pensamientos que estamos a punto de olvidar tuvieron un apoyo que luego les fue retirado; nosotros mismos cortamos su trayectoria vital olvidándolos. Las ideas que no podemos comprender, aunque lo intentemos, ideas que proceden de estilos de pensamiento que nos son ajenos, o bien son subvencionadas con una moneda diferente, o bien no recibieron apoyo durante tanto tiempo que ya nadie recuerda cómo alguna vez encajaron en un contexto. En el ensayo sobre el mal gusto (capítulo 3) se refiere la autora a los ejemplos que mejor muestran cómo nosotros mismos, al emitir juicios adversos, damos muerte a los pensamientos que no están de moda. Las elecciones que hacemos en el terreno del mobiliario, de la vajilla, de la comida, por ejemplo, representan una forma superficial de abordar un tema más sombrío. La misma gama de elecciones es evidente en la decisión cultural de comer o abstenerse de comer carne. El tema de la abstención plantea cuestiones que se debaten en el resto del libro, cuestiones referentes a la clasificación y la interpretación, y al problema de las metáforas. La única garantía para interpretar metáforas procede de la mezcla entre lo que la gente hace y lo que dice. El contexto social y el literario justifican la interpretación que se haga.
Mihály Munkácsy Interior parisino 1877Galería Nacional Húngara, Budapest
En el capítulo 8 se aplica la teoría cultural a la historia de movimientos ascéticos y la autora trata de evaluar el futuro que pueda tener el vegetarianismo general en Europa. En cualquier país, la convención ofrece diversas razones para considerar que un animal no es comestible: que es noble, como el caballo; que es encantador y atractivo, como la alondra, o que es innoble como las víboras, los caracoles o las babosas. Pero ninguna de esas razones se sostiene en otros lugares donde la criatura rechazada puede saborearse con especial deleite. Como se explica ya en los capítulos 6 y 7, referentes a la clasificación animal, no existe una regla general que distinga los tipos de animales anómalos. La regla se basa en cada lugar en la red local de conexiones. En el capítulo 9, el último de los ensayos, la autora sostiene que el texto bíblico, de obligada lectura durante siglos, fue malinterpretado durante un período muy prolongado y sitúa el pasaje del Levítico 11 directamente en un contexto bíblico más amplio, de modo tal que el pasaje pueda leerse no en el sentido de que los animales prohibidos son abominables, sino entendiendo que el hecho de comerlos es abominable. La principal razón que impulsó a Mary Douglas a incluir ese ensayo en esta colección es que en él se describe un enfoque antropológico de las religiones que nos son ajenas, que se asemeja en gran medida al enfoque adoptado en relación con las diferencias de gusto y de juicio.
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La autora analiza los mecanismos semióticos y estéticos de nuestras elecciones cotidianas. Solemos estar tiranizados por estilos de vestir y de modas, pero la idea de que existen estilos de pensar es menos familiar y tal vez más inquietante. Desde que Ludwig Fleck desarrolló en los años treinta la concepción de que existen estilos de pensar compartidos que unen a comunidades científicas, el estilo de pensar comenzó a ocupar un lugar importante en la filosofía de la ciencia y en la historia de las ideas. ¿Cómo operan los estilos de pensar? En los ensayos reunidos en el presente volumen, Mary Douglas analiza en primer lugar su función en los juicios contenidos en los lugares comunes de la vida cotidiana. Cuando elegimos un médico, el dibujo del papel pintado para el dormitorio, la cubertería o la vajilla de mesa, esta elección forma parte de un esquema de elecciones que compartimos con nuestros amigos. Cuando la gente conversa sobre colores chillones o suaves, sobre texturas ásperas o sedosas, sobre maneras de hablar educadas o rudas, están construyendo una comunidad que traza líneas finísimas para asegurar sus sutiles distinciones. Cuanto más fuerte sea el estilo de pensar, más efectiva es la presencia de la comunidad. Los miembros que se someten a su control, están usando la línea divisoria entre vulgaridad y buen gusto atribuyendo a su actitud una significación mucho mayor de la que se podría expresar meramente con palabras. Al mismo tiempo, esta sumisión a códigos de gusto y estilo permite inscribir más claramente la propia identidad dentro del contexto social. Desde Edmund Burke, Baumgartner y Kant, la tradición filosófico-antropológica se hizo cargo de la dificultad de abordar el fenómeno del gusto. ¿Tiene componentes éticos? ¿Se basa en el puro placer o en dictados sociales y utilitaristas? Los análisis de Mary Douglas se mueven en la frontera entre antropología, semiótica y estética y contribuyen de una manera muy lúcida y original a hacer transparentes los importantes mecanismos identificatorios que operan en las pautas estéticas, contribuyendo tanto a la diferenciación como a la cohesión social.
DOUGLAS, Mary. Estilos de pensar. Ensayos críticos sobre el buen gusto. Traducción de Alcira Bixio. Gedisa (Col. Cla-De-Ma), Barcelona, 1998. Mary Douglas, antropóloga inglesa inmiscuida en el estudio del simbolísmo y diversas relaciones entre temáticas teológicas y antropológicas, marca en esta obra un análisis crítico a las formas del buen gusto y disgusto del individuo adherido a una comunidad. Expresando a su vez una postura antropológica desde la vida cotidiana estableciendo conceptos como vulgaridad y refinamiento, hostilidad cultural, alineamiento cultural, entre otros términos que sirven como enfoque argumentativo a su discurso. Los estilos de pensar nos unen a ciertos grupos sociales con los que compartimos desde visiones del mundo hasta gustos de vestir y preferencias por artículos de consumo.