Si queremos obtener una visión global de Charles L. Dodgson y de su alter ego Lewis Carroll, debemos ser capaces de introducirnos en su biografía, como Alicia, A través del espejo, esperando encontrar nosotros también las claves de este multifacético, contradictorio y fascinante personaje…
Este escritor inglés fue conocido por todo el mundo bajo el seudónimo de Lewis Carroll. No fue sólo el genial autor de Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo…, también se dedicó a la docencia, a la fotografía y al sacerdocio. Fruto y pasto, a la vez, de la época victoriana que le tocó en suerte vivir, la de Dodgson fue una de esas personalidades únicas y controvertidas que desafían constantemente a los estudiosos… Como es sabido, la expresión «era victoriana» define y acota el período de la historia inglesa comprendido entre 1837 y 1901, fechas respectivas de la ascensión al trono y de la muerte de la reina Victoria. Durante ese largo reinado, Inglaterra llegó a ser el país más rico y poderoso del orbe. La población de Gran Bretaña se triplicó; en 1901 alcanzó los treinta y dos millones de habitantes —que, comparadas con las cifras que se manejan actualmente, nos pueden parecer irrisorias, no lo son—. Por otra parte, y al respecto del contexto histórico del autor, Santiago R. Santerbás, en su artículo: «Lewis Carroll: espejo deformante de la Inglaterra victoriana» (CLIJ, 1990) nos advierte que pecaríamos de ingenuos si pretendiéramos descubrir la realidad victoriana reflejada en los engañosos espejos deformantes del reverendo Charles Lutwidge Dodgson.
Charles Lutwidge Dodgson nació el 27 de enero de 1832 en Daresbury, pequeña localidad de Cheshire —condado célebre por sus quesos y, años más tarde, por el gato risueño que aparecería en las aventuras de Alicia—, donde su padre ejercía de párroco de la iglesia anglicana. Charles Lutwidge fue el tercero de once hermanos (y el primero de cuatro varones). Como ocurre con la mayor parte de los escritores, Dodgson fue un apasionado de la lectura desde temprana edad.
Gracias a la extensa colección de títulos que poseía su familia, pudo desarrollar su capacidad intelectual desde muy joven, llegando a leer, con sólo 7 años, obras extensas y grandes clásicos, como The Pilgrim’s Progress from this world to that which is to come, delivered under the similitude of a dream (“El progreso del peregrino”, de 1678). En 1843 la familia Dodgson se trasladó a Croft, un pueblo de Yorkshire. Durante su permanencia en la rectoría de Croft, el pequeño Charles Lutwidge ofrecería las primeras muestras de su imaginación creadora. Dirigió, redactó, ilustró y manufacturó diversas revistas de ámbito familiar: The Comet, Useful and Instructive Poetry, y The Rectory Umbrella (Obras, todas ellas, editadas con carácter póstumo e incluidas en The Complet Works of Lewis Carroll.) Y, lo que es aún más significativo, inventaba juegos: proponía adivinanzas en verso, escribía cartas de derecha a izquierda que debían ser leídas con ayuda de un espejo, planteaba paradojas matemáticas, establecía reglas de un viaje en un ferrocarril imaginario, trazaba laberintos sobre la nieve que cubría el jardín de la rectoría… Esa portentosa capacidad inventiva —y no nos referimos a la invención literaria, sino a la mecánica o a la simplemente lúdica— no le abandonará jamás a lo largo de su vida. E incluso él mismo se la atribuirá, en términos caricaturescos, a algunos de sus seres de ficción.
CREANDO A LEWIS CARROLL
Se sabe que Dodgson, desde su infancia, sufrió de tartamudez y de una leve sordera en el oído derecho. En 1851, Charles Lutwidge Dodgson ingresa como alumno interno en el Christ Church College de Oxford. Salvo en períodos de vacaciones o a causa de algún viaje esporádico —sólo efectuaría un viaje al extranjero, en 1867, y nada menos que a Rusia—, el antiguo y prestigioso colegio será la residencia habitual de Dodgson el resto de su vida: primero, como estudiante; luego, como postgraduado; finalmente, como profesor adjunto de matemáticas. En 1854, siendo todavía estudiante, había publicado por vez primera dos obras literarias —un poema y un relato breve— en un periódico local: The Whitby Gazette. Y las había firmado, no con su verdadero nombre, sino con las iniciales «B.B.»: dos letras que no encubren intención semántica alguna, pero que denotan que Charles Lutwidge Dodgson sentía desde el principio, la necesidad de desdoblarse, de situar las facetas de su personalidad a ambos lados de una línea divisoria. A un lado, el clérigo y profesor de matemáticas: el inquilino de Christ Church. Al otro, el poeta y fabulador: el habitante eterno del País de las Maravillas. Y cada uno, con un nombre distinto. Tardaría un par de años aún en adoptar un seudónimo definitivo. Había barajado algunos: Edgar Cuthwellis (anagrama de Charles Lutwidge), Edgar U.C. Westhhill (ídem) y Louis Carroll. Al fin, aconsejado por Edmund Yates, editor de la revista literaria The Train, se decanta por Lewis Carroll. Y con ese sobrenombre firma, el 16 de marzo de 1856, en dicha revista, el poema Solitude.
La aportación de Charles Lutwidge Dodgson a la literatura está fuera de toda duda. Sin embargo, cuando comenzó su andadura literaria, escribiendo poemas y cuentos con carácter de humor, su obra pasó bastante desapercibida. Dodgson no alcanzaría el éxito hasta la publicación de Alice’s in Wonderland. De hecho, el propio Dodgson fue muy crítico con las obras que la precedieron, llegando a afirmar: “No creo haber escrito todavía nada digno de una verdadera publicación, pero no desespero de hacerlo algún día”. Respecto a su magna obra, Alice Liddell y sus hermanas, que fueron quienes la escucharon por primera vez, la relataron del siguiente modo cómo surgió la historia:
“Muchos de los cuentos del Sr. Dodgson nos fueron contados en nuestras excursiones por el río, cerca de Oxford. El principio de “Alicia” nos fue relatado en una tarde de verano en la que el sol era tan ardiente, que habíamos desembarcado en unas praderas situadas corriente abajo del río, abandonando el bote para refugiarnos a la sombra de un almiar recientemente formado. Allí, las tres repetimos nuestra vieja solicitud: “Oh, por favor, cuéntenos una historia Sr. Dodgson”, y así comenzó su relato, siempre delicioso. Algunas veces para mortificarnos o porque realmente estaba cansado, el Sr. Dodgson se detenía repentinamente diciéndonos: “Esto es todo, hasta la próxima vez”.¡Ah, pero ésta es la próxima vez!”, exclamábamos las tres al mismo tiempo, y después de varias tentativas con la intención de persuadirlo, la narración se reanudaba nuevamente”
Dodgson, como ya hemos comentado anteriormente, fue todo un experto en la fabricación de inventos y pequeños mecanismos. Por ejemplo, una de las mayores incomodidades del autor era tener que levantarse a media noche para escribir las ideas que le surgieran mientras estaba en la cama. Para evitar perder ideas y tener que encender velas, impidiéndole, además, reconciliar luego el sueño, creó una especie de plantilla con un alfabeto. De esta forma, podía escribir en la oscuridad y dentro de su propia cama, logrando, de este modo, captar sus ideas y seguir durmiendo sin problema. Se mostró muy orgulloso de este invento y muchos otros más que creó, como un dispositivo para ajustar los márgenes en una máquina de escribir (la suya, una James Hammond, de 1880, es impresionante), un dispositivo para ayudar a los inválidos a leer en la cama…, llegando a hablar de ellos incluso en algunas revistas. Inventó también Dodgson muchos juegos basados en el lenguaje. Por ejemplo, trabajó en una versión simplificada de lo que hoy conocemos como Scrabble y se atribuye la creación de un juego llamado “Escalera de palabras”, el cual consiste en tomar una palabra que posea significado real e ir cambiando sus letras una a una para formar otra palabra también existente. Una demostración de este último juego sería algo así: Casa → Cosa → Coso → Cojo → Rojo. El único objetivo es que la primera palabra y la última sean reales, las intermedias pueden ser inventadas.
Charles Lutwidge Dodgson, y su alter ego, Lewis Carroll, morirían en «The Chestnuts», la casa que sus hermanas poseían en Guildford (Surrey), el 14 de enero de 1898. Fue enterrado en el cementerio parroquial bajo una sencilla cruz de mármol que recogía los dos nombres que usó en vida.
ALGUNAS CURIOSIDADES ACERCA DEL AUTOR DE ALICE’S IN WONDERLAND
Además de las numerosas y ficticias cuentas del autor en redes sociales como Twitter o Facebook… —y otras muchas dedicadas a homenajear (o no) a sus personajes—, existen empresas cuyos nombres se han inspirado en alguna de sus obras más célebres, como es el caso de Lewis & Carroll, o Wonderland House. Para finalizar, añadamos una última curiosidad a este breve recorrido por la fascinante vida del autor. En 1871, tras la publicación de Alice’s in Wonderland, vio la luz Through the Looking-Glass, and What Alice Found There (A través del espejo, y lo que Alicia encontró allí), cuyas ilustraciones, como ya sabemos, corrían a cargo del caricaturista John Tenniel, quien trabajó por un período de mas de 50 años para la revista satírica Punch. Al ilustrador le nombró Caballero la Reina Victoria en 1893 y se le considera hoy día el mas importante de la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XIX, y sus trabajos se utilizan para estudiar las características sociales y económicas de la época. «Lewis Carroll: espejo deformante de la Inglaterra victoriana» por Santiago Rodríguez Santerbás, en CLIJ (Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil), Año 3, n.º 22, Barcelona, Noviembre 1990.
WILLSON, Lewis. Lewis Carroll en el País de los números. Editorial Turner, Madrid, 2009. 288 pp. [Ilustraciones de John Tenniel] Título original: Lewis Carroll in Numberland. En el apartado de los juegos de lógica tenemos este ejemplar de Robin Wilson, editado por Turner. Es una biografía matemática que descubre algunos enigmas encerrados en Alicia. Hubo un matemático, hombre serio y victoriano hasta la médula, llamado Charles Dodgson, que escribió uno de los relatos infantiles más disparatados, sugerentes e imaginativos de la historia: Alicia en el país de las maravillas.Y hubo un cuentista, fotógrafo, escritor de panfletos y libros de adivinanzas, llamado Lewis Carro ll, que revolucionó el estudio de la lógica, el álgebra y la geometría, y cuyos logros marcan un antes y un después en estas disciplinas.Las vidas paralelas del matemático Dodgson y su álter ego, el escritor Carroll, se relatan esta “biografía matemática”; su irrepetible imaginación narrativa y su espectacular dominio de los números y las palabras dan como fruto una explosión de adivinanzas, rompecabezas y juegos, que el lector podrá desentrañar a la luz de la impecable lógica matemática que contienen, y que aquí se narra de forma sencilla y accesible.Un festín para los aficionados a los números y un descubrimiento para los lectores de Alicia, que quizá nunca se habían imaginado que un cuento infantil encerrara esta otra historia apasionante.[+info]