Los paraísos artificiales, de Charles Baudelaire

Charles Baudelaire nació en París en 1821. Huérfano de padre a los seis años, su madre se casó en segundas nupcias con el comandante (futuro general) Aupick, iniciándose con ello una inadaptación familiar que había de relacionarse con amargos sinsabores en la vida adulta del escritor.
Charles Baudelaire,
por Fernando Vicente
Expulsado del Lycée Louis-le-Grand en 1839, Baudelaire se lanzó a unos años de vida disipada durante los cuales contrajo la sífilis, enfermedad que le impulsó a ingerir opio como calmante. Esta relación forzada con la droga y la lectura de Confesiones de un opiómano de Thomas de Quincey están en la base de Los paraísos artificiales. Acerca del vino y el hachís (la presente obra). Atormentado por la mala salud, angustiado por la conflictividad de sus relaciones sociales y mortificado por cuestiones monetarias, la relativa abundancia y perfección de sus escritos son una hazaña de la voluntad y el trabajo obstinado. Hace crítica de arte, crítica musical, escribe poemas y se convierte si no en el mejor, en uno de los más destacados críticos literarios de su tiempo. Traduce y biografía a Edgar Allan Poe, su «alma gemela». En 1857 aparece Las flores del mal, el libro de poesía de mayor influencia en la literatura moderna. Entre mediados de los años 50 y su muerte, acaecida en 1867, el autor va escribiendo los «pequeños poemas en prosa» que constituirán El Spleen de París. Una caída, en 1866, le produjo una parálisis hemipléjica que le incapacitó para seguir trabajando. Moriría al año siguiente.
ÍNDICE
Los paraísos artificiales.
1. Acerca del vino y el hachís como medios de multiplicación de la individualidad.
- El vino (Caps. 1-3)
- El hachís (Caps. 4-7)
2. Los paraísos artificiales (dedicatoria a J.G.F.)
Poema del hachís
- El gusto del infinito
- ¿Qué es el hachís?
- El teatro de Serafín
- El hombre-dios
- Moral
Un comedor de opio
- Precauciones oratorias
- Confesiones preliminares
- Voluptuosidades del opio
- Torturas del opio
- Un falso desenlace
- El genio en su niñez
- Penas de la infancia
- Visiones de Oxford
- Conclusión
Exordio y notas para conferencias de Bruselas (1864)
«Por mi parte –escribió Baudelaire en uno de las deslumbrantes piezas que integran El Spleen de París–, yo creo que me encontraría siempre bien allí donde no estoy… ¡En cualquier lugar, con tal que sea fuera de este mundo! ¡En cualquier lugar!…» El tedio vital y el afán de ir más allá, el ahogo que le producía la sociedad burguesa, llevaron a Charles Baudelaire, como a muchos otros de sus coetáneos artistas, a explorar Los paraísos artificiales, esas vías de escape alternativas a la realidad que se hallaban en el alcohol, el hachís o el opio. Este libro publicado en 1860 reúne las conclusiones que le depararon sus experiencias, en las que brillan sin cesar, aquí y allá, retazos del genio que desborda su corta pero fulgurante obra literaria, la cual se concentra en Las flores del mal y el ya mencionado El Spleen de París.
En 1869, dos años después de la muerte del escritor, apareció el tomo IV de la edición de sus obras completas, realizada bajo la dirección de Asselineau y Banville. En este tomo aparecen por primera vez reunidos Los paraísos artificiales y Acerca del vino y el hachís. A partir de entonces, las ediciones incluyen tradicionalmente ambos textos. Los paraísos artificiales se divide así en dos partes. La primera parteAcerca del vino y el hachís, consta de siete capítulos breves. Los tres primeros dedicados al vino y los cuatro siguientes al hachís. En ellos Baudelaire instruye al lector sobre la variedad, la composición y los efectos de las distintas substancias a las que presenta bajo la denominación común de excitantes artificiales. El inigualable estilo del escritor invita a acompañar la lectura de un buen rioja, no tanto para hallar una fugaz alegría, depositada, a saber, en el interior de la copa—y disfrazada, quizá, de risa vacua— como para entrar en situación con lo que el autor expone en esta magnífica obertura y degustar así el sabor de las palabras que tan mordazmente profiere el agudo crítico francés. De su comparativa entre el vino y el hachís, extrae la conclusión de que la primera convierte al individuo en un ser extravertido, un «hombre de acción» mientras la segunda lo aísla, transformándole en un «ser antisocial».
Abre la segunda parte una inquietante dedicatoria a J.G.F., quien fuera asimismo la receptora de la poesía «L’Héautontimorouménos», perteneciente a Las flores del mal. No sabría decir ni dilucidar siquiera si se trata de una dedicatoria verdaderamente amistosa o de una venganza personal hacia esa mujer. A continuación entramos en El poema del hachís, que junto con Un comedor de opio, conforman el núcleo central de la obra. Compuesto el primer apartado de cinco disertaciones, a cada cual más interesante —llenas de observaciones en las que el autor nos insta a reflexionar, cuando no a disentir o asentir con resignada conformidad, acerca de cuestiones que en su mayor parte inciden claramente en un plano moral—. El gusto del infinito nos lleva a considerar la importancia de evadirse mentalmente para satisfacer la imaginación a través de «excitantes artificiales», con el propósito de «apoderarse del paraíso de un solo golpe»; ¿Qué es el hachís? aborda, como no podía ser de otro modo, las propiedades de dicha substancia y su principio activo (se nos habla, además de su origen etimológico y geográfico); El teatro de Serafín, cuyo título hace referencia al célebre teatro de marionetas y sombras chinescas, aborda los prejuicios existentes hacia el hachís, su relación con el mundo de los sueños y las fases que distinguen el estado de embriaguez; El hombre-dios el autor nos exhorta a que observemos las «modificaciones de los sentimientos» y de las facultades mentales a que se ven sometidos quienes prueban estas substancias. Baudelaire nos presenta la «moral del hachís» por medio de una serie de anécdotas cuyas conclusiones resultan como mínimo apasionantes; en Moral, el quinto apartado en el que se detiene el autor, nos habla de la merma de la voluntad y de la lucha del ser humano por mantener su dignidad, su integridad y su consciencia frente al narcisismo al que se ve abocado por la ensimismada contemplación de sí mismo, apartándolo ésta de la razón.
Las siguientes páginas del libro, que se presentan bajo el esclarecedor título de Un comedor de opio, constan de ocho apartados que nos permiten explorar junto al autor las diferentes cuestiones a las que éste presta atención. En Precauciones oratorias se nos advierte acerca de la debilidad humana que caracteriza al «Comedor de opio» y nos presenta la obra de De Quincey («Comedor de opio») apenas esbozada, comentada y explicada, que le servirá de hilo conductor a lo largo de los siguientes apartados; Confesiones preliminares traza grosso modo el perfil del futuro «comedor de opio» a través del interesante prólogo de De Quincey del que se extraen numerosas reflexiones acerca de la condición humana; Voluptuosidades del opio nos muestra las virtudes, los pros de esta substancia que «estimula y exalta al hombre» por un período no inferior a ocho horas; Torturas del opio no tiene misterio, trata de los síntomas que muestra el «comedor de opio», su agonía, su crisis; Un falso desenlace nos permite acceder al pensamiento más íntimo del autor y atender a la consideración que le merece el hecho de que De Quincey «se hubiera acostumbrado a sus dolores  hubiera aceptado los temibles efectos de su extraña higiene», el desenlace del capítulo nos sorprende y apena; El genio en su niñez nos presenta los Suspiria, una suerte de continuación de las ConfesionesPenas de la infancia y Visiones de Oxford (dividida esta última en El palimpsestoLevana y Nuestra Señora de las TristezasEl espectro del Brocken, y Savannah-la-Mar) nos ofrece una sucesión de imágenes que nos muestran el final de la curación y el desenlace de De Quincey; Conclusiones sólo confirma lo que ya hemos ido descubriendo a lo largo de toda la obra: el carácter moral del propio autor, su visión de un mundo casi onírico y fantasmal. Cierra el libro un Exordio, acompañado de unas notas correspondiente a unas conferencias dadas en Bruselas en 1864. Charles Baudelaire consigue con esta magistral obra acercar al lector a un mundo de realidades y ensoñaciones bajo una mirada racional que trata de exponer y explicar la mezcolanza de sensaciones y vivencias provocadas por los excitantes artificiales que él mismo consumía para intentar atenuar las dolencias que sufría. Interesantísimo testimonio y profundo análisis de la imagen a partir de las sensaciones y estados provocados por el vino, el hachís y el opio.
BAUDELAIRE, Charles. Los paraísos artificiales. Acerca del vino y el hachís. Editorial Fontamara, S.A. (Col. Alejandría), Barcelona, 1986. [Trad.: Pere Pruna] “Los paraísos artificiales…” fue el único libro del que Baudelaire llegó a opinar en reiteradas ocasiones que no había en él «nada que añadir ni que omitir». Este juicio, tan insólito en él, responde a la conciencia de un inmenso logro literario, producto de una larga y profunda maduración de ideas. A través del análisis de los excitantes artificiales, Baudelaire logra su más amplia y rica exposición del mundo artístico considerado bajo el ángulo de la formación y significación de las imágenes; y, en cuanto a forma, la obra contiene algunas de las páginas más bellas que jamás se hayan escrito.