El Bosco y la tradición pictórica de lo fantástico

Este 2016 se cumplen quinientos años de la muerte de El Bosco. Para conmemorar dicha fecha, el Museo del Prado ha preparado la exposición más completa que se ha hecho del artista hasta la fecha y que podrá verse de mayo a septiembre de este año. La exposición conmemora el V centenario de la muerte del pintor. Junto a los trípticos el Jardín de las Delicias, el Carro de heno o la Adoración de los Magos se expondrán otras obras que han prestado otras instituciones, lo que dará como resultado el mayor cómputo de pinturas del autor jamás reunido. Diez años antes la Fundación Amigos del Museo del Prado decidió organizar el ciclo de conferencias El Bosco y la tradición de lo fantástico en el Museo del Prado, con la finalidad de analizar las claves de la enigmática producción de este destacado artista. El mencionado ciclo dio lugar a la publicación de esta obra de nombre homónimo. Pocos han sido los artistas que han podido dejar su impronta en todas y cada una de sus realizaciones, pintores con una personalidad tan acusada que basta con contemplar apenas algún fragmento de sus obras para saber que éstas son suyas y que no pueden ser de ningún otro. Son pintores que tienen un estilo singular e intransferible, pero sobre todo con una mirada y con un universo absolutamente propios. Uno de ellos, uno de estos privilegiados fue Hieronymus Bosch (El Bosco). 
Nacido en Bolduque (Condado de Brabante, actual Países Bajos), alrededor de 1450, su familia se había dedicado a la pintura durante tres generaciones. Aunque no se sabe mucho sobre su etapa de formación, lo que parece lógico es que aprendiese el oficio en el taller familiar. Alrededor de 1480 ya era un artista que gozaba de cierta fama. Gracias a su matrimonio en 1481 con Aleit van der Meervenne, hija de Goyart (p. 98), un rico comerciante, formó parte de la alta burguesía urbana. 
[La numeración de páginas corresponde a la obra citada: VV.AA., El Bosco y la tradición pictórica de lo fantástico, Fundación Amigos del Museo del Prado y Barcelona, Galaxia Gutenberg, Madrid, 2006]
En la obra El Bosco y la tradición pictórica de lo fantástico, diecisiete especialistas abordan los más diversos aspectos en torno a Hieronymus van Aeken, El Bosco, con el objetivo de profundizar en un mejor conocimiento del significado de su obra. Su biografía, el entorno en el que creció y se formó, sus clientes y los encargos que éstos realizaron, las fuentes en las que basó sus temas, etc.; todo ello aporta al lector de este conjunto de ensayos un caudal de información básico para lograr la aproximación a uno de los artistas más fascinantes de la historia del arte. La presente obra se encuadra dentro de la extensa colección de ensayos que la editorial Galaxia Gutenberg, en colaboración con Círculo de Lectores, dedica a la difusión y estudio de las colecciones del Prado, donde un gran número de historiadores, críticos y artistas aportan visiones diversas y complementarias de algunos de los pintores y escuelas más representativos de la pinacoteca madrileña. 
Las fuentes inmediatamente posteriores a la muerte de El Bosco en 1516 se refieren a las «fantasías» del pintor. Sólo un año después, en 1517, Antonio de Beatis, al contemplar el tríptico del Jardín de las delicias en el palacio de Enrique de Nassau (p. 9) en Bruselas, aludía a que se representaban en él «cosas tan placenteras y fantásticas que a quienes no tengan conocimiento de ellas, de ningún modo se les podrían describir bien». Cuatro años después, en 1521, en un ámbito tan diferente al de los Países Bajos como Venecia, Marcantonio Michiel vio tres cuadros del maestro de 's-Hertogenbosch en casa del cardenal Grimani, uno de ellos con «fantasías», prueba inequívoca del éxito conseguido en vida por el pintor, cuyas obras se documentan en lugares tan alejados de su Brabante natal como en la colección de Isabel Católica en Castilla o en la de Grimani en el Véneto. Una de las claves para entender la «fantasía» de las pinturas de El Bosco la proporciona Felipe de Guevara, poseedor de obras del maestro de 's-Hertogenbosch, heredadas de su padre Diego de Guevara. En sus Comentarios de la pintura (1560) Guevara afirma que, a diferencia de sus copistas e imitadores, El Bosco fue fiel a la representación de la naturaleza, de la realidad, salvo cuando tenía que representar el infierno o los demonios. En estos casos se dejó llevar por su imaginación dando rienda suelta a su fantasía.
El Bosco y la tradición pictórica de lo fantástico, p. 13.
El análisis y estudio en profundidad del pintor han permitido ofrecer al lector una cuidada edición de la presente obra, que recoge, conserva y difunde más allá de las aulas los contenidos del ciclo de conferencias correspondiente al curso El Bosco y la tradición pictórica de lo fantástico en el Museo del Prado
En vida de El Bosco ('s-Hertogenbosch, h. 1450-1516) el significado que se otorgaba a sus pinturas o su valoración pudo ser distinta a la que se le concedió después —si no siempre, al menos en algún caso—, a juzgar por lo que se indica en el documento del encargo que le hizo Felipe el Hermoso en 1504 de un Juicio Final con el paraíso y el infierno «para su muy noble placer». Por el testimonio del padre Sigüenza consta que en tiempos de Felipe II se concedía una significación de carácter moral a algunas de sus composiciones, como los trípticos del Jardín de las delicias o del Carro de heno, como, sin duda, la tuvo también para el monarca, gran amante de la obra del pintor, uno de sus favoritos junto con Tiziano (p. 9). Llevado por su afán coleccionista y por la alta valoración que otorgaba a las pinturas del maestro de 's-Hertogenbosch, Felipe II logró reunir gran número de obras. Gran parte de ellas son custodiadas por el Museo del Prado y constituyen la mayor colección de obras del autor conservadas en una única institución, lo que convierte a la pinacoteca madrileña en el lugar obligado para el estudio del maestro de 's-Hertogenbosch.
En nuestro país, antes de que Felipe II atesorara apasionadamente sus tablas, tal y como se constata en las colecciones del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y del Museo del Prado, el primer intérprete y coleccionista de su pintura fue Felipe de Guevara, integrante del cortejo flamenco de Carlos V, que definió el arte de El Bosco como un muy instructivo mundo de quimeras y fantasías.
El Bosco murió en 1516 y gozó de una vida exitosa, fama que se mantuvo durante los ochenta o noventa años posteriores a su fallecimiento. Pero esa fama, como la de tantos pintores coetáneos suyos en el ámbito flamenco y holandés, cayó y fue recuperada de nuevo prácticamente en el siglo XX cuando conoció un revival extraordinario gracias al auge del psicoanálisis y el surrealismo. El Bosco no fue un pintor reducido a los cenáculos intelectuales y de los historiadores del arte, sino que se convirtió por derecho propio en uno de los artistas más populares de la historia de la pintura. En la primera parte de su vida realizaría obras como La extracción de la piedra de la locura (Museo del Prado) y Prestidigitador (Museo Municipal, Saint-Germain-en-Laye), en las que ya se manifiesta su personalidad singular. Por desgracia, el Juicio Final que le encargara Felipe el Hermoso se halla hoy desaparecido. Ya había realizado obras como los Pecados capitales (Museo del Prado), Las bodas de Caná (Boijmans van Beuningen Museum, Róterdam) o la Nave de los locos (Museo del Louvre, París). Y en su etapa de madurez pinta los famosos trípticos El carro de heno y el Jardín de las delicias (ambos en el Museo del Prado). Ambos corresponden a una pintura donde su capacidad creadora y su imaginación es más evidente, basada en el conocimiento del arte de su época manipulado profundamente hasta obtener resultados insospechados. Un dato importante a tener en cuenta es que El Bosco nunca fechaba sus obras y pocas veces las firmaba, lo que dificulta en gran manera datar con exactitud la fecha de sus obras e incluso, en ocasiones, confirmar su autoría.

 LA EXPOSICIÓN
El Museo del Prado conserva la mayor colección de obras de El Bosco, obras que estarán en la magna exposición que se celebra este año. Estarán acompañadas por las procedentes de otras instituciones españolas, europeas y americanas, entre ellas, el fundamental Tríptico de las Tentaciones de San Antonio, que viene desde Lisboa. Se expondrán un total de 65 obras, 35 del Bosco y el resto compuesto por obras de su entorno, que ayudarán a explicar la trayectoria del pintor. La exposición es importante no tanto por un punto de vista cuantitativo sino desde el cualitativo: es una gran oportunidad poder contemplar un Bosco en su mejor y más elevado registro, como puede ser la tríada absolutamente maravillosa que integran el Tríptico de las Tentaciones de San Antonio (del Museo de Lisboa), La adoración de los Magos (expresamente restaurado para la ocasión) y el Jardín de las delicias (ambas del Prado). La muestra se dividirá en cinco secciones temáticas y otra dedicada a los dibujos. Como introducción, se situará al pintor y a su obra en una ciudad –que para él fue casi como su seña de identidad– y junto a unos artistas que trabajaron al mismo tiempo en ella como Alart du Hameel o Adriaen van Wessel. Y como epílogo, una última sección, llamada Después del Bosco, donde se mostrará una selección de obras en las que queda patente la influencia que el pintor ejerció tras su muerte a lo largo del siglo XVI y el gusto por “lo bosquiano” que se manifestó en toda la centuria. Además de las pinturas y dibujos también se mostrarán miniaturas, entalladuras o grabados en los que se representan algunos de los temas abordados por el artista  –particularmente el infierno y los pecados–, bien como antecedente, en paralelo y en algún caso como fuente, a fin de que se pueda llegar a comprender mejor el trasfondo en el que se gestaron las pinturas de El Bosco o la personalidad de alguno de sus comitentes como Engelberto II de Nassau. Al Prado acudirá mucha gente de todo el mundo para encontrarse con la singularidad, la rareza de este enigmático artista, pero muchos otros no podrán acercarse a la pinacoteca, para ellos el museo y la Fundación BBVA están realizando el documental Los sueños de la razón en conversación con el Jardín de las Delicias que además permitirá ampliar en paralelo la difusión de su obra. Un proyecto dirigido por José Luis López Linares que se presentará al mismo tiempo que el Museo muestra las pinturas.

Meses antes de la exposición del Prado, para celebrar el V centenario de la muerte de El Bosco, el Museo de Brabante en Bolduque (Hertogenbosch), ciudad holandesa natal del pintor, celebrará de febrero a mayo otra gran muestra del artista medieval más importante del país: Hieronymus Bosch. Visiones de un genio, que incluirá, entre sus préstamos internacionales, tres obras del Prado –entre ellas «Carro de heno», que regresa a Holanda 450 años después y que actualmente se exhibe en una exposición en Rotterdam– y una del Museo Lázaro Galdiano. También habrá otra posterior en los Países Bajos. Y en España, además de la del Prado se realizará otra por parte de Patrimonio Nacional en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. En previsión del extraordinario interés que puede despertar esta muestra y con el fin de facilitar un acceso fluido a la exposición, el Museo del Prado ha puesto ya en marcha el sistema telemático de venta anticipada de entradas para El Bosco. La exposición del Centenario. Si desea comprar una entrada puede hacerlo a través de la página web del Museo del Prado
 LA POLÉMICA 
La polémica marca el V centenario de la muerte de El Bosco. Un comité holandés retira la atribución a tres de las seis obras del artista que atesora el Museo del Prado. La pinacoteca madrileña defiende la autoría de sus pinturas en el catálogo de la mayor exposición dedicada al genio, que se inaugurará en mayo. Tres exposiciones marcan la agenda cultural europea en torno a la celebración del quinto centenario de la muerte del artista. De las pinturas generalmente aceptadas de El Bosco (en torno a 27) el Prado contará con 23, incluidas obras maestras fuera de España como el espléndido Tríptico de las tentaciones de San Antonio, del Museo Arte Antiga de Lisboa. Sólo faltarán en la muestra «El Juicio Final», de Viena; «La Crucifixión», de Bruselas; el «Tríptico de los ermitaños», de Venecia, y «La historia de Noé», de Rotterdam. En cuanto a los dibujos, de los 11 aceptados colgarán 6 en el Prado, además de otros dos sobre los que se discute su autoría. Ello hará que la ocasión de visitar la primera exposición dedicada a El Bosco en España sea realmente irrepetible. Pero la celebración se ve empañada por la polémica generada por el Bosch Research and Conservation Project, un comité científico creado en Holanda con motivo de esta efeméride, en el que han colaborado como asesores importantes museos de todo el mundo (incluido el Prado), que lleva seis años analizando las obras del artista y que ha elaborado un polémico informe en el que actualiza el catálogo del artista, retirando atribuciones y añadiendo otras. Los seis Boscos del Prado los deja de un plumazo en tres. Mantiene la atribución de «Jardín de las Delicias», «Adoración de los Magos» y «Carro de heno», mientras que descataloga «La extracción de la piedra de la locura», «Las tentaciones de San Antonio Abad» y «La Mesa de los Pecados Capitales». Esta última no gana para disgustos. Es una de las obras que enfrentó al Prado y Patrimonio Nacional. Y ahora que está resuelta esa polémica le quitan la paternidad. Tampoco corre mejor suerte el Museo de Bellas Artes de Gante: descatalogan su «Cristo con la Cruz a cuestas». Por contra, el comité atribuye a El Bosco «Juicio Final» del Museo Groeninge de Brujas y un dibujo de una colección privada. 
Miguel Falomir, director adjunto de Conservación e Investigación del Prado, cuestiona las conclusiones a las que ha llegado el comité científico holandés: «este autodenominado Bosch Research and Conservation Project nos ha mandado las conclusiones del informe, ya redactadas y no me parece que sean concluyentes, pues sus argumentos son poco contundentes. Por otra parte, Pilar Silva, jefe del Departamento de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte (1400-1600) del Prado, está convencida de la autenticidad de las obras. Yo la respaldo totalmente. El Prado no defiende una atribución a capa y espada a sabiendas de que es errónea. De hecho, en el pasado no hemos tenido ningún problema en descatalogar obras. Algunas son dudosas y están como tales». «En este caso pensamos que esos mismos argumentos que utilizan en contra de la atribución pueden utilizarse para mantenerla. El tema de las atribuciones de las obras de arte es complejísimo. Hay tantas opiniones como historiadores. Expondremos nuestras tesis en el catálogo de la exposición. En él habrá una ficha extensa de cada una de estas obras en la que se hará eco de la bibliografía reciente, incluyendo aquella que niega la autoría. A una publicación científica hay que contestar con otra publicación científica. El Museo del Prado tiene la mayor colección de obras del Bosco del mundo. Aquí se hicieron los primeros estudios técnicos sistemáticos del pintor. Este comité está asociado al North Brabant Museum y a su exposición. Allí nació El Bosco, pero no conserva ninguna de sus obras. Prácticamente no hay cuadros del pintor en Holanda».
Los estudios de sus obras han permitido repensar la cronología de El Bosco y adelantar la fecha de ejecución de algunas de sus creaciones más relevantes. 
El Bosco y la tradición pictórica de lo fantástico, p. 185.
 LO FANTÁSTICO [EL LIBRO]
Los textos que componen este libro proporcionan al lector las claves para comprender mejor las obras de El Bosco, pues se analizan no sólo desde el punto de vista de la historiografía artística, entendida desde su perspectiva más amplia, sino también desde otras disciplinas que, con sus aportaciones, permiten profundizar en el complejo mundo del pintor de 's-Hertogenbosch y contribuyen de algún modo a descifrar su significado 
1. En el primer ensayo, El bosque de El Bosco, a cargo de Francisco Calvo Serraller (p. 13) se nos acerca el sentido gótico de la obra del artista, considerado éste anacrónico al presentar en mitad del Quattrocento un mundo colmado de complejos símbolos, creencias religiosas exaltadas e impregnado por una escasa confianza en el hmbre, confianza que iba justamente a convertirse en la enseña del nuevo humanismo renacentista. 
2. Las «Tentaciones de San Antonio» de Lisboa. Los ideólogos de la obra de El Bosco y su público sirve a Isidro G. Bango Torviso (p. 21) para analizar este tríptico buscando las fuentes literarias y plásticas que apoyen su tesis acerca de la confusión que llevó al pintor a representar escenas bajo una interpretación que sugiere el desconocimiento pleno y sólo puntual de las fuentes originales en que se basó para realizar la obra. 
3. El tercer ensayo, Lo fantástico en el mundo medieval, por Gonzalo M. Borrás Gualis (p. 43) nos adentra en los precedentes medievales de lo fantástico en relación a la obra de El Bosco. Un maravilloso trabajo que trata de dar contestación de una forma sencilla, a «nivel de vocabulario» (vid. metodología de Lo maravilloso y lo cotidiano, de Le Goff), a la pregunta de qué entendían los hombres de la Edad Media por lo «fantástico», con referencias concretas a sus ámbitos y aspectos más destacados... 
4. El cuarto ensayo, Riendo camino de la muerte, por Valeriano Bozal (p. 59) nos ofrece una interpretación de la risa aplicada a la pintura de El Bosco. En ella aparecen representados todos los estados, casos singulares de un repertorio inacabable, personajes que se agitan en la vida cotidiana o penan en el infierno, y por eso podemos reírnos de ellos; sin embargo, bien podríamos ser nosotros mismos los protagonistas de esas escenas. Ésta –señala Bozal– es la particularidad de una risa que surge en la tensión producida por una superioridad que, en cuanto se asume, resulta por ello mismo dudosa
5. El quinto ensayo, Símbolo y alegoría en El Bosco, por Carlos Castilla del Pino (p. 81) nos muestra en nueve apartados breves el discurso narrativo que subyace en la representación de la obra de El Bosco. Toda obra de arte –nos advierte Castilla del Pino– es un discurso que se representa. El autor de este ensayo nos demuestra la paradoja que se da en El Bosco, tan sólo aparente, de que el carácter narrativo inherente a su obra coexista con un elevado grado de ininteligibilidad (el denominado enigma de El Bosco). Este enigma estaría en su creatividad, la cual no se debería a una reelaboración de lo ya recibido en el ámbito de la doctrina cristiana, ni en doctrinas alquímicas o esotéricas, sino en el mismo autor: imágenes de monstruos, de brujas, de pecadores... Existiría un punto en el que El Bosco y el espectador se aproximarían: cuando este último es capaz de construir su alegoría a partir de la que El Bosco induce. 
6. El sexto ensayo, La clientela de El Bosco, por José Manuel Cruz Valdovinos (p. 97), como ya adelanta su título, nos refiere los locales y clientes que encargaron al artista distintas obras a lo largo de su vida, generalmente órdenes religiosas y algún que otro particular. Destacables son los encargos que realizó a clientes extranjeros como Felipe el Hermoso, Damiâo de Gois y, presumiblemente, Enrique de Nassau. 
7. El séptimo ensayo, La música, elemento natural de lo fantástico en la pintura de El Bosco, por Ismael Fernández de la Cuesta (p. 127) nos permite descubrir los instrumentos y algún que otro motivo particular en las obras del pintor: la identificación de los elementos musicales, su descripción anatómica y escenográfica, la búsqueda del simbolismo concreto de tal o cual objeto, personaje o escena... No obstante, Fernández de la Cuesta trata de que ello no ensombrezca el profundo mensaje que esconden o exhiben, según se mire, también, sus múltiples representaciones sobre diversas parodias de la música y numeroso actos festivos. 
8. La «Mesa de los pecados capitales»: muerte, juicio y eternidad, de Walter S. Gibson (p. 167), nos recuerda que ninguna otra pintura de Hyeronimus Bosch ha salido a la luz de la historiografía en circunstancias menos auspiciosas que esta pintura, obra que hoy se halla bajo custodia del Prado. Se analiza en estas páginas no tanto la autenticidad como el contenido que permite considerarla dentro de los parámetros estéticos y simbólicos característicos del pintor holandés. 
9. El noveno ensayo, La «Variedad del mundo» o el tríptico de la «Creación», de Ignacio Gómez de Liaño (p. 185), es uno de los trabajos más extensos del libro y en él se trata de desentrañar el significado del Jardín de las delicias. Título, por otra parte, que describe el panel.central, pero no se corresponde con el título original de la obra, pues tal dato se desconoce. 
10. El décimo ensayo, Fantasías cabales: El Bosco y Goya, realizado por Werner Hofmann (p. 217), se ve dividido en dos partes debido a la inclusión de las 64 láminas que el libro ofrece para ilustrar, complementar y apoyar las tesis expuestas en él. Este ensayo de Hofmann trata de establecer la relación existente entre Goya y El Bosco, como figuras clave en la tradición pictórica de lo fantástico. Lo fantástico, según la posición que adopte el espectador, puede captarse como fuga, como esa extravagancia sin compromiso a la que alude Pascal con menosprecio como «vanas fantasías de nuestros sueños»; o bien como ampliación de nuestra conciencia, ganancia de experiencia de que nos proveen los ámbitos de lo irracional: algo así veían en lo fantástico románticos y surrealistas
11. Este pequeño ensayo de Gilbert Lascault, Las tentaciones: seducción y terror (p. 235), de apenas nueve páginas, nos seduce desde el principio y hasta el final. Una magnífica exposición de las Tentaciones de San Antonio
12. En el ensayo: El Bosco y las tablas de meditación, de Fernando Marías (p. 247), es con diferencia el más árido de toda la serie. Hacia el final del mismo, sin embargo, en las últimas seis páginas, hallamos una maravillosa interpretación (y, sobre todo, lectura) acerca de las tablas de meditación y entretenimiento moralizante con las que Hyeronimus van Aeken se convirtió en el famoso Bosco.. 
13. En Conocimiento clásico y fantasía medieval: El Bosco y las piedras preciosas, un ensayo de Manuela B. Mena Marqués (p. 267), aprendemos, a través de sus casi cuarenta páginas, los escasos conocimientos que poseían los artistas acerca de los tipos de gemas y otras piedras preciosas que en tiempos de El Bosco aún estaban muy próximos a los que Aristóteles estableciera en su época. Su simbolismo, asociado al colorido que poseía cada gema, y las propiedades, sobre todo fantásticas, y curativas, atribuidas a estas piedras, conectan con el uso y función que el artista dio en sus obras a algunas de ellas. La gran complejidad del mundo creativo e iconográfico de El Bosco se estudia con atención en estas páginas. 
14. Este ensayo de Agustín Sánchez Vidal, El Bosco, de la leyenda negra a la España negra (p. 305), nos introduce en la oscuridad: su raíz, su significación, su forma. Quiere el autor que entendamos y diferenciemos los términos que dan lugar a la dualidad existente entre las dos negras expresiones artísticas autóctonas que tienen como hilo conductor al pintor holandés, debido a la inclusión de sus obras por parte de Felipe II. Historia y cultura popular se dan cita en este ameno ensayo, cargado de intrigas...  
15. El decimoquinto ensayo, Realidad, fantasía y búsqueda de lo infinito en los paisajes de El Bosco, escrito por Pilar Silva Maroto (p. 327), jefe del Departamento de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte (1400-1600) del Prado, nos ilustra acerca del interés que suscita en expertos y también espectadores la forma en que el pintor resolvió los distintos temas que representó en sus composiciones, atendiendo fundamentalmente a los paisajes que aparecen en sus obras. 
16. En Ángeles y máquinas: el destino de los seguidores del carro de heno, el ensayo de Marina Warner (p. 341), se analiza el fundamento lingüístico de la narración del artista, y en particular la imaginería del heno y la hierba, la carne y la cosecha, metáforas asociadas de la vanidad de las cosas del mundo. Warner añade algunas ideas sobre el posible tenor de la visión de El Bosco y su relación con la tradición de la vanitas, fijándose en su empleo de la figura grotesca.. 
17. En el último ensayo, La «Adoración de los Magos», Museo del Prado, de Joaquín Yarza Luaces (p. 359), se analiza la obra en cuestión, la importancia del tema representado por El Bosco, la cuestión de la autoría y la fecha de la obra, así como una descripción iconográfica de la misma, que nos lleva hasta un personaje realmente ajeno y sorprendente al que se ha considerado por unos el mesías judío y por otros, el Anticristo. 
Láminas LXII y LXIII, entremedias de las páginas 224-225.
 ¿Qué hace que este pintor sea tan especial, enigmático y fascinante? El Bosco tenía una imaginación visual desbordante. Era capaz de crear algunas de las imágenes más chocantes de la Historia de la Pintura y sus pinturas admiten una lectura lúdica, incluso divertida muchas veces. Ello le convierte en un pintor muy popular. Sus imágenes son diferentes a las de otros pintores de la época. Su dibujo es maravilloso. Cómo aplica el color, cómo va jugando con el pincel... Los desnudos que aparecen en el Jardín de las Delicias apenas tienen materia. Algunos creen que representan las almas. Hay muchísima carne en la tabla central, pero no son figuras sensuales. Es el mundo entregado al pecado y el que más domina es la lujuria. Si hubiera representado los desnudos de forma más expresiva, convincente, hubiera resultado una pintura pornográfica. La representación del pecado está pintada de forma muy sutil, casi resulta una fiesta. Todos los estudios recogen la vistosa galería de monstruos y aberraciones reflejadas por el pintor. Algunos siguen siendo difíciles de interpretar, pero cuando quería que su mensaje llegara pronto al público no había rodeos. Nos hallamos ante una marea de personajes bosquianos capaces de reflejar lo mejor y lo peor a pesar de su tamaño, a veces minúsculo. 
AA. VV. El Bosco y la tradición pictórica de lo fantástico. Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, S.A., Barcelona, 2006. Diecisiete especialistas abordan los más diversos aspectos en torno a Hieronymus van Aeken, El Bosco, con el objetivo de profundizar en un mejor conocimiento del significado de su obra. El Bosco ('s-Hertogenbosch, h. 1450-1516) gozó de reconocimiento inmediato y tuvo importantes seguidores. Lo cita Vasari, del que está muy alejado temporalmente, y lo mencionan prácticamente todos los tratadistas de arte de los siglos XVI y XVII. En nuestro país el primer intérprete y coleccionista de su pintura es Felipe de Guevara, integrante del cortejo flamenco de Carlos V, que define el arte de El Bosco como un muy instructivo mundo de quimeras y fantasías. Más tarde Felipe II, aún conservando la admiración paterna por Tiziano y el gusto por la sensualidad veneciana más radiante, atesora sus tablas, tal y como se constata en las colecciones del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y del Museo del Prado. Los prestigiosos especialistas que colaboran en este volumen garantizan un profundo conocimiento de la obra de este singular pintor.