Grandes clásicos universales, de Círculo de Lectores, S.A., Barcelona, 1981 |
La magnífica obra El Quijote (2 vols.), de Miguel de Cervantes; La novela picaresca española, elaborada por varios autores, en la que también se inscribe el inigualable escritor manchego (La ilustre fregona y Rinconete y Cortadillo); La Eneida, de Virgilio, La Divina comedia, de Dante... son algunos de los títulos que reúne la colección Grandes Clásicos Universales, de la editorial Círculo de Lectores, que se publicó en 1981. Bajo la dirección de Calvo-Sotelo (España) y Borges (Hispanoamérica) la colección reunió a lo más selecto de la literatura occidental. Con prólogo de Cela, La vida de Lazarillo de Tormes, de autor anónimo, abre la pequeña antología picaresca que inicia la colección. Son éstas obras esenciales en cualquier biblioteca que se precie...
AA.VV. Novela picaresca española. Círculo de Lectores, S.A. (Colección Grandes Clásicos Universales), Barcelona, 1981. Director de la edición española: Joaquín Calvo-Sotelo; Director de la edición hispanoamericana: Jorge Luis Borges; Prólogo de Camilo José Cela. ISBN: 84-226-1340-9. Consta la obra de ocho relatos, pertenecientes a seis autores: La vida de Lazarillo de Tormes, de autor anónimo, abre esta pequeña antología picaresca (obra de obligada lectura en los antiguos estudios de bachillerato). Le siguen dos obras de Miguel de Cervantes, La ilustre fregona y Rinconete y Cortadillo (ya recogidas, por supuesto, en los dos volúmenes de la conocidísima y muy cuidada edición de Cátedra de los años noventa, en su colección Letras Hispánicas, a cargo de Harry Sieber; también de obligada lectura en el BUP). A continuación la obra de Alonso J. de Salas Barbadillo, La hija de Celestina. Le sigue Historia de la vida del Buscón, de Francisco de Quevedo Villegas; Aventuras del bachiller Trapaza y La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas, de Alonso de Castillo Solórzano. Cierra la obra Luis Vélez de Guevara con su narración El diablo cojuelo. Advierte Cela al lector en el Prólogo que:
El pícaro literario español, el sujeto que produjo aquel fenómeno memorable de la narración de sus vidas y andanzas, era casi siempre pobre, cierto o fingido, descarado o vergonzante, solitario o agremiado, que sobre esto no hemos de incidir ahora, pero el español no pobre ni literario de entonces también fue pícaro, aunque se vistiese con muy galanos ropajes y pese a que los más nobles conceptos no se descabalgaran jamás de sus labios y aun de su sentimiento y de su actitud ante los demás.