El extranjero, de Albert Camus
De igual modo que no soy partidaria de hacer reseñas de los libros que me desagradan, tampoco siento una especial predilección por comentar aquellos que han sido para mí un referente ético, literario y filosófico. Esto es así porque tiendo a la subjetividad, siempre. No me planteo la lectura en los mismos términos en los que lo hace, por ejemplo, un crítico literario. Fundamentalmente porque no lo soy; pero, además, he de confesar que no me interesa en absoluto ofrecer esa clase de crítica ni de ninguna otra, porque ello me convertiría en una persona analítica y no voy a fingir a estas alturas que lo soy. Máxime cuando todos los que me conocen saben que paso los días ociando y divagando, cual artista en fase de experimentación… Me limitaré, pues, a comentar lo que considere oportuno en relación con mi lectura.
Si bien la lectura de El extranjero provoca una suerte de rechazo hacia la conducta y hacia determinados pensamientos del personaje principal —baste recordar cómo empieza la obra y, ya en la segunda parte, cómo se refiere Meursault a su madre y, en general, a las personas amadas—,
Todos los seres normales habían, más o menos, deseado la muerte de los que amaban.
también existe una cierta molestia respecto de los juicios morales que emiten tanto el abogado, el juez y, en general, todos los participantes del proceso al que se ve sometido el protagonista y por los que será condenado. No olvidemos que Meursault ha cometido un crimen y no parece tenerse más en cuenta los hechos que el modo de sentir y de pensar del artífice del mismo. Por supuesto, la obra de Camus no me habría interesado lo más mínimo, ahora ni en mi adolescencia, de no haber sido escrita precisamente con esta intención. Su autor nos presenta al protagonista para que hagamos examen de conciencia del individuo, y no sólo a título personal. Este libro es uno de los más valorados de la filosofía y de la literatura europea contemporáneas porque nos involucra en la trama hasta el punto de percibir como propias, en más de una ocasión, las actitudes y pensamientos del protagonista que, quizá, nos deberían ser ajenos. Se nos insta después a valorarlos y comprenderlos en la medida que pudiéramos haberlos efectuado nosotros mismos. Al terminar la lectura, tiene uno la sensación de haber cometido el crimen junto a Meursault.
El extranjero es una novela breve que fue escrita por Albert Camus entre 1937 y 1941. Publicada en 1942, a mediados de la Segunda Guerra Mundial, esta gran novela, de apenas un centenar de páginas, nos habla, sobre todo, de desencanto, frustración y desesperanza. Obra de ineludible lectura, debería releerse en más de una ocasión, pues de ella se pueden extraer numerosos pensamientos y multitud de reflexiones (no en balde se la tilda de guía moral e intelectual de una generación llegada a la madurez entre las ruinas). Cuando el lector se acerca a esta obra existencialista, independientemente de que uno esté al tanto, o no, respecto de lo que significa o representa esa corriente filosófica para la sociedad y la literatura de nuestra época, se da cuenta de que Meursault —su protagonista— muestra una irritante e insistente despreocupación por todo. El punto de partida de la obra es la muerte de su madre y la indiferencia de éste frente a todo. Sus frías descripciones, su descarnada forma de explicar lo que le provocan las diversas situaciones y circunstancias en las que se ve implicado, su reticencia a formar parte del mundo absurdo que lo acoge y lo expulsa sin aparente sentido. El extranjero es uno de esos libros que permanecen largo tiempo en la memoria del lector. A veces, una nueva relectura del mismo ayuda a asentar los principios y valores sobre los que el autor desea llamar la atención y de las terribles, dolorosas y atroces sensaciones que la nada impregna a su paso, en su angustiosa y siempre asfixiante presencia de lo absurdo, la finitud y la desgana que, admitámoslo, persisten en este mundo que se me antoja más mío que nuestro.
Tenía razón. No había solución. Guardé otras imágenes de esa jornada…
Nada parece preocupar ni perturbar la rutinaria desidia del protagonista. La muerte de su madre, por quien siente una total indiferencia, no le provoca ninguna turbación. Su vida prosigue sin sobresaltos, pausada y tranquila, con total normalidad. Encuentra a una joven, Marie, con la que mantiene una relación simple (corriente y medianamente satisfactoria); a veces sale, otras se queda en casa y limita su existencia a vagar por un reducido perímetro de la misma que él se ha impuesto, pues al morir su madre se le hace enorme el espacio a ocupar y deja abandonada una parte mientras habita la otra, una habitación; sale al balcón y observa el pasar de las vidas de otros, la suya transcurre en una mirada que nada vive, que sólo contempla. ¿Y qué es lo que ve? Decadencia y una incesante rutina. Sólo el lector percibe la angustia, la soledad, una horrible sensación de pérdida y la falta de integridad presente en los personajes del relato y en el propio Meursault, su ausencia de valores. Ocasionalmente se reúne el protagonista con algún compañero del trabajo o con un vecino del edificio y continúa después con su rutina: todo le parece absurdo, aceptable, a veces, y cansino; la vida a Meursault le da lo mismo.
Una serie de circunstancias conducen a nuestro singular protagonista a cometer un crimen en la playa aparentemente inmotivado; su muerte en el patíbulo no tendrá más sentido que su vida.
¿Cuál es la intención de Camus al escribir esta novela y qué pretende provocar en el lector? Este libro se escribió en un contexto social e histórico concretos. Su autor refleja a través de la indiferencia —y la acción casi mecánica— con el que su protagonista procede, la ausencia de valores del hombre contemporáneo. La vida de Meursault es una vida carente de sentido, corroída por la cotidianidad y gobernada por fuerzas anónimas que, al despojar a los hombres de la condición de sujetos autónomos, les eximen también de responsabilidad y de culpa.
Extranjero en su tierra, extranjero de sí mismo, Meursault vive una angustiosa situación. Íntimamente ajeno al alcance moral de sus actos, llega a asesinar. Al disparar un revólver que no le pertenece y descargar cuatro balas sobre un hombre al que ni siquiera conoce, el protagonista es detenido, procesado y juzgado. Una vez en prisión, y conducido al patíbulo no hay para él, en este inevitable proceso, ni rebeldía ni esperanza. En estas páginas magistrales, el realismo logra la perfección: Meursault nos refiere su historia, no la de sus razones y sentimientos, sino la de su imposible destino.
CAMUS, Albert. El extranjero. Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2002. Albert Camus es uno de los máximos representantes del existencialismo, junto con Jean-Paul Sartre. Los dos utilizaron la novela y el teatro para dar forma literaria a sus ideas filosóficas: la negación de Dios, la libertad del hombre, la angustia existencial, el absurdo. Novelista, dramaturgo y ensayista, Camus nació en Orán (Argelia) en 1913. Estudio en África del Norte y trabajó en distintas actividades hasta convertirse en periodista. El extranjero empezó a gestarse, según parece, en 1937, mientras Camus convalecía en un sanatorio de una tuberculosis recurrente, y lo terminó en 1940. El libro fue publicado dos años después. Durante la resistencia, Camus dirigió el periódico Combat. Fue asesor literario de la editorial Gallimard. Recibió el Premio Nobel de Literatura en el año 1957. Su trágica muerte en un accidente, en 1960, interrumpió prematuramente una brillante carrera literaria en la que se destacan también El hombre rebelde, La peste y El mito de Sísifo. Esta obra (publicada en 1942) hay que situarla en el contexto histórico y social de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra. En cuanto al contexto literario, tras la Segunda Guerra Mundial, el género novelístico desarrollará multitud de tendencias: novela existencial, con autores como Camus, Sartre y Salinger (algo más tarde Kerouac), la novela social, la novela experimental (Nouveau roman y Nabokov), novela policíaca, histórica, fantástica, etc.